Trabajo infantil visto por los propios niños
13 de junio de 2008“Si una niña de 13 años, el sábado por la noche, después de las ocho de la noche cuida de un bebé, ha violado la ley tres veces”, comentó a DW-WORLD Beatrice Hungerland, especialista en Ciencias Infantiles de la Escuela Superior de Magdeburgo. La niña en cuestión, sin embargo, no percibe esa tarea como un trabajo, sino como su hobby, “se siente orgullosa de ello además”, cuenta la catedrática, quien codirigió un prolongado estudio de la Universidad Técnica de Berlín.
“El trabajo infantil desde el punto de vista de los niños”, se llamó el proyecto, para el cual durante varios meses se entrevistó a niños que trabajan en la ciudad de Berlín. Desde repartidores de periódicos, pasando por babysitters hasta algunos que asumían tareas de sincronización de voces para la televisión alemana. “Había entre ellos una niña libanesa, de nueve años, que iba todas las tardes a cuidar a cinco primos y que no recibía dinero por ello”, cuenta Hungerland. Sin embargo, esa labor tiene todas las características de un trabajo infantil, que, en realidad, está prohibido por la ley.
Con excepción de ciertas tareas agrícolas y la repartición de material gráfico a partir de los 14 años, el trabajo infantil como tal está totalmente prohibido en Alemania; luego se permite que laboren sólo 2 horas al día, no después de las 20 horas y no los fines de semana. También por ello es casi imposible dar cifras fidedignas. No obstante, según la catedrática, en el estudio no se trataba de cuantificar el trabajo infantil –algo sumamente difícil por la zona gris en la suele desenvolverse; se trataba de cualificarlo: de saber cómo lo perciben los niños, cómo lo valoran ellos mismos.
Se trataba de determinar por qué trabajan estos niños –los menores en el hemisferio norte que no están necesariamente impelidos por la pobreza. “Entre 9 y 15 años tenían los niños a los que entrevistamos; cuidaban niños o vendían en mercados o tocaban música en la calle. Curiosamente, no entendían su trabajo como un trabajo”, explica Hungerland y añade: “A los niños que entrevistamos no les parecía nada malo. El trabajo que a veces se exige en la escuela de los niños es a veces mucho más agotador”.
¿Ciencias Infantiles?
Esta visión, claro está, no es la más difundida ni la políticamente más correcta: “la gente suele reaccionar negativamente cuando exponemos nuestro enfoque”, dice a DW-WORLD y cuenta : “Los mismos estudiantes de este ramo que inauguramos en 2005 y sólo existe en Magdeburgo, abren mucho los ojos cuando, en las primeras clases, asevero que la dicotomía entre trabajo y escuela no tiene por qué existir”. La singularidad del mundo infantil, diversos aspectos provenientes de los estudios de género, la etnología y la antropología son los cimientos de su enfoque; uno sus objetivos es propagar una mayor participación del infante y el adolescente en su propia formación.
Resultados curiosos
Los resultados de la opinión de los niños no dejan de llamar la atención: los menores declaran divertirse en su trabajo; y, sorprendentemente, aunque no tenían que aportar al presupuesto familiar, aunque algunos lo hacían voluntariamente. “Esto aporta a la formación de su identidad”, se asevera en un documento del estudio.
¿Y eso es bueno? “Sí”, responde la especialista en Ciencias Infantiles –una rama nueva que quiere desmarcarse de la pedagogía y aplicar en su enfoque más bien las ciencias sociales; puntualiza, sin embargo, que “no todo trabajo infantil es favorable. La línea divisoria entre bueno y malo, pasa por la posibilidad de decidir acerca de sus condiciones de trabajo: qué labor y cuánto tiempo quieren dedicarle. Así, sí, el trabajo les hace bien, y aprenden mucho”.