Sin título 4: Tercer lugar
3 de septiembre de 2004Publicidad
Si hubiera nacido en Troya puede que hubiera pasado a la historia por el mismo vicio. Ese que es mas vicio para los otros que para uno mismo, el de la adivinación, las premoniciones, las revelaciones, el desentrañamiento de futuros en plural, el de cada cual. Porque el futuro no es como la casa de tu vida, que la vas construyendo de sueños, a sabiendas de lo que pones en cualquier espacio o superficie, con las seguridades de cada plano, con un orden preestablecido para cada cosa, sino el viaje de todas las vidas y como todos los viajes, lleno de imprevistos, de cuartos de hoteles, sexo free o con impuesto que es el que nos llega no en las páginas amarillas de las guías telefónicas de las ciudades, sino en las esquinas, bajo los faroles, bajo la lluvia, bajo el hambre, sobre el hambre o por hambre.
Gran hermano, tú y yo sabemos que en aquella Troya, como en la Euro 2004 o en Wall Street, las pitonisas, los oráculos, las runas, las cábalas, eran el horóscopo vicioso que servía de motor impulsor para aliviar las dudas de mañana, que no son otra cosa que el miedo subyacente y cotidiano. Ni Brad Pitt, ni Britney Spears escapan de esta duda, de este miedo, tal vez ellos lo sientan con mayor decibeles, asaltándolos incluso la duda del hoy, porque en la vorágine de la gloria no hay tiempo para las certezas.
De todas formas insisto que si hubiera nacido en Troya puede que hubiera pasado a la historia con el mismo vicio, en lugar de Carmenluisa me hubiera llamado Kazaa, en lugar de escuchar la música de Chopin o de Mozart habría pasado largas horas sentada frete al mar y tal vez, por mucho menos de 50 cent, le hubiera avisado a los hombres a tiempo para cambiar el curso de la historia.
Gran hermano, tú y yo sabemos que en aquella Troya, como en la Euro 2004 o en Wall Street, las pitonisas, los oráculos, las runas, las cábalas, eran el horóscopo vicioso que servía de motor impulsor para aliviar las dudas de mañana, que no son otra cosa que el miedo subyacente y cotidiano. Ni Brad Pitt, ni Britney Spears escapan de esta duda, de este miedo, tal vez ellos lo sientan con mayor decibeles, asaltándolos incluso la duda del hoy, porque en la vorágine de la gloria no hay tiempo para las certezas.
De todas formas insisto que si hubiera nacido en Troya puede que hubiera pasado a la historia con el mismo vicio, en lugar de Carmenluisa me hubiera llamado Kazaa, en lugar de escuchar la música de Chopin o de Mozart habría pasado largas horas sentada frete al mar y tal vez, por mucho menos de 50 cent, le hubiera avisado a los hombres a tiempo para cambiar el curso de la historia.
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