Pizarro busca un adiós de pie
8 de septiembre de 2015Claudio Pizarro estuvo más de dos meses desempleado. Al peruano sin duda no le faltó el dinero durante ese tiempo, pero si una ocupación, y la confirmación diaria de ser útil, de estar haciendo algo para lo que se tiene talento, bastante talento. No en vano en sus manos reposa un récord que parece condenado a ser eterno por las dimensiones que tiene: 176 goles en 383 partidos.
Esas cifras hacen de Pizarro el máximo goleador extranjero de la Bundesliga. Aún así, desde el pasado primero de julio él no tenía trabajo pues en el club donde mayores éxitos profesionales obtuvo ya no le necesitaban. El delantero peruano luchó por un nuevo contrato en el Bayern, pero en Múnich sus servicios se hicieron prescindibles.
En los últimos tres años Pizarro prácticamente no pisó las canchas de fútbol. Durante ese tiempo, en el Bayern su valor no se tasaba desde la perspectiva deportiva. La importancia del peruano en el equipo no tenía mucho que ver con los goles que marcaba, sino con el apoyo que brindaba fuera del campo a los directivos y el cuerpo técnico.
Cuando el entrenador Pep Guardiola empezó en el Bayern, tener a Claudio Pizarro en la plantilla resultó ser algo positivo que ayudaba a facilitar el trabajo. El peruano, ya con 34 años, conocía de vieja data el club, tenía excelentes relaciones con sus compañeros y las directivas, no tenía ninguna pretensión de ser titular, hablaba español y dominaba el alemán a la perfección.
En la primera temporada de Guardiola, el aporte de Pizarro como puente de comunicación fue recompensado con frecuentes apariciones (17 partidos, 10 goles), y la renovación de su contrato por un año más, hasta junio 30 del 2014. Pero en el segundo campeonato del entrenador español en Alemania, el peruano fue perdiendo importancia. Sus oportunidades se redujeron (13 partidos, 0 goles) mientras Guardiola y su cuerpo técnico cada vez manejaban mejor el ambiente en Múnich.
Claudio Pizarro vio entonces cómo expiró el contrato con el Bayern acompañado de la negativa a una posible renovación. El futbolista se quedó sin empleo mientras su leyenda sufría por culpa de la falta de una oportunidad de cerrar la carrera con el redoble de tambores.
El peruano estuvo varias semanas contemplando su futuro desde el sofá, pues no contó con la opción de -por lo menos- entrenar con el segundo equipo del Bayern para conservar su estado físico. Alejado del balón, el máximo goleador extranjero de Alemania tuvo que trabajar por su propia cuenta para mantener su condición física con largas y solitarias sesiones de trote en los bosques de las afueras de Múnich.
La despedida marcó el regreso
El famoso jugador latinoamericano tuvo que enfrentar entonces la realidad: su situación estaba tomando forma de retiro definitivo. Las puertas de los grandes clubes europeos permanecen cerradas cuando las golpea un futbolista de 36 años, y las opciones para seguir jugando a esa edad se dan principalmente en Estados Unidos o el Medio Oriente.
Pero Pizarro había ya proclamado su deseo de quedarse a vivir para siempre en Alemania, donde había echado raíces, donde había triunfado, y en donde le gustaría seguir jugando. Sin embargo, las ofertas que recibió del Bremen, 1860 Múnich, Ingolstadt, y Augsburgo, no lograron convencerlo.
Bajo estas circunstancias llegó la tercera fecha de la temporada de la Bundesliga. Ante 75.000 espectadores en el Estadio Allianz Arena, el Bayern le dio un ramo de flores a Claudio Pizarro a manera de adiós. Luego vendría el partido contra el Leverkusen, en el que el peruano fue testigo de cómo la afición aplaudía y celebraba a sus excompañeros en la cancha mientras él, vestido de camisa y pantalón largo, sostenía en las manos un par de claveles en vez de correr con el balón en sus pies.
Pizarro comprendió entonces que esta no era la forma en la que quería abandonar su profesión. Esa claridad aceleró las negociaciones con Bremen, el club donde inició su carrera en Alemania, y en el cual aún es un ídolo. El peruano redujo al mínimo sus pretensiones salariales y firmó un contrato por una temporada más en la que a cambio de ganar dinero se da la oportunidad de despedirse del fútbol jugando.