¿Tienen los Balcanes un “Plan B”?
23 de enero de 2016
Mientras Europa intenta comprender cabalmente las implicaciones de la moción vienesa de restringir el número de refugiados que recibirá Austria, en la ruta de los Balcanes aumenta la inquietud: Eslovenia, Croacia, Serbia y Macedonia temen terminar como sardinas enlatadas, apretados entre la frontera austriaca cerrada y el constante flujo de refugiados procedente del mar Egeo. Y ninguna de las cuatro exrepúblicas yugoslavas desea convertirse en un campo de acogida.
Es ilegal, pero…
Desde que Austria anunció que limitará la entrada de refugiados a su territorio, los Estados balcánicos sólo dejan pasar a aquellos que declaran explícitamente querer solicitar asilo en Alemania o en Austria. “Esto va contra las convenciones internacionales, pero aún así lo haremos”, explicó el ministro del Interior croata, Ranko Ostojic. “Todo depende de Alemania. Croacia es un país de tránsito. La crisis se debe solucionar en la frontera exterior, entre Grecia y Turquía”, agregó.
A Pavle Kilibarda, investigador del Centro de Derechos Humanos de Belgrado, no le sorprende que los países de los Balcanes actúen ahora con más pánico y dureza. Todos los Estados son conscientes de que las nuevas reglas contravienen los Convenios de Ginebra. “Los países balcánicos occidentales se rigen por los grandes países de la Unión Europea (UE): cuando estos violan el derecho internacional público, los países de los Balcanes lo usan como una excusa práctica para, a su vez, violar el derecho”, dice Kilibarda en entrevista con DW.
Incluso el jefe del Gobierno serbio, Aleksander Vucic –uno de los mayores admiradores en la región de la “cultura de bienvenida” promovida por la canciller Merkel– afirmó que Serbia sólo podrá acoger como máximo a 5.000 refugiados, ya que todo lo demás perjudicaría a la economía local.
Efecto dominó
El “Plan B” de los Balcanes será tan rudimentario como su “Plan A”, opinan expertos. Hasta ahora se dejaba pasar a los migrantes, pero lo más probable es que pronto se cierren las fronteras.
El activista de derechos humanos Kilibarda cree que las élites políticas prestarán especial atención a la opinión pública: “En los Balcanes se es tolerante en el sentido de que ‘se tiene que ayudar a los pobres, pero, por favor, que no se queden aquí porque nosotros también somos pobres’. En caso de duda, los ciudadanos en Serbia y los países vecinos apoyarían más bien la construcción de una valla fronteriza que la acogida de refugiados”, señala Kilibarda. Y eso desataría un efecto dominó: imitar a los vecinos del norte e instrumentalizar sus argumentos como coartada.
Por su parte, el columnista esloveno Uros Esih teme lo peor: “De la noche a la mañana, el corredor humanitario se convierte en una mina de oro para los traficantes de personas. Ahora sólo aquellos que tengan suficiente dinero, podrán entrar a la fortaleza de Europa”, escribe en el portal Vecer.