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Paz inasible en Afganistán

3 de septiembre de 2019

El fin de la guerra en Afganistán no parece cercano. Cuando los talibanes se vean obligados a velar por la paz en el país tendrán que enfrentar los mismos problemas que hoy tienen EE. UU. y la OTAN, opina Florian Weigand

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Symbolbild - Fahne Afghanistan
Imagen: Getty Images/AFP/S. Marai

En la mañana, mirando al cielo, sin saber si el avión de combate lanzará sus bombas sobre este pueblo o sobre el siguiente. En la tarde, camino al trabajo, a la boda o a la mezquita, con la sensación de peligro inminente. De noche, susurrando a oscuras tras la puerta de la casa tras oír disparos en la calle.

Esa es la realidad cotidiana en Afganistán, donde impera la guerra desde hace dieciocho años. En la noche de este lunes (2.9.2019), dieciséis personas murieron en Kabul tras un atentado perpetrado por los talibanes. Todas las víctimas eran civiles. Unas 120 personas resultaron heridas. De ahí que la paz sea lo que los afganos desean con mayor fervor, paz a cualquier precio.

Pero, ¿no es el precio demasiado alto cuando Estados Unidos y los talibanes llegan a un acuerdo en Doha para llevar la paz a Afganistán sin haber negociado para nada aspectos como democracia, derechos humanos, libertad de prensa, igualdad de género, libre acceso a la educación tanto para hombres y niños como para mujeres y niñas?

HA Asien | Florian Weigand
Florian Weigand, comentarista de DW.Imagen: DW/P. Böll

No a los ojos de la mayoría de los afganos, que hace tiempo dejó de percibir la diferencia fundamental entre los terroristas y los antiterroristas. Cuando los talibanes perpetran atentados, son civiles los que con más frecuencia mueren; pero son igualmente civiles lo que pierden la vida cuando los militares afganos y sus asesores estadounidenses lanzan bombas y ataques; a estas alturas del año, los últimos han matado a más civiles que los propios talibanes.

La cínica táctica de los talibanes

Los puntos principales del acuerdo de paz son más claros ahora, pero, sin importar lo que se piense de ese pacto, en esencia, no es mucho lo que cambiará después de Doha. Incluso los que se esfuerzan en ver una luz al final del túnel tienden a darle la razón, finalmente, a los más lúgubres de los análisis que circulan por los medios y las redes sociales: la paz no prosperará tan rápidamente en Afganistán. Al contrario: lo más probable es que estalle una nueva guerra civil, tan cruenta como la que se registró en los años noventa, cuando los soviéticos abandonaron el territorio afgano.

Puede que las tropas estadounidenses se retiren tranquilamente en el marco de una tregua. De hecho, un alto el fuego está pautado en la agenda de los talibanes tan pronto comiencen sus conversaciones con el actual Gobierno de Afganistán. Pero esa es una promesa vaga.

Otra lección aprendida durante las negociaciones de Doha es que los talibanes no tuvieron tapujos en continuar haciendo la guerra en Afganistán, incluso mientras se ufanaban de estar en buenos términos con Estados Unidos. Ellos lanzaban con atentados como quien jugaba sus cartas en un juego de estrategia. El hecho de que gente de carne y hueso perdiera la vida en esos ataques no les importaba para nada. Casi nadie puede dudar due los talibanes seguirán apelando a esta táctica cínica en las negociaciones internas de Afganistán.

Estado Islámico, la gran incógnita

No hay paz a la vista tras el acuerdo alcanzado con Kabul o, en el peor de los casos, con la nueva versión del emirato radical islamista de los años noventa. Ya hay comandantes talibanes que, o coquetean con el robustecimiento del autoproclamado Estado Islámico, o ya se han unido a sus filas, enfurecidos por el hecho de que los negociadores de Doha hayan recurrido precisamente a la ayuda de Estados Unidos.

La gran incógnita sigue siendo Estado Islámico: la esperanza no articulada de Estados Unidos es que los talibanes forcejeen con Estado Islámico para poder cumplir su promesa de no permitir que Afganistán vuelva a producir terroristas de escala internacional. Curiosamente, los talibanes se encuentran frente a un desafío similar al que enfrentan Estdos Unidos y la OTAN hoy: como Estado Islámico no puede ser vencido militarmente, los talibanes no pueden ser más exitosos que Occidente. Por muy amarga que sea la realidad: nadie puede decir hoy cuántos años durará la guerra en Afganistán.

(erc/cp)

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