Opinión: un juego fácil para Putin
14 de diciembre de 2017A ratos, las conversaciones transcurrían como en las grandes cenas familiares de Navidad: el abuelo echaba cuentos sobre otras épocas, decía una que otra cosa sobre la actualidad política internacional y, en general, se mostraba de buen humor. Y cuando el ambiente se agriaba por un rato, la culpa era de un pariente aguafiestas que insistía en hacer una o dos preguntas desagradables. Preguntas que el abuelito contestaba de todas maneras sin que le temblara el pulso.
Así fue la maratoniana conferencia de prensa anual del presidente ruso. Buena parte de quienes debían formularle preguntas lo que hacían, en el mejor de los casos, era lanzarle palabras claves para que Vladimir Putin articulara sus monólogos: ni la guerra en el este de Ucrania, ni la cuestión de Crimea ni el tema de la corrupción fueron mencionados en la primera hora de la transmisión. Fue después cuando se asomaron tópicos álgidos puntuales. Y los comunicadores nunca tuvieron la posibilidad de repreguntar; todos tuvieron que darse por satisfechos con las respuestas otorgadas por el mandatario.
Como conferencia de prensa, una buena opereta
La conferencia de prensa corrió el riesgo de quedar convertida en una opereta cuando un hombre de Murmansk comenzó a declamar una letanía sobre el precio del pescado y no dejó ni que el propio Putin lo interrumpiera. ¿Cómo llegó el director de una distribuidora de pescado a la conferencia de prensa? ¿Quién lo invitó o lo dejó entrar? ¿Por qué se le permitió hablar durante tanto tiempo? ¡Qué importa! Lo relevante es que el presidente tranquilizó al agitado hombre de Murmansk al decirle que él compartía su opinión sobre el precio del pescado. El mensaje para la teleaudiencia: "Nuestro presidente también sabe de estos temas”.
Putin tuvo todo bajo control… incluso cuando, repentinamente, Xenia Sobtschak tomó la palabra, no como su rival en las elecciones presidenciales pautadas para la primavera de 2018, sino como periodista de la televisora Doschd. Sobtschak, quien ahora lleva el cabello como solía hacerlo la ex primera ministra ucraniana Julia Timoshenko, increpó a Putin con severidad; pero, como todos los demás en la conferencia, se vio impedida de hacer repreguntas. Eso le permitió a Putin pasar a la contraofensiva y augurar el caos político si él no resulta reelecto en los comicios del año que viene; un desorden casi tan grave como el que reina actualmente en Ucrania. Otro mensaje para los televidentes: ¡yo o el caos!
El presidente como candidato
A partir de ahí, la conferencia de prensa anual quedó reducida a un evento publicitario gratuito para hacer campaña a favor de Putin. Eso sí, aunque el jefe de Gobierno no tenía nada nuevo que decir, algunas viejas historias todavía podían resultar provocantes a los ojos y los oídos de una audiencia extranjera: Putin dijo que Rusia no tiene tropas propias asentadas en Ucrania, que los estadounidenses tienen la culpa de que la negociación con Corea del Norte no avance, que los adversarios de Trump tergiversan los hechos y perjudican a su propio país, que el proceso de Minsk es poco efectivo, que a los deportistas extranjeros que se dopan se les permite participar en las Olimpíadas, mientras los atletas rusos que parecen haberse dopado son excluidos… Putin siempre apela a esa imputación, a medio camino entre el reproche explícito y la insinuación: Occidente sólo veta a los deportistas rusos de los Juegos de Invierno 2018 para perjudicarlo personalmente.
La conferencia también deja en evidencia cómo hacen su trabajo la mayoría de los periodistas rusos: su labor en ese acto trae a la memoria los tiempos de la Unión Soviética, cuando los comunicadores aplaudían después de recibir una respuesta del jefe de Gobierno. Pocos parecen ser conscientes de que ellos no son la extensión del Gobierno, sino la instancia que lo controla y revela irregularidades. En todo caso, Putin volvió a tener cuatro horas de diversión en la conferencia de prensa de este año. Como el abuelo en la cena de Navidad.