San Silvestre y sus costumbres
30 de diciembre de 2002Para la cena de la Noche de San Silvestre, llamada así por el Papa del siglo IV, las carpas -esos peces de agua dulce que de sobrevivir pueden alcanzar los cien años- son la comida preferida de los alemanes. Ellas conforman una buena base para que al estómago pueda caer toda clase de líquidos y se reduzcan las probabilidades de trastornos al día siguiente. Las sopas a base de leguminosas –lentejas, arvejas o frijoles- son también muy bien vistas, pues representan un llamado a la abundancia. Extraño es, que, a diferencia de lo usual en muchos países, en Alemania la presencia de las aves sobre los manteles se agota en los días navideños. Y es que la suerte podría salir volando con sus alas. Últimamente, el raclette y el fondue se han sumado a los platos predilectos en esta luminosa noche.
Las bebidas y las predicciones
Entre las bebidas preferidas no sólo están el Sekt –el vino espumante alemán- o el champán, sino también un ponche de nombre complicado y misterioso: Feuerzangebowle, "el ponche de las tenazas para el fuego". Esta mezcla de arrac o ron, vino tinto, naranja, limón, clavo y canela se calienta sin que llegue a hervir, se le retiran los trozos de limón o naranja, y con una tenaza se le coloca por encima un gran terrón de azúcar que ha sido previamente rociado con ron. Se le prende fuego, y el azúcar se derrite al calor.
Después de acabar la cena -que por lo general sucede antes de la medianoche- le toca el turno a la tradición de predecir el futuro: un trozo de plomo se coloca sobre una cuchara y se calienta al calor de una vela. El material derretido se echa en un recipiente con agua fría... la forma que adquiere al endurecerse da pie a las más variadas interpretaciones del porvenir. Flores, pelotitas y estrellas son augurios de buena suerte; círculos y coronas: matrimonio; un ratón exhorta al ahorro o enuncia a voz en cuello un amor escondido.
El ruido y los demonios
El ruido de los cohetes y los fuegos artificiales es tan inherente a la noche de San Silvestre que un ciudadano común jamás podría imaginarse que en algún tiempo no podía cualquier hijo de vecino anunciar la llegada del nuevo año como a bien tuviere: el derecho sólo lo tenían los guardas de las torres, los guardianes nocturnos, los pastores y los músicos. De los primeros, por ejemplo, se esperaba que tocaran sus cornetas a las doce de la noche. Los segundos salían, con todos los miembros de su familia, a cantar; y los pastores, dotados de látigos y cayados, golpeaban muros y puertas. El objetivo del ruido era despertar las simientes invernales, y también alejar a los demonios. Es decir que si el descomunal despliegue de luces y cohetes que invade los cielos de Colonia, Bonn, Munich, Hamburgo o Berlín no lograra espantarlos, por lo menos será un ineludible telón de fondo para los buenos deseos y los Prost!