Rostros vemos...
12 de enero de 2010Aunque tendemos a darlo por sentado, el hecho de que seamos capaces de reconocer los rostros de las personas que conocemos –se trata literalmente de cientos de rostros– es una hazaña maravillosa de nuestro cerebro. Igual de maravilloso, aunque a veces nos ponga en aprietos, es el hecho de que haya caras que no podemos retener en nuestra memoria aunque las hayamos visto varias veces. Saber cómo funciona el sistema de percepción visual con que nuestro cerebro viene equipado no nos caería nada mal.
Por sus hallazgos en el estudio de los mecanismos neuronales que permiten la percepción, el almacenamiento y la identificación repetida de los rostros humanos, un grupo de psicólogos de la Universidad Friedrich Schiller de Jena fue galardonado con el Premio a la Investigación 2009 del Estado federado de Turingia. Los científicos no han contemplado todavía las aplicaciones directas de su trabajo –por eso reciben el galardón en la categoría Investigación Fundamental–, pero, en tiempos como estos, cuando la seguridad es un tema de prioridad global, no se tardará en darle un uso práctico a sus descubrimientos.
Ciencia aplicada
“Nuestro trabajo tiene relevancia para usos clínicos. Por ejemplo, para incrementar el entendimiento y el tratamiento de trastornos como la prosopagnosia, que le impide a un paciente reconocer las caras de personas conocidas”, explica el profesor Stefan Schweinberger, quien, junto a los doctores Jürgen Kaufmann y Holger Wiese, recibirá el premio el próximo 11 de febrero.
“Mi grupo de trabajo no se concentra en el desarrollo de algoritmos y mecanismos para el reconocimiento automatizado de rostros, pero tenemos una cooperación con un grupo en Gran Bretaña que sí lo hace y ellos han concebido interesantes técnicas que nos dan referencias sobre cómo deben ser tomados los retratos para optimizar la identificación humana, en otras palabras, qué características deberá tener en el futuro la foto de pasaporte ideal”, agrega el investigador.
Experto en rostros
Según Schweinberger, casi todas las caras en nuestro entorno tienen una configuración muy similar: sus rasgos –los ojos, la nariz, la boca– están ordenados espacialmente y proporcionalmente de una manera muy homogénea. La falta de contraste debería aumentar el grado de complejidad de la tarea de identificar a un rostro de otro, pero eso no parece ser un problema para los humanos. “Los humanos somos expertos en caras y lo que a los científicos nos interesa son las condiciones y los mecanismos de codificación neuronal en nuestro cerebro que nos permiten desarrollar esa capacidad”, enfatiza el científico.
¿Y qué hay de la dificultad que a veces tenemos para recordar la cara de alguien que conocemos, para recordar que conocemos a la persona que tenemos delante de nosotros o para distinguir una cara de otra cuando ambas nos resultan exóticas? “Los alemanes tenemos una expresión que reza: ‘Para mí, todos los chinos se ven iguales’. Y hay algo de verdad en ella; al parecer tenemos mayor dificultad para codificar y reconocer los rostros de personas pertenecientes a grupos étnicos distintos del nuestro, y eso se puede comprobar a través de experimentos”, sostiene Schweinberger.
“Todos los blancos se ven iguales”
Está claro que el uso del adjetivo “exótico” debe relativizarse; no estamos acostumbrados a decirlo, pero también los blancos son susceptibles de parecerse demasiado los unos a los otros. “La gama de finas variaciones que diferencian a un rostro centroeuropeo de otro es distinta de la gama de variaciones que diferencian a un rostro asiático de otro, por ejemplo. Codificar y reconocer los rostros de personas pertenecientes a un grupo étnico distinto del nuestro con la misma eficiencia con que reconocemos las caras de personas de nuestro grupo étnico exige una gran capacidad visual”, insiste el psicólogo, sabiendo de antemano que entra en una discusión algo espinosa.
¿Qué quiere decir cuando habla de un “rostro asiático” o un “rostro centroeuropeo”, sobre todo en una época marcada por la globalización? ¿Cómo fusionar el lugar de nacimiento de una persona con sus rasgos faciales o “étnicos” y emplear esa categoría en un discurso científico sin caer en concepciones raciales ya superadas? “Esa es una discusión que los psicólogos de la percepción sostenemos una y otra vez con los psicólogos sociales, y que yo considero muy productiva”, dice Schweinberger.
Entre psicólogos
“Los psicólogos sociales argumentan que las diferencias que yo acabo de describir son socialmente construidas y que mi dificultad para reconocer los rostros de personas pertenecientes a un grupo étnico distinto del mío se ve influenciada por mi entorno, por simpatías, antipatías o prejuicios sociales”, señala el investigador de Jena.
“Pero hemos hecho experimentos en los cuales se registran las respuestas eléctricas del cerebro de nuestro colaborador cuando observa uno y otro rostro: el procesamiento de los rostros pertenecientes a personas de su mismo grupo étnico es más rápido –200 milisegundos– que el de los rostros de personas de otros grupos étnicos. Aunque creo que el condicionamiento social sí juega un papel en nuestra percepción, 200 milisegundos no bastan para hacer procesos de clasificación social”, asegura Schweinberger.
Autor: Evan Romero-Castillo
Editor: Pablo Kummetz