Opinión: Política hipócrita y fallida
24 de noviembre de 2015Tras los atentados de París, la prensa y las autoridades se han concentrado comprensiblemente en la seguridad, la búsqueda de los autores y la lucha contra el llamado “Estado Islámico”. Pero, a la sombra del terrorismo, la crisis de los refugiados sigue creciendo en Europa. No hay que desviar la mirada. Los problemas aumentan en las fronteras de los Balcanes, en vez de disminuir. El intento realizado hasta ahora a regañadientes de establecer una política europea conjunta en materia de asilo ha fracasado. El objetivo de reducir el flujo migratorio desde Turquía –pasando por Grecia y los Balcanes- hasta Alemania, no se ha alcanzado, pese a múltiples cumbre y reuniones de emergencia.
Los gobernantes implicados deberían haber tenido claro desde un comienzo que sus recetas no surtirían efecto. No existe un control eficaz de las fronteras exteriores de la UE. No hay en Grecia capacidad operativa de acogida. No hay un mecanismo justo de distribución de refugiados en la Unión Europea. Quien puede, se rodea de un cerco y espera que todos continúen su camino rumbo a Alemania. Los refugiados y emigrantes siguen viéndose forzados a emprender una marcha a través de Europa, pese al frío y la lluvia.
Situación insostenible
Desde que Suecia capitulara ante la oleada de refugiados, Alemania es en el fondo el único país que los recibe. Diariamente llegan hasta 6.000 personas. Eso no podrá sostenerse por mucho tiempo más. Los gobiernos regionales se rebelan contra el gobierno federal. La canciller se encuentra bajo una enorme presión. El número de recién llegados alcanzará en Navidad la marca de un millón.
Algunos países de tránsito han comenzado ahora a cortar el paso en sus fronteras a personas procedentes de Pakistán, Afganistán o de países africanos. Miles han quedado varados en la frontera greco-macedonia, en condiciones tremendas, infrahumanas. La gente está tan desesperada que algunos se automutilan cosiéndose la boca. La policía teme brotes de violencia entre los diversos grupos. Pero eso es solo un adelanto de lo que sucederá si Alemania pone en práctica su anuncio de rechazar a quienes tienen pocas probabilidades de obtener asilo.
Miles y miles de personas quedarían varadas en Austria, Eslovenia, Croacia, Macedonia o Grecia. Serían víctimas de una política europea de refugiados hasta ahora fallida. La afirmación de los políticos de que se podría controlar la situación mediante centros de registro y contingentes es simplemente hipócrita. Ese sistema tiene como premisa el cierre total de las fronteras exteriores de la UE. Pero en la práctica eso sería logística y políticamente inviable.
Turquía, superada
Cifrar ahora todas las esperanzas en Turquía y sugerir que con dinero y buenas palabras se podría inducir a ese país a retener a todos los refugiados sirios es una soberana tontería. Por un lado, Turquía no está siquiera en condiciones de hacerlo; tendría que cerrar sus costas y mejorar notablemente las condiciones de vida de los refugiados en pocas semanas. Por otro, no solo sirios e iraquíes llegan a través de Turquía. Cada vez más personas huyen de Afganistán, Pakistán, Irán y Eritrea, a través de Turquía. ¿Se les ha de cortar el paso a todos ellos? ¿Cómo? A lo anterior se suma la que la señal que llega a quienes quiere huir de sus países es “apúrense, antes de que se cierren las compuertas”. Eso incremente aún más la cantidad de refugiados.
A los hombres, mujeres y niños que permanecen en estos momentos en la frontera con Macedonia no les interesan los jueguitos políticos dentro de la UE. Sufren sus consecuencias, sin saber por qué. Esa es una vergüenza para Europa. No hay que desviar la mirada.