Proteger la biodiversidad para proteger las comunidades
18 de febrero de 2014Cortinas de agua caen sobre playas, destrozando embarcaderos y casas de madera y volcando barcos. Bajo las olas, las aguas se revuelven, y las burbujas levantan la arena que daña las frágiles estructuras de corales. Es el mes de noviembre de 2013, y el gran tifón Haiyan arrasa las islas filipinas. Fue uno de los mayores tifones jamás registrados, acabó con las vidas de miles de personas y destruyó ecosistemas enteros, como por ejemplo algunos de los arrecifes de coral del país.
“Es como una selva recién deforestada, se puede ver una masa de restos de corales arrancados de horizonte a horizonte”, describe Gregg Yan, el director de comunicaciones de la World Wide Fund (WWF) en Filipinas, refiriéndose al impacto de los grandes tifones como el Haiyan en arrecifes de coral por el archipiélago. “Es realmente terrible, porque ni siquiera la pesca con explosivos causa tantos daños”, añade.
Resistencia a las tormentas
En Filipinas, WWF trabaja en proyectos basados alrededor del arrecife de Apo, cerca de la isla de Mindoro, y en el Parque Marino del Arrecife de Tubbataha, cerca de la isla Palawan, para proteger los arrecifes de la sobrepesca y explotación de recursos, y cuidándolos para que puedan recuperarse del daño causado por las tormentas.
El arrecife de Apo, el más grande de Asia y el segundo mayor arrecife coralino contiguo del mundo, cubre 34 kilómetros cuadrados, y alberga más de 200 especies de coral. Crea biomasa de peces en un equivalente a 76 toneladas por kilómetro cuadrado, y es por tanto una fuente de alimento muy importante para Filipinas, que tiene una población de más de 100 millones de personas. “La población crece, y con ello las preocupaciones sobre cómo alimentarla”, dice Yan. “Los efectos del cambio climático, como las tormentas, están causando estragos en los sistemas de producción de alimentos, como granjas y arrozales. Por ello, nos hemos dado cuenta de que la mejor manera de alimentar a la población filipina es recurrir al mar”.
No obstante, WWF dice que gran parte de los arrecifes alrededor de Filipinas está considerado como “decente” o “malo”, y solo un uno por ciento de ellos son “excelentes”, y por tanto, especialmente productivos. Para cambiar esta situación, WWF trabaja junto con el gobierno de Filipinas, la aerolínea Cebu Pacific Air y comunidades costeras para proteger los arrecifes más productivos, estableciendo estaciones de monitoreo y patrullas para combatir la pesca ilegal.
Presión sobre recursos naturales
El 60 por ciento de los arrecifes de coral del planeta están amenazados, pero no se trata de las únicas especies que sufren el impacto de los desastres naturales, que además de tormentas, incluyen tsunamis, deslizamientos de tierra y temblores. En Haití, un terremoto devastó el país en 2010. Fue uno de los peores desastres naturales que se recuerdan: acabó con la vida de más de 100.000 personas, destruyó ríos, eliminó las tierras de los campos y dañó el ecosistema marino.
En algunas partes del país, los canales de agua cambiaron o desaparecieron completamente como resultado del terremoto, y el desastre también obligó a mucha gente a trasladarse de la ciudad al campo, añadiendo presión en recursos naturales tales como árboles y tierras a causa del crecimiento de la agricultura. Esto ha provocado que las consecuencias duren más, y le resulte más difícil al ecosistema recuperarse.
“Tras un desastre se puede dar un círculo vicioso de presión creciente en el entorno”, dice Thomas Pitaud, asesor de reducción de riesgos por desastres en el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Haití, refiriéndose al movimiento de la población entre la ciudad y el campo tras el terremoto. “Podemos asumir que esta presión incrementa la degradación y el impacto negativo sobre el ecosistema”.
Aún así, la deforestación, sobreexplotación de los recursos de la tierra y del mar y la pérdida de tierras aptas para la plantación de cosechas son problemas que ya se daban en Haití antes del terremoto, y son asuntos que han hecho aún más difícil la recuperación del ecosistema.
Replantación y protección
En un intento de prevenir más daños a la biodiversidad, el PNUD ha organizado proyectos centrándose en la deforestación sostenible, gestión de arenas y riberas fluviales y replantación y protección de manglares, que actúan como barrera física contra tormentas y son un lugar de reproducción para peces y crustáceos.
Otras organizaciones como la Unión Europea también están involucradas en programas similares por todo el mundo con el fin de fortalecer los ecosistemas y asegurarse de que son resistentes y podrían reaccionar ante amenazas como el cambio climático, la contaminación y la sobreexplotación de recursos.
¿“Maladaptación”?
A pesar de las medidas, los analistas dicen que la frecuencia de los desastres naturales seguramente aumentará como resultado del cambio climático. Esto significa que los gobiernos alrededor del mundo deben pasar a la acción para proteger los ecosistemas, que a su vez puede ayudar a proteger las comunidades del impacto de tifones, deslizamientos de tierra y terremotos. Pero hay problemas para ello.
“A menudo, la respuesta (de los gobiernos) se refiere al desastre que acaba de pasar, y así, toman acciones de cara a lo que acaban de experimentar, sin contemplar otros riesgos. En ocasiones, esto lleva a una maladaptación”, dice Sarah Boulter, investigadora del Departamento Nacional de Investigación sobre Adaptación al Cambio Climático de la Universidad de Griffith, en Queensland, Australia. “Pero se ha convertido en un tema muy político. Cuando se ha de decir a la gente que no se puede seguir viviendo en un terreno inundado, o que no se puede seguir cultivando determinadas cosechas porque suponen un gran riesgo y se deberían plantar árboles en lugar de ello, es una cuestión política, y a los políticos les cuesta imponer estas soluciones”, añade.
Aún así, Pitaud dice que una de las formas más importantes de proteger el medio ambiente es involucrar a las comunidades locales. “Uno de los mayores problemas en Haití es la educación de la población, porque el acceso a ella es muy difícil”, explica. “Trabajamos mucho con escuelas y con las generaciones más jóvenes para sensibilizarlos y ayudarles a desarrollar la actitud adecuada para prevenir desastres”.
Autor: Louise Osbourne/lab
Editor: Enrique López