Putin gana en Siria
23 de septiembre de 2015No, la crisis de los refugiados en el bloque comunitario no es la razón por la que Rusia decidió estacionar aviones de combate, helicópteros de guerra y otros equipos de carácter bélico en una base militar instalada recientemente en Siria. El Kremlin se ha desentendido del masivo flujo migratorio proveniente de Siria y el Cercano Oriente, describiéndolo como un problema interno de Europa. Por principio, los valores morales no son nunca el punto de partida para la política exterior rusa.
Sólo cuentan los intereses nacionales
Es de suponer que en Moscú sólo cuentan los intereses geopolíticos objetivos del Estado. Y es que, ajeno a la cuestión ética de su co-responsabilidad en el baño de sangre sirio, la política exterior rusa nunca ha tenido problemas en apoyar al régimen de Bashar al Assad en términos diplomáticos y militares. Después de todo, Assad es el único socio que le queda a Rusia en el Cercano Oriente. Y sólo eso cuenta para la política del poder de Rusia.
Sin embargo, cuando el verano llegaba a su fin, el Kremlin empezó a temer que Assad pudiera empezar a negociar con terceros tras bastidores: el pacto nuclear firmado con Irán apunta hacia una distensión de las relaciones entre Washington y Teherán, que es el aliado más importante de Damasco. Y la intensificación de la intervención militar de Estados Unidos y Turquía en Siria, que está dirigida, en primera instancia, contra los asesinos del autoproclamado Estado Islámico, no deja de ser una amenaza para el régimen de Assad.
Es por eso que el presidente ruso, Vladimir Putin, parece haber decidido huir hacia delante: en las últimas semanas, a la sombra de la lucha occidental contra Estado Islámico, Moscú construyó a toda prisa una base militar rusa en la costa siria. En el esperado discurso que dará ante la Asamblea General de las Naciones Unidas a finales de septiembre, lo más seguro es que Putin describa su base militar en Siria como su gran aporte a la lucha contra Estado Islámico e insista en la necesidad de apoyar a Assad.
Las metas grandes y las pequeñas
Si Estados Unidos y otras potencias occidentales aceptan la oferta, Putin habrá alcanzado su meta más ambiciosa: romper el régimen de aislamiento internacional al que Rusia fue sometido tras anexar la península de Crimea a su territorio y atizar la guerra en el este de Ucrania. El estatus de Rusia como poder global se vería reconocido de nuevo y Moscú volvería a estar al mismo nivel que Washington. Al mismo tiempo, el régimen de Assad estaría parcialmente asegurado; también eso sería percibido como evidencia del poder de Rusia.
Si Estados Unidos no acepta la propuesta de formar un frente conjunto contra Estado Islámico –lo cual suspendería transitoriamente la discusión en torno al futuro del régimen de Assad–, Moscú todavía podría salir fortalecida de la situación en que se encuentra: y es que Rusia ya tiene una base militar propia bien atornillada en ese lugar estratégico que es la costa oriental del mar Mediterráneo. Aún cuando Siria siga desmoronándose debido a la guerra civil, la región de Latakia, donde está la base rusa, fue un punto bien elegido.
Latakia no es solamente la región de origen de la familia de Assad; esa zona es ante todo la patria histórica de los alevíes. Y, en una fase post Assad, esas tierras pueden convertirse en el bastión de un Estado aleví como el que existió después de la Primera Guerra Mundial con el visto bueno de Francia. Como compensación por la base militar que le permitieron construir en ese enclave, Moscú podría ponerse a la orden como potencia protectora de ese Estado aleví. Rusia se convertiría así en un actor permanente en el Cercano Oriente. Aún si Rusia sólo consiguiera este resultado, su política para Siria podría ser considerada en éxito absoluto.