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Renzi, ¿una receta italiana para Europa?

Bernd Riegert (ERC)3 de julio de 2014

El carismático mandatario italiano, Matteo Renzi, se ha trazado metas ambiciosas como presidente del Consejo de la Unión Europea, indiferente al hecho de que ese puesto es en el fondo honorífico, comenta Bernd Riegert.

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Imagen: DW/V. Over

El socialdemócrata Matteo Renzi es un hombre emprendedor. En febrero de este año, el político de provincia ascendió a la jefatura del Gobierno italiano mediante un “golpe” perpetrado en el seno de su partido. Renzi anunció reformas a corto plazo y le prometió una revolución a una población afligida por años de apatía. Su actuación fue premiada por sus compatriotas en los comicios europeos, donde su partido recibió un 40 por ciento de los votos; un respaldo que ningún otro partido de Gobierno de un gran Estado comunitario ha obtenido.

El ímpetu de Renzi es tal que ahora quiere hacer sentir el impulso de Italia también en el escenario europeo. Sería muy bueno que abriera la ventana y dejara entrar viento fresco, aprovechando que presidirá el Consejo de la Unión Europea (UE) durante los próximos seis meses. En el Viejo Continente están ávidos de liderazgo y orientación tras el golpe de timón hacia la derecha que se sintió tras la elección del Parlamento Europeo y las fricciones con los euroescépticos británicos. Renzi quiere cambiar la manera en que se han hecho las cosas en los últimos años.

Hasta hora, la consigna de la canciller alemana reza: “¡Sigamos como vamos!”. Renzi quiere ser el “anti-Merkel”. Y merece es que se le dé un oportunidad. Eso sí, sin expectativas demasiado altas; no hay que olvidar que, ante todo, el exalcalde de Florencia persigue objetivos en el ámbito de la política interior italiana. A Renzi le interesa posicionarse en su país como un líder de escala continental y defensor de los intereses nacionales. La odiada política de austeridad de la eurozona es una de las cosas que intentará cambiar.

Todos los partidos italianos atribuyen el desempleo y la recesión a la consolidación del presupuesto público exigida por la UE. Pero eso no es verdad. Italia padece bajo el peso de sus enormes deudas –que equivalen al 135 por ciento de su Producto Interno Bruto– y de los problemas estructurales de su Estado y de su economía. Renzi ya ha emprendido reformas sutiles en el mercado laboral y en la administración pública de su país, y ahora le endosa a la UE el deber de darle más tiempo a Italia para reducir sus nuevas deudas.

Bernd Riegert.
Bernd Riegert.

Un pacto estabilizador más flexible; eso es lo que el primer ministro italiano desea conseguir en el curso de este semestre que comienza. A Renzi lo apoyan España, Francia, Grecia, Portugal y otros Estados convencidos de que la receta correcta es más endeudamiento y no menos. Alemania y otros países que financian el mecanismo de rescate europeo rechazan la idea de que se alteren los criterios que lo rigen, pero reconocen y se apegan a la noción de flexibilidad estipulada en los tratados. Los enfrentamientos serán inevitables en la UE.

Renzi ha prometido mucho en Italia –reformas fundamentales cada mes, entre otras cosas–, pero ha cumplido muy poco. Ahora presenta una programa que debe ser ejecutado en mil días y pospuesto las reformas para el año 2016. El partido de Gobierno italiano se ha percatado de que necesita más tiempo para consumar la revolución ofrecida durante la campaña electoral. Sin violar los límites de las políticas fiscales, la UE haría bien en darle más tiempo a Renzi. El problema es que el espacio de maniobra es muy estrecho.

Renzi apuesta a su carisma y a su convicción de que Europa necesita a Italia. La tercera economía de la zona euro es demasiado grande como para que se le permita fracasar. El bloque comunitario –y, ante todo, la canciller Angela Merkel– deberá encontrarse con Italia a medio camino y, quizás, hacer concesiones, a sabiendas de que el interés común europeo no es lo que a Renzi más le importa. El italiano quiere usar la presidencia del Consejo de la UE como palanca, pese a que ese cargo no le da mucho poder.

La suerte de Renzi radica en que la nueva Comisión Europea y el nuevo presidente del Consejo Europeo entrarán en función durante su presidencia; ambas instituciones estarán demasiado ocupadas consigo mismas y el político italiano podría llenar el vacío que ellas dejan, circunstancialmente, con su propia agenda. Y si algo llega a salir mal, Renzi tiene a la culpable en la punta de la lengua: “Merkel”, la canciller testaruda que quiere destruir a Italia a punta de austeridad.