Rusia: vida cotidiana en las colonias penales
2 de octubre de 2013Trabajo de esclavos, déficit de sueño, golpizas: Nadeshda Tolokonikova, del grupo punk “Pussy Riot”, actualmente en huelga de hambre, ha criticado fuertemente las condiciones de reclusión en las colonias penales rusas.
“La vida cotidiana en la colonia penal está organizada de tal forma que la represión de los presos, su intimidación y su transformación en mudos esclavos es llevada a cabo por otros presos, que dirigen las brigadas y reciben órdenes de los directores del penal”, escribió en una carta dada a conocer recientemente.
La carta desató una ola de indignación. También otros prisioneros y defensores de los derechos humanos se quejan desde hace años sobre las condiciones inhumanas en los penales rusos.
La herencia de Stalin
Según datos del propio Servicio Federal de Institutos Penales de Rusia, en las colonias penales del país había en 2012 más de 585.000 prisioneros. A esa cifra se agregan unas 260.000 personas detenidas en cárceles en régimen de prisión preventiva.
"Muchas de las colonias penales se hallan en la República de Mordovia. Fueron construidas en tiempos de José Stalin. Durante la existencia de la Unión Soviética fueron recluidos en ellas “enemigos del pueblo”.
Mordovia se halla a unos 500 kilómetros al sudeste de Moscú. A lo largo de una ruta que comienza en la estación de ferrocarriles de Potma y está rodeada de bosques se hallan unas 18 colonias penales. A ambos lados de la ruta se ven innumerables torres de vigilancia. Aquí se hallan también las colonias de prisioneros condenados a cadena perpetua, extranjeros, mujeres, hombres, expolicías, madres con hijos pequeños y enfermos crónicos.
Las dos colonias para mujeres –con los números 13 y 14– se hallan una junto a otra. Svetlana Bajmina, de Moscú, conoce la vida cotidiana en la colonia penal número 14, en la que también cumple su pena Nadeshda Tolokonikova. Bajmina estuvo internada allí dos años y medios. La exabogada del grupo petrolero “Yukos” fue condenada –al igual que su jefe, Mijaíl Jodorkovski– acusada de malversación de fondos y evasión fiscal.
Al comienzo fue un shock”, dice Bajmina, recordando la llegada a la colonia. En cada barraca vivían apretujadas unas 100 mujeres, agrega, y ducharse era posible solo una vez por semana. “Para lavarse, las mujeres sacaban agua de la calefacción, poniendo mucha atención en que no fuera descubiertas por las guardias”, relata.
En las barracas había escusados, pero como no funcionaban, las mujeres debían usar letrinas afuera, agrega. “Lo peor, sin embargo, no era la vida dura cotidiana, sino las relaciones con las otros prisioneras y las relaciones de subordinación entre ellas”, subraya Bajmina: “las de abajo son tratadas como personas de segunda categoría”.
“Una increíble presión psíquica”
Si bien los trabajos forzados fueron oficialmente abolidos en las colonias penales rusas, según Bajmina eran frecuentes los castigos por “negarse a trabajar”. “Hacíamos muchas horas extras. Era como el trabajo en cadena. Había un plan de producción que teníamos que cumplir. Quien no lo lograba era agredida por otras mujeres”, relata Bajmina, dejada en libertad en 2009.
La jornada está regulada estrictamente. “Hay que levantarse a las seis, luego viene gimnasia al aire libre, seguida de desayuno. A las siete comienza el trabajo”: así describe Zara Murtazalieva la vida cotidiana en la colonia penal número 13. Murtazalieva, chechena, fue condenada en 2005 a ocho años y medio de prisión acusada de planear un ataque terrorista. La organización rusa de defensa de derechos humanos Memorial la califica de prisionera política condenada sobre la base de una acusación preparada por los servicios secretos.
“Cosimos en la colonia penal de todo, desde uniformes militares y guantes hasta tiendas de campaña”, relata Murtazalieva, de 30 años. En promedio recibía por mes unos 700 rublos, o sea, 15 euros. Como chechena era controlada muy estrictamente. Fue golpeada varias veces, agrega. Lo que más echó de menos en la colonia fue la calma y la privacidad: “Por todos lados hay montadas videocámaras. La presión psíquica es increíble”, dice un año después de haber sido dejada en libertad y trasladarse a Francia, donde recibió asilo político.