De entre las ruinas, la cultura
20 de febrero de 2010Las vueltas que da el mundo: hoy día, fortalecido por varias décadas de democracia, el Estado alemán está en capacidad de poner recursos a disposición de un grupo de arqueólogos para que restaure los tesoros artísticos de la cultura afgana destruidos durante la guerra.
Hace poco más de setenta años, bajo la dictadura de Adolf Hitler, fue el Estado el que involucró a la sociedad alemana en un conflicto bélico que, al final, dejó a buena parte de la población sin techo y sin comida. Pero, también, sin cultura. Entonces fue necesario reconstruir culturalmente a Alemania.
El vacío después de la guerra
Todavía quedan testigos que recuerdan de manera vívida el vacío que dejó aquella conflagración y los primeros intentos de llenarlo con arte, cine, teatro y literatura: a mediados de mayo de 1945, del “Tercer Reich” de Hitler no quedan sino ruinas. La guerra acaba de terminar y los alemanes despiertan poco a poco de esa pesadilla que fue “el imperio de los mil años”.
El paisaje urbano y la infraestructura están reducidos a escombros, la reconstrucción nacional apenas está por empezar. Y, sin embargo, la gente anhela no solamente disfrutar de condiciones de vida más o menos estables, por básicas que sean, sino sobre todo de cultura. “¡Yo no percibía ese momento como la ‘hora cero’, sino como la ‘hora nada!’ “, dijo una vez el escritor y Premio Nobel de Literatura, Heinrich Böll, en alusión al final de la Segunda Guerra Mundial.
Sed de cultura
A pesar del hambre y las precarias condiciones de las viviendas, comienza a aflorar una vida cultural discreta en las zonas ocupadas, siempre bajo el ojo vigilante de los aliados. Los primeros conciertos y montajes de obras de teatro tienen lugar con todo y que la mitad de las construcciones fueron destruidas durante la guerra. Los museos exhiben de nuevo lo que los nacionalsocialistas denominaron “arte degenerado” y piezas de arte moderno prohibidas durante su régimen. La cultura crece de entre las ruinas.
“En aquella época, la gente que iba al cine constituía una suerte de hermandad. El uno estaba allí para apoyar al otro; nadie le preguntaba al otro si era obrero, funcionario o académico. Todos querían disfrutar de esa experiencia maravillosa de ir al cine. Uno iba a las salas de cine a pie, en bicicleta, como fuera. Nadie atendía las normas de seguridad establecidas; nosotros queríamos ver algo que no hubiéramos visto en los años de la guerra. Teníamos necesidad de ponernos al día”, comenta un testigo de excepción de aquel fenómeno.
"Los asesinos están entre nosotros"
El cine es un medio importante para arrojar luz sobre los crímenes de los nazis y todo lo que ocurrió en la guerra. Las producciones germanas de ese período se ocupan de articular la pregunta en torno a la responsabilidad, a la culpa de los alemanes. “Los asesinos están entre nosotros; ese era el título de una película. Pero no era solamente eso; era también la realidad”, comenta el escritor Hermann Glaser. Die Mörder sind unter uns, como se llama dicha cinta en alemán, fue una película que retrataba el espíritu de la época en la que todos estaban conscientes de estar "sobreviviendo" al lado de muchos asesinos y colaboradores del régimen nazi.
Después de los años de la dictadura, el hambre de leer en la sociedad de postguerra quiere ser satisfecha. Pero empezar de nuevo es difícil, sobre todo considerando la escasez de papel y máquinas impresoras. Los libros, los periódicos, las revistas, incluso los discos y los actos culturales deben ser autorizados por las fuerzas de ocupación. Thomas Mann, Graham Greene, Ernest Hemingway… la editorial Rowohlt deja imprimir sus libros en papel periódico; mejor eso que nada. Esas ediciones son, de hecho, las precursoras de las ediciones de bolsillo.
Buscando belleza entre los escombros
“Yo parto de la premisa de que es importante propiciar nuevos círculos de lectores mediante libros baratos. Mi experiencia me ha enseñado que, cuando se gana a un lector al poner un libro barato en sus manos, ese lector tenderá en el futuro a adquirir libros que no son publicados en ediciones baratas”, explicaba Ernst Rowohlt, fundador de la editorial que lleva su nombre.
Salir de las ruinas grises y las sombras de miedo dejadas por la conflagración era una prioridad en aquellos días: la necesidad de estar informado, de recibir novedades, de tener acceso a todo lo que tuviera belleza o generara placer, era tan intensa en la sociedad de la postguerra como la de alimentarse y protegerse de las noches frías. En esto no se diferencia el pueblo alemán de mediados del siglo XX de ningún otro que haya tenido la desventura de sufrir una guerra.
Autor: Michael Marek / Evan Romero-Castillo
Editor: José Ospina Valencia