Regalos de Navidad: ¿para qué sirven?
24 de diciembre de 2012
¿Quién no ha recibido en Navidad un pulóver que terminará olvidado en el armario? Tres años después, sin que la tía que hizo el regalo lo note, el pulóver aterrizará en la basura o, con suerte, será parte de una donación a otros más necesitados: un claro signo de “pérdida irrecuperable de eficiencia”, considera Achim Wambach, profesor de Economía de la Universidad de Colonia.
"Los regalos de Navidad no se corresponden, frecuentemente, con el gusto de su destinatario, así que son ineficientes", concluye Wambach en pose de Homo Oeconomicus –ese ser humano guiado únicamente por la lógica económica–, durante su conferencia de Navidad. Para sustentar su tesis, usa los resultados de un estudio del profesor de Economía estadounidense Joel Waldvogel.
Waldvogel pidió a sus estudiantes que evaluaran cuánto habrían pagado ellos mismos por los regalos recibidos. Las sumas fueron, en parte, mucho más bajas que lo que los regalos habían costado realmente. "Hasta un tercio del valor se perdió, justamente, al ser regalados", afirma Wambach. "Así que sin Navidad estaríamos mejor", remata otra vez, sin un ápice de emoción.
El dinero no lo es todo
Su colega Axel Ockenfels asume el rol de un economista del comportamiento y defiende el valor de regalo en sí. Muestra la corbata de rayas rojas que lleva puesta: "Fue un regalo de Achim Wambach", revela con un guiño. Según la teoría de Wambach esa corbata representa una pérdida total. Él mismo, acepta Ockenfels, nunca la habría comprado pero, "una vez que recibes el regalo, te alegras y lo valoras de forma totalmente diferente", asegura. "Si en su lugar hubiera recibido 20 euros, no me habría alegrado tanto", agrega el profesor de Economía entre las carcajadas del auditorio.
Wambach no se deja confundir: lo más económico sería, de todos modos, regalar dinero, insiste. Además, un estudio de la consultora Deloitte muestra que casi la mitad de los alemanes desearía que les regalasen efectivo en Navidad.
"Me imagino la Navidad de la familia Wambach", replica Ockenfels irónico: "todos sentados bajo el árbol, sacando la billetera". El dinero no lo es todo: así lo muestran diversos estudios entre las empresas que conforman el índice DAX (las 30 más cotizadas de la Bolsa de Fráncfort). El pago de dividendos extraordinarios crece, año tras año, pero la productividad no. En este caso tiene más valor la comparación relativa, explica Ockenfels: "Si un gerente recibe una gratificación menor que sus colegas, su motivación baja".
Listas de deseos al rescate
Con todo y su crítica al razonamiento puramente económico, también este estudioso del comportamiento admite que no se puede negar cierta “pérdida de eficiencia” provocada por los regalos de Navidad. "Estas pérdidas, sin embargo, pueden reducirse a través de la comunicación", asegura Ockenfels. Y como forma más frecuente de comunicación, para resolver este tema durante la Navidad, cita las listas de deseos o cartas a Papá Noel, Santa Claus o el Niño Jesús.
Esto es algo que Wambach ha resuelto hace tiempo en la práctica. A su hijo, por ejemplo, este eficiente economista le ofrece cada año la oportunidad de elaborar una “lista de deseos” en el servicio de ventas online de Amazon. "Tres días antes de Nochebuena leo la lista, borro algunas cosas y toco el botón de enviar", relata. Los regalos llegan a tiempo e incluso envueltos en papel decorado.
Esta demostración de eficiencia vuelve a hacer reír a Ockenfels: en primer lugar, la Navidad es la fiesta del amor y se trata de hacer regalos con un sentido, sobre el que uno se haya roto la cabeza antes, le recuerda a su colega. Él sueña con un regalo, dice, que él mismo no se atrevería a comprarse.
¿Reglas para regalar?
Al Homo Oeconomicus Wambach todo esto le parece muy vago e impreciso. Así que ofrece recomendaciones concretas a su auditorio. Lo mejor, como ya ha mencionado, es el dinero. En caso de que no venga bien regalar dinero, es recomendable moverse en el terreno de los propios intereses. Por ejemplo, si un amante y conocedor de los vinos regala vino, eso "aumenta la eficiencia". Él, por su parte, debería regalar siempre audiolibros, bromea el profesor.
Pero con los regalos se pueden enviar también señales. Así, si uno regala algo hecho por uno mismo, el mensaje es claro. Uno quiere decir, según Wambach: “tengo más tiempo que dinero”. Y la última regla, al menos desde el punto de vista de este economista de Colonia: quien regala, sufre. O sea, un regalo muy especial para su mujer podría ser ir de compras con ella todo un día, aunque eso represente una tortura para él.
Y ese cierre tranquiliza a algunos en el auditorio. Después de todo, tras este peculiar debate, es bueno escuchar que incluso un economista de racionalidad tan puramente económica como Wambach sería capaz de "sacrificarse" así por amor, ¿no creen?
Autor: Danhong Zhang / RML
Editora: Cristina Papaleo