Pegida se desmorona
29 de enero de 2015A veces se puede ser víctima del propio éxito. Eso suele ocurrir especialmente en la fase fundacional de partidos y movimientos políticos. Si una nueva agrupación encuentra amplia resonancia, atrae también mágicamente a desencantados, eternos frustrados y personas de ideas disparatas, que ponen a prueba la tolerancia del grupo. Consecuencia: interminables pugnas entre facciones. Eso crispa los nervios del personal directivo, carente de experiencia política, que por lo general debe ganarse el sustento con otro trabajo y que suele desistir.
Las pugnas permanentes enervan también al público, el grupo pierde adeptos y en algún momento cae en el olvido. Esa fue la suerte que corrieron últimamente en Alemania el “Statt-Partei” y el Partido Pirata. De facto, ellos mismos se desintegraron. Y ahora también está por verse si el partido Alternativa para Alemania será más que un fenómeno transitorio.
En el caso de Pegida (Patriotas Europeos Contra la Islamización de Occidente), el proceso discurrirá en forma similar en las próximas semanas. Naturalmente habrá todavía algunas manifestaciones en Dresde. Pero acudirán a ellas considerablemente menos personas. En consecuencia, la prensa no informará tan profusamente y, por ende, menos gente participará en lo sucesivo. Pegida se extinguirá. Y quizá dentro de 10 o 20 años será interesante para los historiadores del período contemporáneo dilucidar en qué secuencia ocurrieron las cosas: ¿Hubo primero un movimiento ciudadano de rápido crecimiento, que fue instrumentalizado por notorios extremistas de derecha? ¿O se trató desde el comienzo de ultraderechistas disfrazados, que lograron formular su “manifiesto” de manera compatible con las masas, al grado de que acudieron a las llamadas “caminatas” de Dresde también miles de ciudadanos que se indignarían si se los tildara de extremistas de derecha?
Preguntas pendientes
Es probable que en la mayoría de las redacciones de prensa y en la esfera política alemana impere hoy alivio por las noticias llegadas de Dresde. Pegida provocó allí por lo menos desconcierto, y muchas veces también abierta hostilidad o polémicas despectivas. Lo último no es algo de lo que Alemania pueda vanagloriarse; no segregar convicciones es algo que identifica a las democracias vivas. E incluso si acaban pronto las manifestaciones, las preguntas de los manifestantes siguen ahí.
Por ejemplo, si los matrimonios forzados y los asesinatos “para defender el honor de la familia” son parte de Alemania, en vista de que el islam es parte de Alemania, según el ex presidente alemán Christian Wulf y la canciller Angela Merkel. Todos saben que ambas cosas existen en Alemania, aunque no como fenómeno masivo. Pero la esfera política establecida dice poco y nada al respecto, porque nadie quiere exponerse a la sospecha de tener afinidad con la derecha radical.
¿Quién representa a los seguidores de Pegida?
La pregunta clave sigue siendo quién acogerá políticamente a los simpatizantes de Pegida. La reciente visita del jefe del Partido Socialdemócrata (SPD), Sigmar Gabriel, a Dresde, fue una señal importante. Pero ¿lo secundará su partido? En la Unión Cristianodemócrata (CDU), en tanto, la vicepresidenta, Julia Klöckner, se atrevió a pedir comprensión para los seguidores de Pegida y de inmediato en varios medios se le atribuyeron simpatías con los nazis.
Queda el partido “Alternativa para Alemania”. El fin de semana celebrará un congreso en Hamburgo, que deberá dar indicios de hacia dónde se moverá esa colectividad, que el año pasado fracasó por poco en su intento de llegar al Bundestag. La pregunta medular es: ¿puede haber en Alemania un partido a la derecha de la CDU que no sea inmediatamente marginado bajo el cargo de estar fuera del espectro democrático? Si la respuesta es afirmativa, a Merkel deberían sonarle las alarmas. Porque, aparte de una coalición con el SPD, no tendría opción para formar mayoría. Y es no es algo que pueda desear.