Opinión: La seducción de los déspotas
23 de enero de 2017Hace ocho años, Barack Obama tendió la mano al mundo musulmán y le ofreció una nueva relación de respeto mutuo. Él quería reescribir la diplomacia entre Occidente y el mundo islámico rompiendo definitivamente con el agresivo militarismo de la era Bush. "No hay ninguna razón por la que no podamos restaurar el respeto y la relación que América tenía hace 20 o 30 años", dijo a la cadena árabe Al Arabiya en su primera entrevista televisiva unos días después de asumir el cargo.
De esta actitud cooperativa no queda ni rastro en la administración de Donald Trump. Al contrario, sus comentarios anti-islámicos durante la campaña electoral y su devoción a gobernantes autoritarios como Vladimir Putin o Bashar Al Assad hace que las expectativas respecto a su política para Oriente Próximo y Medio sean extremadamente bajas. Su discurso inaugural no incluyó referencias a los clásicos valores americanos, como democracia, libertad y compromiso por los derechos humanos. Así que debemos contar con una vuelta al pensamiento simple de "nosotros contra ellos" de la era Bush.
La lógica simplista de 'amigo o enemigo'
No hay duda: el nuevo presidente Trump hereda de su predecesor numerosos y complicados conflictos en Oriente Próximo y Medio, conflictos que se solapan parcialmente entre sí. Sus declaraciones, hasta ahora, denotan su desinterés y desconocimiento sobre el tema. Y su simplista forma de abordarlo podría demostrarse como una receta para nuevas catástrofes.
Pero sus enfoques previamente conocidos son la evidencia de falta de interés evidente y la falta de comprensión de la dinámica del conflicto en el Medio Oriente. En particular, la forma, incluso de una sola dimensión, simplista en la que Trump considera los enormes problemas de la región podría ser una receta para un desastre mayor. Por ejemplo, para luchar contra los terroristas de Estado Islámico propone colaborar con Al Asad, confundiendo causa y efecto. El autodenominado califato no se hubiera fortalecido tanto sin la tiranía de Asad y el temor a sus bombardeos.
O su idea de cancelar el acuerdo nuclear con Irán sin tener ningún plan alternativo. Un Irán, además, que apoya al déspota Asad en Siria, según Trump "mucho más duro e inteligente" que los políticos estadounidenses. Su forma de abordar el conflicto no sólo es contradictoria, es peligrosa.
Potencias mundiales en la resolución
Por supuesto, es demasiado pronto para identificar las prioridades reales de la administración Trump en el Medio y Cercano Oriente. Su intención de colaborar con regímenes autocráticos para luchar contra el EI tendría como primera víctima a la promoción de la democracia y los derechos humanos. Además sólo traería una estabilidad aparente, ya que no cuentan con las recetas adecuadas para solucionar los problemas de base.
Lo que necesitan los países afectados es una perspectiva de desarrollo real. Especialmente, que se dejen de instrumentalizar las identidades confesionales con fines políticos y energéticos por parte de Irán e Arabia Saudí, algo que la política europea debe abordar.
Sin la instauración de estructuras regionales de cooperación y esta polarización de las confesiones religiosas, para acabar con el eterno juego de suma cero, no habrá forma de salir del círculo vicioso de la violencia.
Para aprender: aquí puede Usted leer la versión original de este artículo en alemán.