Siete consejos para sobrevivir como turista en Rusia
8 de junio de 20181. La ley del más fuerte
En las calles de Moscú impera una ley muy sencilla: la del más fuerte. Pueden ser las máquinas que asfaltan las calles o los autos de lujo, a veces acompañados de modelos básicos con luz azul. En cualquier caso, ni los peatones ni los ciclistas. Los semáforos y los pasos de cebra están colocados ahí para recordar vagamente la existencia teórica de reglas de tránsito. En la práctica, estas señales se respetan tanto como antes se hacía con las leyes marxistas: de cuando en cuando.
Mucha gente admira las avenidas moscovitas con diez carriles. Dan una apariencia de amplitud a la capital rusa. En realidad, los bólidos de cuatro ruedas aprovechan para apretar bien el acelerador en ellas. Eso significa que los peatones tienen que tener los ojos bien abiertos y prestar mucha atención. Quien quiera cruzar al otro lado de la calle, mejor que utilice el pasadizo subterráneo para hacerlo. Es posible que deba caminar un par de cientos de metros más de la cuenta, pero al menos conservará la vida.
2. Silencio en el metro
Frente al volante pueden parecer muy machos, pero, cuando viajan en el metro, los hombres se transforman en caballeros. Si una señora mayor entra en el vagón, le ceden su asiento. Los rusos reconocen enseguida en el metro a los extranjeros por sus vanos intentos de comunicarse entre ellos. Inútil esfuerzo, porque hay demasiado ruido. Así que la mayoría de los rusos se concentran en las pantallas de sus celulares, ya que el metro dispone de red Wifi. Pero cuidado: se trata de sistemas desprotegidos, por lo que cualquiera podría leer información confidencial del teléfono de otros usuarios. .
3. El pasaporte siempre a mano
La Unión Soviética está muerta, pero el amor por la documentación pervive. Por eso, los visitantes siempre llevan a mano su pasaporte, sobre todo al abandonar la habitación de hotel. Un oficial podría pedirlo en cualquier momento en el metro, en la calle, en el estadio. Quien no lo tenga, tendrá que acompañar a los policías a la comisaría en el peor de los casos. La Policía será especialmente estricta durante el Mundial de fútbol.
4. Mejor no probar la comida de los puestos callejeros
El ajetreo del fútbol provoca hambre también en Rusia, pero quien tenga un estómago sensible, mejor que se abstenga de probar la comida de los puestos callejeros. Si no, después podría lamentarlo días enteros sobre el inodoro del hotel, en lugar de vibrar con el fútbol en el estadio. Así pues, lo mejor es acudir a los restaurantes para calmar el hambre. Hay muchos buenos que están bien de precio.
Sobre las bebidas no hay reglas ni excepciones. Hay una que se llama "kvas”, desconocida en el resto del mundo. Se fabrica a partir de la fermentación del pan, no es tan ácida como la cerveza ni tan dulce como la limonada, pero muy refrescante. Suele ofrecerse por poco dinero en los parques, en la puerta de los estadios o en la calle. Hay que probarla.
5. Lo barato sale caro
En la calle hay gente que vende cosas que parecen extremadamente baratas, pero que al final salen muy caras sencillamente porque no funcionan. Es el caso de las tarjetas SIM o cargadores para los celulares que se ofrecen ante las estaciones de tren. También hay juguetes que se autodestruyen en cuanto los niños ponen sus manos sobre ellos. Por otro lado, hay recuerdos típicos en pequeñas tiendas para turistas, en pasadizos subterráneos o en estaciones, que sí suelen dejar un buen sabor de boca al visitante: paraguas, medias, muñecas matrioskas, pelucas…
6. El cliente no siempre tiene la razón
La conocida frase no siempre se aplica en Rusia. Por no decir que a los rusos les resulta absolutamente ajena. Los clientes, sobre todo los extranjeros, perturban la tranquilidad de los vendedores, camareros y asistentes. La relación entre aquellos que ofrecen algo y quienes desean adquirirlo es una cuestión de poder. Es cierto que las empresas rusas pueden fabricar excelentes aviones, computadoras y máquinas de coser, pero el negocio no prospera por culpa del servicio.
Para poner un ejemplo que sirva a los turistas: los rusos pueden cocinar una comida fantástica, pero el camarero empieza a limpiar la mesa antes de que el cliente se haya tragado el último bocado. Desde luego, un buen servicio es una cosa bien distinta. A los rusos les falta aprender cómo se trata a los clientes. Tras el colapso de la Unión Soviética, los rusos apenas tuvieron tiempo de acostumbrarse al funcionamiento de las estructuras de mercado. Si el visitante tiene esto claro antes de llegar al país, se ahorrará más de una decepción. Por otro lado, también hay que decir que la hospitalidad en los hogares rusos es abrumadora. Ahí sobra la comida y el vodka fluye a raudales.
7. No participar en concursos de a ver quién bebe más vodka
Ya en la novela Guerra y paz, de Tolstoi, se describe la temeridad rusa, sobre todo en lo que se refiere a la ingesta de alcohol. En las fiestas se bebe mucho, aunque se sigue una especie de "protocolo”. Eso implica que hay que hacer brindis, seguir un determinado orden y consumir comida con abundante grasa. Pero es cierto que la situación puede salirse de control, como ocurrió en el caso de dos jóvenes de los Urales que murieron después de activar borrachos una granada de mano para tomar una foto espectacular.
Autor: Miodrag Soric (MS/ERS)
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