Opinión: Trump, el incendiario
8 de diciembre de 2015Con la palabra “racista” debe tenerse cuidado. Pero es por completo aplicable a Donald Trump. El diccionario califica así a una persona que azuza a las masas contra alguien. Y eso es justo lo que Donald Trump hace desde hace meses. Primero arengó a los electores estadounidenses contra los inmigrantes provenientes del sur, sobre todo de México. Luego, desde que el terrorismo disfrazado de religión por parte de Estado Islámico comenzó a dominar los encabezados, Trump reorientó sus ataques. En vez de arremeter contra los inmigrantes latinoamericanos, ahora fustiga principalmente a los musulmanes.
Su demanda más reciente es absurda: impedir el ingreso de musulmanes a territorio estadounidense. La prohibición de viajar para todos los musulmanes, trátese de turistas, inmigrantes o incluso ciudadanos de EE.UU. que profesen la fe musulmana, es contraria a los principios de la Constitución de ese país, así como del derecho internacional. Tan solo debido a estas consideraciones jurídicas, no puede ser aplicada, ni lo será. Pero los daños sociales que causa Trump con sus propuestas ya son enormes. Para empezar, porque declara a los 1.500 millones de musulmanes en todo el mundo como terroristas potenciales. Eso se llama racismo, y es una burla a todos los valores y derechos de la libertad religiosa que tiene carácter histórico en Estados Unidos.
Vergonzoso y peligroso
La posición de Trump no solo es vergonzosa, sino también peligrosa. Con sus ideas, azuza sentimientos xenófobos y antiislámicos en sectores de la población donde ambos se encuentran latentes, y con ello le hace el juego precisamente a los yihadistas. No se necesita mucha fantasía para imaginarse que el ánimo entre los dueños del enorme contingente de arsenales privados en Estados Unidos pronto podría convertirse en violencia abierta.
Las expresiones de Trump encuentran amplia resonancia: finalmente, y pese a todas las críticas que se merece, aparece al frente de los posibles candidatos republicanos en la mayoría de las encuestas. Por eso, los medios, los políticos y los ciudadanos deben renunciar al error de pensar que Trump desaparecerá así como así, como si fuera una pesadilla.
Trump no es un niño terrible de la política que de vez en cuando comete algún exceso verbal y que, salvo esas contadas excepciones, es inocuo. Es un incendiario que cuenta con dinero suficiente, y entre tanto, también con un sector radical de seguidores que le permitirán permanecer por largo tiempo en la campaña electoral. Por eso es tiempo de tomar su presencia en serio, y comenzar a desenmascararlo.