Opinión: un opositor menos para Vladimir Putin
8 de febrero de 2017Pussy Riot, Mijaíl Jodorkovski, Ildar Dadin… y ahora Alexei Navalny. Todos estos nombres ponen en evidencia la parcialidad política de la Justicia rusa, un poder en el que, de todas formas, ya casi nadie cree. Por lo menos, nadie que conozca, ni entre el círculo de partidarios de Navalny ni entre sus críticos. Las circunstancias de este proceso eran demasiado evidentes.
Este opositor al que las autoridades acusaron de "delitos económicos” y que ahora fue condenado a cinco años de libertad condicional ya acaparó la atención de los medios durante su periplo hasta Kirov, ciudad donde se celebró el proceso. Policías educados pero implacables, vestidos de civil, le acompañaron desde su oficina de Moscú hasta los juzgados de la provincia, a pesar de que Navalny ya había comprado los pasajes hacía tiempo y había confirmado que acudiría a la vista.
Una condena anticipada
En Kirov, el opositor ni siquiera tuvo permiso para salir del hotel durante días hasta que se anunció el veredicto. Precisamente en el momento en que quería comenzar su campaña electoral en San Petersburgo. Al final, Navalny se negó a firmar la prohibición de viajar y se marchó de Kirov para iniciar su campaña. Un intento vano, puesto que un condenado no tiene derecho a presentarse como candidato presidencial. Y así se puso fin a las ambiciones de Navalny de llegar al Kremlin.
Por su parte, Vladimir Putin, de quien nadie duda que volverá a presentarse en un año y medio, ni siquiera debería haberse preocupado por este crítico y vehemente luchador contra la corrupción. Más bien todo lo contrario, puesto que Navaly habría sido incluso útil para Putin, dándole un toque democrático a las próximas elecciones.
Navaly es una figura controvertida y no es tan popular como Putin, pero representa a una oposición verdadera frente a lo que en Rusia se conoce como "oposición dentro del sistema”. Él no formaba parte del grupo de sospechosos habituales que se visten con las hojas de la democracia, como el comunista Gennadij Sjuganow o el populista Vladimir Schirinowski. Así la victoria de Pútin en las elecciones no habría sido contra dóciles rivales, sino contra un opositor verdadero.
Elecciones, pero no democracia
¿Quién se atreve ahora a presentarse contra Putin? Grigorij Jawilinski, jefe del partido "Jabloko", no está dentro del grupo de "opositores del sistema”, pero tampoco tiene carisma como para ilusionar al votante. Se trata de un candidato de los años noventa que no ha conseguido una salida honrosa de la política. ¿Quién quedaría entonces? Aparte de la amarga realidad de que la Justicia rusa haya antepuesto el interés político al derecho, solo queda la certeza de que Vladimir Putin ganará otra vez el año que viene unas elecciones que ni siquiera tendrán un ápice de democracia.