Opinión: Tiempo de reflexionar
1 de julio de 2016Tras el referéndum de Gran Bretaña, ha llegado la hora de los populistas en Europa. Eso es lo que muchos dicen. En efecto: basta imaginar cómo serían Europa y el mundo si Francia fuera liderada por una presidenta Le Pen, si en Austria el canciller fuera de los populistas liberales del FPÖ o si Holanda fuera gobernada por el partido de Geert Wilders. Y, como broche de oro, con un presidente Donald Trump en Washington. Nadie puede –ni debe- descartar que al menos parte de ese escenario terrorífico pueda hacerse realidad.
Pero, por otra parte, nadie debe caer en pánico. Las últimas elecciones de España no reportaron mucha más claridad que las de hace seis meses, pero los populistas de izquierda se debilitaron. Tal parece pues que la sensatez no ha claudicado por completo, tampoco entre el electorado. Este diagnóstico tranquilizador se contrapone, por cierto, a un núcleo probablemente creciente de personas que creen hasta el mayor de los disparates si este apunta contra el establishment, la “élites” o “Europa”. ¿Por qué? Muchas personas se sienten dejadas de lado por el mundo (económico) globalizado. Y si son articulados con suficiente estridencia y persistencia (internet lo hace posible), estos sentimientos difusos adquieren relevancia política. El populismo político reacciona “conforme a las leyes de mercado”. Satisface una a todas luces existente demanda de respuestas, en lo posible, fáciles.
El citado núcleo de frustrados no debe convertirse en mayoría. Es fácil plantear tal demanda. Pero ¿qué se deriva de ello? Se espera que los políticos tengan, ante cada situación, una solución buena para la mayoría, en lo posible, de inmediato. Dado que eso rara vez resulta factible, porque el mundo es complejo, muchos se sienten rápidamente muy decepcionados. No hay otra salida: la opinión pública y el electorado deben darle a la esfera política tiempo y oportunidad para reflexionar a fondo sobre determinadas cosas. Suena a primera vista muy ingenuo, en una época en que todo se comunica en “tiempo real”. Pero ¿cómo habría de funcionar de otro modo cualquier cosa en el mundo?