Opinión: El odio da frutos
8 de marzo de 2018Son un pequeño grupo: en 2015, ocho hombres y mujeres se reúnen en Freital, un suburbio de Dresde, para hacer una declaración con bombas. Sus adversarios son los refugiados y sus defensores. Afortunadamente no hubo muertos, pero el odio y la violencia se han vuelto normales en Alemania.
En 2017, casi 2.000 refugiados fueron víctimas de violencia racista. Casi todos los días del año pasado fue atacado un hospedaje para refugiados. El Tribunal Regional Superior de Dresde ahora ha condenado a los miembros del "Grupo Freital" a largas penas de prisión de entre cuatro y diez años. ¡Con razón!
Esta predisposición para la violencia no surge de la nada. Porque el odio se siembra a diario. Con el crecimiento del partido populista de derecha Alternativa para Alemania (AfD), el racismo, la exclusión y los ataques verbales contra los que piensan distinto, ha ganado espacio.
El partido niega su responsabildiad ante cualquier exceso violento de la derecha. Pero lo cierto es que genera un contexto que valida el accionar de una minoría violenta. Si los políticos de derecha insultan, calumnian y humillan a las personas al estigmatizar a los inmigrantes como extraños que serán expulsados de la patria alemana, entonces tienen la responsabilidad política de una escalada de violencia.
El poder demoledor que tienen estos ataques es tolerado por un sorprendente número de políticos. También por parte del gobierno federal. La razón es probablemente tan simple como devastadora: la mayoría de la sociedad alemana no se ve afectada por las consecuencias. Porque las víctimas de los ataques son en su mayoría minorías: refugiados, inmigrantes, políticos, partidos de izquierda.
Pero, mirar hacia otro lado, socava un derecho fundamental y daña la mayor lección que dejó aquel reino del terror que fue el nacionalsocialismo, estipulado en el primer artículo de la Constitución alemana: "La dignidad del hombre es inviolable, respetarla y protegerla es obligación de todo el poder del Estado".
La dignidad del hombre, dice el texto. No solo la dignidad de los alemanes.
Hans Pfeifer (DG/VT)
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