Real impuso su categoría y derrotó por 4-1 al Atlético Madrid
24 de mayo de 2014
La final de la Champions League jugada este sábado (24.05.2014) en Lisboa, Portugal, tuvo todos los elementos que un fanático exige de un partido de esta trascendencia. Muchos hinchas, una expectativa brutal, protagonistas a la altura de las circunstancias y emoción. Emoción en cantidades industriales. El 4-1 que propinó el Real Madrid al Atlético Madrid suena contundente y es, de alguna forma, injusto. Veamos.
Los dirigidos por Diego Simeone, actuales campeones del torneo español y sorprendentes finalistas de la Champions, buscaban consagrar una temporada soñada ante los rivales ideales. Una final española, así como en 2013 fue una final alemana, prometía emoción a raudales. Y la tuvo, sin duda. Los Colchoneros comenzaron ganando con un gol del uruguayo Diego Godín, medio mérito propio, medio error del portero del Real, Iker Casillas.
El partido, trabado por momentos, con escasas entregas de magia y mucho nerviosismo, no cedió nunca en intensidad. Diego Simeone, quien arriesgó un cambio al poner desde el comienzo al lesionado Diego Costa, al que debió reemplazar al minuto 9, intentó mantener en alto el espíritu de sus jugadores. Y lo estaba consiguiendo. Hasta el minuto 90, el Atlético era el campeón. Pero el árbitro dio cinco minutos de tiempo añadido.
Comienzo de la pesadilla del Atlético
En el minuto 93, un tiro de esquina fue conectado magistralmente por Sergio Ramos. El 1-1 que buscó denodadamente el equipo dirigido por Carlo Angelotti llegaba como obra milagrosa, pero también como premio a un equipo que no cejó en su objetivo de alcanzar el empate que permitiría ir al alargue y soñar con tocar por décima vez la copa. Simeone, espectáculo aparte, impulsaba a sus hombres a seguir adelante, pese a que la convicción comenzaba a hundirse.
Pero el esfuerzo comenzó a pasar la cuenta a los jugadores del Atlético. Ir ganando para de pronto ver cómo peligraba el sueño hizo también que bajara la moral y se desesperaran los defensores. Aparecieron los puntapiés y la mejor condición física de los de Angelotti, para quienes los 30 minutos adicionales fueron suficientes para pasar la aplanadora ante unos ya desvalidos colchoneros, hizo la otra parte.
Partió con un cabezazo del galés Gareth Bale, tras una jugada del argentino Ángel di María. Vino luego con un zapatazo del brasileño Marcelo, quien avanzó sobre el área del Atlético sin que nadie se opusiera. Y se cerró con un discutido penal sobre Cristiano Ronaldo, que el mismo portugués convirtió en gol. Un 4-1 demasiado demoledor, demasiado fuerte. Un castigo injusto para el Atlético, pero un premio por lo que se vio en el terreno de juego, donde por muchos pasajes del partido solo uno iba tras la copa.
Diego Zúñiga