Sus casi diarias ruedas de prensa sobre el coronavirus buscan demostrar confianza y poder de decisión. Pero son casi insoportables para quienes buscan orientación y hechos verificables.
Durante sus apariciones, el presidente de EE. UU. difunde, a menudo, medias verdades o incluso mentiras, y ataca a la prensa cuando se le pregunta. Sus mensajes son contradictorios y su manejo de la crisis podría costarle la vida a muchos estadounidenses.
Cuando sus propios servicios secretos advirtieron sobre los riesgos del coronavirus en enero, Donald Trump minimizó el peligro. Cuando, a falta de pruebas, el virus se propagó sin control, aseguró tener todo bajo control. Ahora se ha autodenominado "presidente de la guerra" que lucha contra un enemigo invisible. Pero no es el republicano Trump quien está actuando con coraje y determinación en la crisis y dando valor a una nación insegura, sino el demócrata Andrew Cuomo, Gobernador del estado de Nueva York, el actual epicentro de la crisis en EE. UU..
Los mensajes contradictorios de Trump
Mientras que el número de personas contagiadas en Nueva York y otras partes del país aumenta rápidamente, y cada vez más hospitales estadounidenses están llegando a sus límites, Trump quiere que la economía se reactive pronto. Mientras los médicos en Nueva York se preparan para afrontar la posibilidad de tener que decidir pronto quién se salvará y quién morirá en ausencia de ventiladores, Donald Trump se pavoneó recientemente en iglesias abarrotadas.
El sábado pasado anunció que la Casa Blanca estaba considerando imponer restricciones de entrada y salida a los estados de Nueva York, Connecticut y Nueva Jersey, pero solo unas pocas horas más tarde se retractó. En su lugar, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos emitieron una recomendación a los residentes de las regiones afectadas para que se abstuvieran de realizar viajes innecesarios.
A pesar de todo, aumenta la favorabilidad de Trump
El gobernador de Nueva York Cuomo cuenta de llamadas de neoyorquinos en pánico que consideraban la posibilidad de salir de la ciudad a tiempo. Ahí es cuando uno quisiera gritar", Estadounidenses, ¿a quién eligieron para ocupar la Casa Blanca?".
Y aún así, Trump sigue subiendo en las encuestas. La conmocionada y asustada nación se reúne en torno a su presidente, como es habitual en tiempos de crisis. Y él promete que el país saldrá más fuerte que nunca de esta crisis porque Estados Unidos es Estados Unidos. Un gran país que puede lograr cualquier cosa.
Cuando se trata de patetismo y confianza, Trump cumple el papel que se le atribuye al presidente en EE. UU. Por desgracia, esos momentos suelen durar solo unos minutos antes de que Trump se presente, de nuevo, como un vanidoso autopropagandista que se jacta de los índices de audiencia de sus ruedas de prensa y se queja lloriqueando de que los medios de comunicación y los fastidiosos gobernadores no le han rendido la suficiente pleitesía.
¿Un cheque del presidente?
A sus seguidores no les importa. Ellos creen en "su" presidente. Y después de todo, muchos estadounidenses pronto recibirán un cheque de 1.200 dólares del Gobierno, como ayuda directa en la crisis que ahora también está poniendo a tambalear la economía estadounidense. Se rumorea que Trump quisiera estampar su propia firma en los cheques. ¿Se pueden imaginar un mejor regalo electoral?
El dinero es parte del paquete de rescate más completo en la historia de EE. UU., aprobado la semana pasada por el Congreso y con el amplio respaldo de ambos partidos. Incluye miles de millones en ayuda para los trabajadores, pero también subvenciones y préstamos para pequeñas empresas, hospitales e industrias especialmente afectadas, como la aviación.
Joe Biden, el retador de Trump, lucha por llamar la atención
Tanto los demócratas como los republicanos han tenido que tragarse grandes sapos para poner en marcha este proyecto de ley para que Estados Unidos pueda sobrevivir a esta crisis económica. Para el presidente de EE. UU., que siempre se ha definido por el crecimiento económico y las cifras del mercado de valores, esta parece ser la prioridad. El cálculo de Trump: si la economía empieza a crecer de nuevo y las cifras de desempleo caen de nuevo a tiempo para las elecciones de otoño, sus votantes le seguirán siendo leales.
Mientras tanto, su probable rival —el exvicepresidente demócrata Joe Biden— está teniendo grandes dificultades para atraer la atención del público en la situación actual. El hecho de que hasta ahora haya mostrado más empatía y pericia en la crisis que el actual titular no le ha ayudado mucho en esta situación excepcional.
Porque en tiempos como estos, todo el mundo mira al hombre al frente de la Casa Blanca. Y si Estados Unidos gerencia esta crisis bien —gracias a Trump, o a pesar de Trump— entonces el presidente tiene una buena oportunidad de ser reelgido en el cargo en noviembre.
(jov/few)
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