Por una "pedagogía inclusiva"
16 de febrero de 2012Sandra Wobig no ha enseñado nunca a niños con discapacidades físicas o mentales. Pero sabe bien lo que significa impartir clases a estudiantes inquietos, con problemas de concentración, que no aprenden al ritmo de la mayoría, que tienen dificultades para expresarse correctamente. Es un reto para el que muchos maestros alemanes no están aún preparados. “Yo noté que no podía darles lo que ellos realmente necesitan”, admite Sandra.
Pero la pedagoga se propuso cambiar esa realidad. Por eso, a sus 28 años, estudia nuevamente en una escuela para la enseñanza básica y media en Hannover. Es una de los 24 primerizos en la carrera de “Pedagogía Inclusiva”, estrenada en la Universidad de Hildesheim. La maestra de enseñanza media Gisela Hollander-Frolow, a sus 54 años, se sumó también al curso para aprender a tratar, en una misma clase, a niños con aptitudes y necesidades totalmente diferentes.
El miedo a la inclusión
“Muchos de mis colegas le tienen miedo a la inclusión”, cuenta Gisela. “Los directores y el gremio en general se ven totalmente desvalidos, pues les faltan las herramientas para enfrentar el fenómeno”, agrega. Por supuesto que hay maestros dispuestos a ocuparse de los niños con discapacidades y necesidades especiales, “pero se preguntan cada vez más cómo podrán enfrentarlo y qué podría ayudarlos”, explica la experimentada pedagoga.
A esta necesidad apuesta la nueva opción de estudios de posgrado que ofrece la Universidad de Hildesheim. Pues aún tendrán que pasar años para que los actuales maestros en formación –que sí se preparan para enfrentar una pedagogía inclusiva- lleguen a las aulas. “Los posgrados que conocía hasta ahora duran unas cuatro semanas y no aportan mucho”, asegura la joven maestra Sandra Wobig.
Nuevas perspectivas
Es por eso que Margitta Rudolph, la directora del Centro de Posgrado de la Universidad de Hildesheim, desarrolló el concepto de esta nueva carrera. La oferta es todavía única en Alemania. Pero la inclusión, no sólo en el sistema educativo, es una tarea a la que el país se comprometió con su firma de la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, en 2009.
En la práctica, ese compromiso se materializa a pasos demasiados lentos, opina el experto en temas educativos Heiner Wocken. Tendría que haber estudios de posgrado que acompañen la reforma por doquier, pues “los maestros alemanes no han aprendido a enseñar a grupos heterogéneos”, lamenta Wocken.
Pero no basta con la formación de posgrado, indica el experto. “Tenemos que unir en un mismo modelo todos los tipos de escuelas (de un mismo nivel que existen en Alemania)”, exige. Y tampoco es suficiente establecer determinados estándares para la inclusión en el Gymnasium (instituto que permite el acceso a la universidad), la Realschule (escuela media que permite el acceso a determinados aprendizajes técnicos y de oficios) y la Hauptschule (escuela media que sólo permite acceder luego a aprendizajes de oficios manuales).
Como premisa "para la inclusión, necesitamos un sistema educativo inclusivo, pero para eso falta una voluntad enérgica”, opina Wocken. Pues inclusión significa asumir una nueva perspectiva de la pedagogía y desarrollar una nueva postura ante las discapacidades.
Tres pasos para el éxito
En Hildesheim se camina exactamente en esta dirección. Los estudiantes aprenden primero otra concepción de la didáctica. “La postura de los maestros hacia sus alumnos debe cambiar si quieren incentivar el desarrollo de todos los niños, atendiendo a sus diferencias”, explica Margitta Rudolph. Los pedagogos deben aprender también a comunicarse con los chicos de de modo que todos puedan seguir la clase y comprender las materias.
Y, por último se trata de aprender cómo transmitir lo aprendido en Hildesheim al resto de sus colegas, pues no todos podrán cursar este posgrado. El curso es internacional y se imparte en cooperación con el Instituto Pedagógico de Zúrich. De ello se benefician sobre todo los maestros alemanes, pues los suizos tienen más experiencia con el tema en sus escuelas.
Tras cuatro meses de clases, los estudiantes del posgrado de Hildesheim notan las primeras diferencias. Wobig ha pactado con uno de sus alumnos con problemas de concentración. Juntos diseñaron un plan en el que ambos fijaron el modo en que el adolescente enfrentará sus tareas escolares. Y la maestra se alegra: “el chico ha mejorado sus notas en mis asignaturas”.
Autor: Oliver Jürgens / Rosa Muñoz Lima
Editor: Pablo Kummetz