Opinión: La muerte digna
7 de noviembre de 2015El debate en torno a la muerte asistida fue largo e intenso, y en más de una ocasión fue interrumpido por momentos en los que realmente se puso a prueba la conciencia. No solo se debatió durante las tres horas que duró la sesión plenaria del Parlamento alemán el pasado 6 de noviembre. Ya en los dos años previos se había venido discutiendo de forma seria y comprometida sobre la muerte asistida en todos los niveles en Alemania. Y con mucha razón, puesto que este tema sacude los fundamentos de nuestro concepto de valores políticos y morales, nos afecta a todos. Por ello, con mayor razón, cabe destacar que el debate transcurrió de manera tranquila y respetuosa.
El principal resultado: se ha superado el tabú de la muerte. Los alemanes han aprendido a hablar sobre la muerte. Ahora saben que es importante redactar un testamento vital, por si llegaran a enfermarse a tal grado que ya no tuvieran la capacidad para expresar su voluntad. Además, el debate demostró que Alemania tiene que invertir más en medicina paliativa y hospicios para enfermos terminales. Apenas esta semana el Parlamento aprobó la ley correspondiente.
El suicidio no es algo "normal"
La ley que se ratificó este viernes (06.11.2015) aporta más claridad a los médicos que hasta ahora se enfrentaban a un dilema: respetar la situación legal o atenerse a la ética del oficio. Desde hace casi 150 años, el suicidio dejó de ser considerado como un delito en Alemania. Como consecuencia, el suicidio asistido ya no era punible. No obstante, algunos colegios de médicos retiraban a los médicos la licencia para ejercer su oficio si estos ayudaban a un paciente a suicidarse. Incluso si este se lo había pedido. La nueva situación jurídica soluciona este problema.
No obstante, es aún más importante que la ley impida la comercialización de la muerte asistida. Prohíbe, por ejemplo, organizaciones que, bajo el pretexto de la ayuda humanitaria, obtienen ganancias con sus cócteles de medicamentos. La condena de este tipo de prácticas fue una de las razones por las que el correspondiente proyecto de ley fue aprobado por una mayoría abrumadora en el Parlamento alemán. Se temía que una “normalización” del suicidio como en Suiza o en Holanda pudiera poner bajo presión a enfermos terminales para que decidan poner fin a su vida.
Compasión y comprensión
Desde luego una minoría a ambos lados del espectro político-moral estará decepcionada: aquellos que rechazan cualquier forma de legalización de la muerte asistida y aquellos que exigen su liberalización total. Sin embargo, el gran logro de la nueva ley es que respeta el derecho del individuo a decidir el momento de su propia muerte, sin que el suicidio se convierta en algo normal, cotidiano. Asimismo, reconoce que la sociedad alemana es pluralista y que podemos ser compasivos y comprensivos con los demás, incluso si no estamos de acuerdo con que el suicidio pueda justificarse éticamente.