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Opinión: Sin alternativa al derecho vigente

Richard Fuchs (JAG/ERS)15 de abril de 2016

La canciller permite que el presidente turco demande al humorista Jan Böhmermann. El artículo legal esgrimido es empero obsoleto y por eso Merkel quiere eliminarlo. Con razón, opina Richard Fuchs.

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Imagen: picture-alliance/dpa/K. Nietfeld

La canciller Merkel mostró hoy otra vez su mejor cara como administradora de las tareas del estado alemán. Durante días se venía especulando si el Gobierno federal aceptaría las exigencias del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, de permitir una demanda contra el presentador del canal alemán ZDF Jan Böhmermann por injurias. Merkel allanó el camino para que los tribunales alemanes decidan si el poema que leyó Böhmermann fue realmente ultrajante para el presidente turco.

Merkel y el derecho actual

Esta decisión de Merkel de permitir que funcione el Estado de derecho es razonable por muchas razones. Defiende lo que está en la ley de la Republica Federal de Alemania. Y a esta ley también pertenece el controvertido artículo 103 del código penal, que contempla que las injurias contra un jefe de Estado extranjero pueden ser penalizadas con multa o incluso tres años de prisión.

Este artículo suena antiguo y obsoleto. Y es verdad. Se redactó a principios del siglo XX en otra Alemania. Entonces, el Estado de derecho no tomaba tan en serio eso de la igualdad y quien injuriaba a una autoridad tenía que contar con toda la dureza de las elites dominantes. Tal corriente de pensamiento no solo está anticuada en una democracia moderna, sino que también parece ser antidemocrática. Por eso es correcto que la canciller quiera derogar ese artículo aprovechando la causa Böhmermann. “Es innecesario”, explicó Merkel con una formulación muy educada.

Richard Fuchs, periodista de DW.
Richard Fuchs, periodista de DW.

Pero también está bien que la canciller no entre en la trampa de abandonar la senda de la legalidad en una difícil relación entre Alemania y Turquía. Por eso insiste en el respeto al derecho vigente, aunque no se corresponda con una interpretación moderna del a ley. Por decirlo en pocas palabras: independientemente de la opinión que uno pueda tener del presidente turco, independientemente de que se le considere digno de confianza o un déspota, no sería un buen ejemplo hacerle pagar por las negligencias de los legisladores alemanes que todavía no han derogado el citado artículo. Merkel está convencida de la fortaleza del Estado de derecho alemán, dijo hoy. Y precisamente esa confianza es lo que se necesita como respuesta a Turquía y al presidente Erdogan.

Sobre chantajes y lecciones

Desde que el Gobierno alemán cerró el acuerdo con el Gobierno turco a nivel europeo para solventar la crisis de los refugiados, en las relaciones turco-alemanas todo huele rápidamente a chantaje. También en la causa Böhmermann se comenta que el presidente ruco recibe un trato privilegiado por haber demostrado su buena disposición para superar la crisis de los refugiados. Tales reproches serán acallados cuando empiece el juicio, ya que el proceso ofrece grandes oportunidades para hacer ajustes a la libertad de prensa en este país.

Lo que Böhmermann dijo en el poema puede causar desagrado. Se podría calificar de pueril, vulgar o inhumano. Pero su relevancia se verá en un proceso en el que la opinión pública discutirá sobre dónde empiezan las ofensas en el discurso público y cómo queremos tratar el derecho al honor en la sociedad de la comunicación.

Lo mejor del asunto es que las repuestas a estas cuestiones ya no regirán para sus majestades y dirigentes de otros países, sino también para todos, sean autoridades o ciudadanos comunes. Cuando alguien considera que ha sido injuriado, no importa si es canciller, jubilado o desempleado. La dignidad humana no conoce jerarquías. Si este pensamiento se impone con la causa Böhmermann, sería un gran aporte a nuestra cultura democrática, puesto que las injurias al señor Erdogan no deberían pesar más que las que se dirigen a cualquier otro ciudadano.