Que no prohiban fumar: ¡mis pulmones son míos!
31 de mayo de 2007
Winston Churchill lo hacía, Ludwig Erhard también y Helmut Schmidt sigue haciéndolo. De personajes como Hitler o Pol Pot no sabemos que hayan sido vistos con algo tan decadente como un puro o un cigarro en la boca. Por ejemplo, en Irán el acto de fumar en público ya no es visto con buenos ojos, sobre todo en las mujeres. Con todo esto no quiero hacer comparaciones fuera de lugar ni decir que los no fumadores tienden al despotismo. ¡Que Dios me guarde -y a mi carrera- de tales declaraciones políticamente incorrectas, (y falsas)!
Pero el debate sobre cualquier tipo de prohibición del consumo de tabaco no es asunto de tolerancia o intoleracia frente a quien tiene otra opinión. Al fin y al cabo se trata del concepto de libertad que tiene una sociedad y de la responsabilidad individual.
Por supuesto que no es sano fumar, y que los fumadores que se comportan irresponsablemente pueden perjudicar a los demás. También es cierto que las consecuencias provocadas por el vicio disparan los costos sanitarios a cifras millonarias. Pero esta argumentación se vence fácilmente se si se contrasta con la cuenta contraria.
¡Comer es mucho más peligroso!
Entre los impuestos al consumo en Alemania, el impuesto al tabaco es la segunda fuente de ingresos más alta después del impuesto al combustible. Eso sin considerar el impuesto al valor agregado (IVA), que se aplica a los productos tabacaleros, ni el impuesto sobre la renta que la misma industria tabacalera y sus trabajadores pagan al Estado. Los beneficios recaudados a través de los impuestos al tabaco, que por cierto, han subido casi anualmente durante los últimos 30 años- han sido invertidos en rubros tan diversos como el fortalecimiento del sistema sanitario o el financiamiento de medidas antiterroristas.
No, no se trata de una ecuación económica, pues si ése fuera el caso entonces también habría que hacer un balance de las consecuencias del tráfico vehicular, desde la contaminación con polvo fino, pasando por las emisiones de CO2, hasta la media de 14 muertes por accidentes de tráfico diariamente. Entonces también habría que prohibir andar en coche. Por cierto comer también, por lo menos todo lo que sea grasoso, dulce, salado o simplemente rico. Porque el mayor número de muertes en Alemania se deben a enfermedades cardiacas provocadas por una alimentación poco sana o por la falta de ejercicio. ¿Y dónde está la policía alimentaria o el comisario del deporte?
Responsabilidad individual
Seguramente que existen razones de peso bien pensadas, que si no han sido implementadas en un proyecto de ley debe ser por la complejidad del tema. Por último hay que destacar que el consumo de comida grasa con moderación puede ser sano, tanto como el practicar deportes que encierren un cierto potencial de peligro. Pongamos como ejemplos el esquiar o montar a caballo. Afortunadamente, ambos son considerados decadentes, así que, a medio plazo cabe esperar su prohibición. Las primas de seguro incluso ya han subido.
En este punto hay que aclarar que para los fanáticos de las normas en la República Federal de Alemania lo importante no es el asunto en sí, sino su normalización. Todo aquello que se desvíe de la norma lo más mínimo, si no se llega a prohibir, por lo menos se limita. La idea de que los ciudadanos adultos puedan correr riesgos individuales por cuenta propia es algo que los burócratas obsesionados del Estado no acaban de entender. Por cierto que con prohibiciones populistas siempre se ha podido distraer la atención de los problemas importantes del país.
En la mira: los amantes del chocolate
Con la prohibición de fumar en los establecimientos públicos federales, Alemania ha dado un gran paso adelante en el camino hacia el Estado de bienestar. La prohibición definitiva se logrará cuando los Estados federados alemanes sigan el ejemplo, porque no se puede dejar a los hosteleros ni a sus huéspedes, que unos acondicionen un área de fumadores, o que otros las busquen por voluntad propia. ¿Que gobierno deja que su pueblo piense o tome decisiones por sí mismo?
¡Bienvenido, nuevo y limpio mundo feliz! Me alegro de la introducción de la licencia para tener hijos, de la autorización para beber vino tinto en ocasiones excepcionales y el pasaporte por puntos para el dentista, con el que pueda acceder a mi ración de chocolate mensual.
Entérese en el siguiente artículo de las penurias que pasó Maksim Nelioubin, que lo convirtieron en ¡militante anti-tabaco!