Sin miedo a las amenazas atómicas de Putin
15 de octubre de 2022El miedo nos paraliza. El miedo nos debilita. El miedo te impide ver las cosas con claridad. Y nada nos asusta más que la guerra nuclear, con la que el presidente ruso, Vladimir Putin, vuelve a amenazar. Porque eso podría significar nuestra caída, el Apocalipsis, el fin.
El miedo existencial por la supervivencia del planeta y de toda la humanidad se puede expresar en cifras: según las encuestas actuales, el 58 por ciento de los estadounidenses teme que Rusia nos encamine hacia una guerra nuclear; en Alemania, el 49 por ciento.
El miedo se ha apoderado desde hace tiempo de políticos, militares y expertos. Un ejemplo: el politólogo Gerhard Mangott, experto en temas rusos, de la Universidad de Innsbruck advirtió en la emisora pública Deutschlandfunk que si Ucrania seguía ganando territorio y recibiendo moderno armamento de Occidente, a Rusia solo le quedaría "la escalada nuclear", que es "cada vez más probable" si sigue replegándose a la defensiva.
El que cede, pierde
Entonces, ¿qué queda sino querer prevenir lo peor? Si es necesario, haciendo concesiones a Putin, ¿verdad? Pues sería la peor de las opciones. Si Occidente cediera al chantaje nuclear de Putin, perdería por completo.
Ucrania tendría que aceptar pérdidas territoriales significativas, los países de Europa del Este pondrían en duda, con razón, el apoyo de la Unión Europea y los Estados Unidos. Y la OTAN podría tirar directamente a la basura su propia estrategia de disuasión.
En resumen: Putin habría ganado. Y podría usar esas tácticas nuevamente, concluye el historiador estadounidense Timothy Snyder, de la Universidad de Yale, en un artículo que no ha pasado desapercibido: "ceder ante el chantaje nuclear no terminará con la guerra convencional en Ucrania. De hecho, haría que futuras guerras nucleares sean más probables".
El miedo siempre es un mal consejero, especialmente en situaciones como esta. Se necesita firmeza, unidad y fuerza para resistir el chantaje de la bomba, si es necesario apelando al arsenal propio.
La disuasión debe ser creíble y consistente, todo lo demás da aliento a Putin. Esto es lo que sucedió en 2013, cuando el entonces presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, trazó una "línea roja" sobre el uso de armas químicas en Siria, que luego fue cruzada por el gobernante respaldado por Rusia, Bashar al-Assad, sin que Occidente interviniera directamente en el conflicto bélico.
O en 2014, cuando Rusia se anexionó Crimea, en clara violación del derecho internacional, y Occidente se limitó a observar. Es probable que ambos casos hayan animado a Putin a atreverse a dar el paso de atacar a Ucrania.
Moscú tiene mucho que perder
Miedo es exactamente lo que Putin quiere crear con su guerra híbrida militar, energética y de desinformación. A pesar de todas las legítimas preocupaciones sobre una catástrofe nuclear, es importante mantener la cabeza fría. Nos dice, por ejemplo, que Putin amenazó con usar la bomba atómica ya desde el comienzo de la guerra, sin dar luego más pasos para movilizar sus fuerzas nucleares.
Y de ninguna manera es automático que una potencia nuclear acorralada presione el botón rojo. Ni la Unión Soviética ni los Estados Unidos lo hicieron en sus ignominiosas operaciones en Afganistán o Vietnam.
Y también por una razón que a menudo se pasa por alto: un agresor nuclear es automáticamente un perdedor. Ni pudo hacer nada con la zona afectada por la radiación ni le quedarían aliados después. China, India y otros países le darían la espalda a Rusia, una tendencia que ya es patente. Y también a nivel nacional, tal golpe contra la nación hermana supuestamente liberada de Ucrania podría costarle legitimidad y apoyo al presidente ruso. No se preocupen. No lo va a hacer. Putin mismo tiene mucho que perder.
(lgc/ct)