Angela Merkel puede ser descrita, a la luz de su incomparable carrera, como la mayor ganadora de la Unidad Alemana. Hace 13 años que esta democristiana, que nació en Hamburgo pero creció en la antigua República Democrática Alemana (RDA), gobierna el país. En los últimos tiempos, más mal que bien. Así que, ni siquiera de su canciller, que es una de ellos, pueden estar aún orgullosos los alemanes del Este. Otra razón por la que el distanciamiento entre el Gobierno y los gobernados, creciente en toda la República, es más notable al Este del Elba que en Occidente.
Para los alemanes del Este, Merkel es la figura más expuesta de una política que no representa sus intereses, aunque comparte con ellos la misma experiencia y pasado en dictadura. Pero, tras la caída del Muro de Berlín, la ahora y desde 2005 jefa del Gobierno alemán ha recorrido un camino siempre ascendente, mientras millones de alemanes orientales se han despeñado durante mucho tiempo cuesta abajo. Sobre todo, la experiencia deprimente del desempleo de larga duración y personalmente inmerecido ha dejado lesiones duraderas.
Rendimiento de vidas en dictadura
Los logros de toda una vida, alcanzados bajo las condiciones de un Estado cultural y económicamente paternalista, perdieron valor y quedaron disponibles de la noche a la mañana. Para hacer frente a esto, se requiere de flexibilidad, movilidad y estabilidad emocional máxima, tanta como nunca han tenido que mostrar, comparablemente, los alemanes occidentales. Pues, en la antigua República Federal Alemana (RFA) no ocurrieron jamás cambios políticos profundos o un cambio económico estructural de un día para otro.
Los alemanes del Este, por el contrario, experimentaron, en muy corto tiempo, la total erosión de su orden social, que no sería amado por la mayoría pero que los había marcado inevitablemente. Tras la reunificación alemana, nada pudieron comprar muchos, simbólica o concretamente, con su justificado orgullo por la revolución pacífica desatada por ellos mismos entre 1989 y 1990. La mayoría ha superado este punto de partida pero, en promedio estadístico, a un nivel mucho más modesto de lo habitual en el Occidente del país.
Reconocimiento y respeto
Se puede comprobar en el más reciente informe sobre el estado actual de la unidad alemana: incluso 28 años después del fin de la separación en dos Estados, los salarios reales pagados en el Este se acercan solo al 82 por ciento del nivel en el Oeste. Quien venda esto como un éxito, cierra sus ojos al contexto y las implicaciones que estas cifras revelan. Porque menos dinero por el mismo trabajo significa, al mismo tiempo, menos reconocimiento y respeto.
Al oído de los alemanes orientales, la charla barata sobre el valor del rendimiento le suena, por lo tanto, menos creíble al de los socializados en Alemania Occidental. Los salarios más bajos, la falta de acreditación de años laborados para calcular las pensiones y otras injusticias tienen consecuencias de por vida. La sociedad de dos clases está escrita en piedra para quienes hoy rondan o sobrepasan los 50 años de edad. Eso es y seguirá siendo escandaloso.
Gobierno casi libre de alemanes del Este
A largo plazo, más incluso que esta cementada discriminación material, pesa la indiscutible hegemonía de las élites de Alemania occidental en casi todas las esferas de la sociedad. Sin la propia Canciller federal y la ministra de familia Franziska Giffey, nacida en 1979 en la RDA, el gabinete de 16 carteras de Angela Merkel sería una zona libre de alemanes del Este. El hecho pudiera ser considerado una mera coincidencia. Pero también puede considerársele por lo que es: un síntoma del estado de la unidad alemana.
Desde la reunificación del Estado, al país le ha nacido una nueva generación y, sin embargo, los alemanes occidentales continúan marcando el paso en casi todas las esferas. Los alemanes del Este están todavía muy poco representados en los niveles ejecutivos de empresas, universidades o medios de comunicación y, desafortunadamente, DW no es una excepción.
Solo cuando estado de cosas se haya superado al menos en parte, se podrán detener las comparaciones a menudo molestas, y sin embargo necesarias, entre el Este y el Oeste. Solo cuando el Día de la Unidad Alemana no proporcione una razón para un comentario como este, quizás, esa unidad interna se habrá completado.
Autor: Marcel Fürstenau (rml/ers)
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