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El futuro de la cooperación UE-América Latina

4 de junio de 2020

Antes de COVID, Latinoamérica no era prioridad en el presupuesto de la futura cooperación europea. Ahora, que se sabe de la fragilidad de sus estructuras, sigue sin serlo. ¿Por qué? ¿Qué tipo de partenariado se persigue?

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Europaid Engagement in Venezuela
Imagen: European Union/N. Mazars

Hasta antes de COVID-19, América Latina no estaba en las prioridades del presupuesto europeo para la cooperación y el desarrollo para los próximos años (2021-2027).

Entonces vino la pandemia, que ha sido "como una radiografía que ha mostrado las fortalezas y las vulnerabilidades de nuestras sociedades", como lo dijo la comisaria europea de Desarrollo, Juta Urpilainen.

Y la radiografía latinoamericana da prueba de problemas graves tanto en sistemas sociales y sanitarios como en sus economías y en el ramo digital. Es patente que necesita ayuda. No obstante, América Latina sigue sin ser prioridad para la cooperación europea.

Serán los países vecinos, los Balcanes y África, los principales destinatarios de los nuevos instrumentos financieros y de cooperación. Les seguirán "países en necesidad, los menos desarrollados, los más frágiles y los que estén en crisis". ¿Habrá cabida para los países latinoamericanos? "La medida en que trabajaremos con América Latina se irá viendo en la implementación", anunció la comisaria Urpilainen.

¿Inversiones para el desarrollo?

De lo más llamativo del presupuesto propuesto es que una parte de los recursos especiales liberados a raíz de la crisis (10,5 mil millones de euros) se destinará a un fondo de garantías para el desarrollo sostenible (EFSD+). Éste está concebido para garantizar las inversiones, tanto en el ámbito público como en el privado, en países socios. Para dar respuesta a los impactos de la COVID-19, este fondo de financiación mixta (público y privado) ha crecido de 60 a 130 mil millones de euros.

 "Queremos ayudar a nuestros socios a paliar los efectos de COVID. El modelo de desarrollo que perseguimos está claro: nuestra ambición sigue siendo promover el crecimiento verde, la digitalización y la buena gobernanza en un mundo más sustentable y con equidad de género", dijo Urpilainen. 

La propuesta en sí no es sorprendente. El llamado NDICI (Instrumento de Vecindad, Cooperación y Desarrollo Internacional) viene discutiéndose desde el 2018. Según analistas, el aumento de los fondos para inversión se entiende por los tiempos que corren. No obstante, la pregunta que se plantea es, ¿cuánto de ello se dedicará verdaderamente al "desarrollo"?  

"Es muy pronto para decirlo", dice a DW Mónica Silvana Gonzáles, eurodiputada  que integra la comisión de Desarrollo. "Pero llama la atención que en ningún momento se mencione a América Latina y que no se haga mención ni a temáticas ni a áreas de aplicación", agrega. 

Cabe recordar que en el período anterior (2014-2020), fueron pocos los países de América Latina en los que estuvo presente la cooperación europea. Por ser países con ingresos medios y altos, supuestamente, no requerían de asistencia internacional.

Monica Silvana Gonzalez (Enevieve Engel)
Mónica Silvana González, integrante de la comisión de Desarrollo del Parlamento EuropeoImagen: EU/Genevieve Engel

No obstante -siendo la región más desigual del mundo-, la cooperación europea fomentó relevantes programas regionales de cohesión social (Eurosocial), de lucha contra el cambio climático (Euroclima), de asistencia en materia de drogas (Copolad). También en programas de derechos humanos.

Del papel a la práctica

Como fuere, lo que hasta ahora habían sido ocho diferentes programas -entre ellos, uno para la paz, uno para la democracia y los derechos humanos, otro para la cooperación al desarrollo- se convertirá a partir de 2021 en uno solo: en busca de "flexibilidad" se predefine lo menos posible. ¿Por qué? Según la Comisión Europea, de esta manera se podrá responder a las necesidades cambiantes que plantean emergencias como la de la COVID-19 o  los flujos de migración.

Los riesgos que podrían conllevar la aplicación "flexible" de esos fondos serán mínimos, se asegura en la información oficial. Las decisiones estarán basadas en criterios estrictos y en concordancia con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 de Naciones Unidas. Además, el Parlamento Europeo tendría mayor margen de control.

"Ése es el planteamiento, pero en la práctica no es así. Los proyectos aprobados no pasan por el control parlamentario. Además, para compensar la ausencia de Latinoamérica, habían asegurado que iban a ampliar áreas temáticas como derechos humanos y paz y la colaboración con organizaciones, y tampoco es así", cuestiona González, eurodiputada del bloque socialista, de origen argentino.  

¿Créditos para salir del paso?

Por último, el incremento de los fondos para préstamos a la inversión y de garantías para países en desarrollo es, según algunos analistas, una ventana de oportunidad que vale la pena abrir para una América Latina en aprietos. Pero González critica que no dejarían de ser avales y subsidios para las empresas europeas.

"Para los países latinoamericanos no son más que créditos. Y si tomamos como ejemplo a Argentina, sabemos que no pueden contraerlos. Necesitamos volver a la antigua ayuda oficial para el desarrollo. Este tipo de partenariado no nos sirve", afirma González. "Así planteado es una trampa, pero sabremos más cuando a esto se le ponga números en el Consejo", concluye.

(vt)

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