"The day after tomorrow": mentira y verdad
28 de mayo de 2004Pocas películas han logrado movilizar al mismo tiempo a los medios, la ciencia, los cinéfilos y la política como The day after tomorrow. Su director -el especialista alemán en catástrofes con sello de Hollywood- logra en un largometraje de 125 millones de dólares un escenario apocalíptico: el cambio climático que pende sobre la humanidad se desata en un par de horas y entierra a Estados Unidos bajo un gran capa de hielo. La población despavorida huye hacia el sur, cuya frontera con México se encuentra cerrada. El vicepresidente del estado más poderoso de la tierra reconoce haberse equivocado. Demasiado tarde.
Hollywood de verdad
Esta obra es tan de Emmerich como lo son sus antecesoras Godzilla e Independence Day: la devastación de Estados Unidos está igual de presente, y sus héroes -pocos en este caso- tienen que arreglárselas para sobrevivir en el infierno. Sin embargo, aquí su héroe no es súper poderoso, sino un hombre de ciencia, un paleo climatólogo.
Verdad también
Emmerich, excelente conocedor del gusto de masas, explica la receta para lograr un largometraje de catástrofe que sea un éxito de taquilla: un granito de verdad sí que debe haber. Así, al igual que al paleo climatólogo en la película a quien su gobierno hacía oídos sordos, el gobierno de EE.UU se niega a creer en la inminencia de un dramático cambio climático. El gobierno de George W. Bush boicotea el tratado de Kioto y no encuentra suficientes las pruebas de la catástrofe ecológica que se avecina. Si en la ficción el gobierno norteamericano no quiere escuchar, en la realidad, según informaciones de la prensa norteamericana, habría prohibido a la NASA hacer ningún comentario acerca de una película que califica de "demasiado alarmista".
Sello verídico
El escenario que se pinta en la película lleva indudablemente el sello de la ciencia. Uno de los primeros en alzar su voz fue el científico autor de la teoría de la congelación de la tierra, Wallace S. Broecker, del Observatorio Terráqueo Lamont Doherty de la Universidad de Columbia. Fue él quien a mediados de los noventa publicó en la revista Science que las emisiones de gas carbónico producirían un calentamiento de la atmósfera, que llevaría consigo un dramático cambio climático, especialmente en el hemisferio norte. Debido a la desaparición de la corriente del Golfo, el Atlántico Norte se enfriaría rápidamente.
Sin embargo...
Que ésta, sólo una teoría entre algunas posibles, se convierta en realidad es irreal, porque no sucedería en un par de semanas sino en el espacio de decenas o quizá cientos de años. Existen al menos dos nuevos modelos climatológicos que aducen que -partiendo del comprobado calentamiento de la tierra producido por el hombre- las corrientes marinas de un clima terráqueo más caliente se estabilizarían a través de las correspondientes alteraciones en las zonas tropicales. Es más, el propio Broecker declara que no existe un modelo que pueda reproducir los inmensos cambios que conllevaría una mayor cantidad de agua producida por los deshielos.
Indiscutible
Lo más temido por los climatólogos es precisamente eso: la cantidad de agua que se produciría por el efecto invernadero. La revista Nature publicó, puntualmente para el estreno de The day after tomorrow, un estudio de científicos británicos, según cuyos cálculos antes de que se acabe el siglo XXI el calentamiento de los mares habría alcanzado los tres grados. Los deshielos provocarán, entonces, que el nivel del mar suba 7 metros.
O sea, la catástrofe está a la puerta. Así también lo recalca la página que la organización ecologista Greenpeace sacara aprovechando el bullicio y alarma pública por la ecología, gracias a Emmerich y a Hollywood: en Europa, la pasada década fue la más caliente en 500 años y un récord de temperaturas altas se ha registrado en Canadá, Estados Unidos, Hawai, China, Rusia y Alaska. Una verdad indiscutible. Lo que definitivamente es un invento cinematográfico es que alguien del gobierno norteamericano haya admitido que se equivoca con su política. Allí sí que Emmerich cuenta una mentira digna de Hollywood.