Tres goles de Holanda sumen a Brasil aún más en su pesadilla
13 de julio de 2014Brasil salió al campo con miedo de repetir la debacle sufrida ante Alemania. Solo así se explica que en el minuto uno de partido la rabia y la impotencia de Thiago Silva ante la escapada de Robben le hiciera agarrarle hasta echarle al suelo con la mano. Fuera del área, es verdad. Aunque también lo es que el árbitro le perdonó la tarjeta roja. El colegiado también tenía miedo. En su caso, de que pareciera que favorecía al Penalti y gol. Un fantasma recorrió entonces el estadio Nacional de Brasilia. Y a toda la nación… El fantasma del 7 a 1.
Tras un cuarto de hora de juego tenso y nervioso, y después de un fuera de juego (eso sí, difícil de ver incluso en la repetición), Blind aprovecha un tímido rechace de cabeza de Davis Luiz, con una volea imparable para que el balón acabe en el fondo de la red. Al atravesar la portería, de paso, evapora el ensimismamiento de Brasil, haciéndole despertar al fin. Dieciséis minutos, dos goles y dos fallos del árbitro coincidentes con aquellos después de pitarse el inicio del partido, la ‘canarinha' empezó a jugar al futbol. Tímidamente. Pero al menos acabó la primera parte sin encajar ningún gol más y, por momentos, llegando incluso a llevar la iniciativa, frenada siempre por un juego holandés ordenado y algo duro.
Juego duro
Tras la reanudación, Brasil se contagió del juego duro. Los nervios y el miedo la tenían atenazada, convirtiéndola en una selección que se olvidó de su esencia para convertirse en un equipo al que, de la magia con la que había en otros tiempo iluminado la galaxia futbolística, solo quedaban, como un pálido reflejo de lo que fue, las cinco estrellas bordadas en su camiseta. Olvidándose de que, si quería que su público y su país le perdonaran la decepción de un Mundial que se suponía que iba a ser el suyo, tenían que haber salido a por todas. Como quien no tiene nada que perder. Porque este mundial ya lo habían perdido.
Holanda se limitó a cerrar espacios y esperar los fallos de Brasil, que en pocas ocasiones creaba peligro. Ni siquiera en las ocasiones a balón parado que las numeras faltas del equipo holandés propiciaban. Como la que David Luiz envió directamente a las manos de Cillessen en el minuto 63.
El árbitro pita una caída en el área de Oscar ante un encontronazo con Blind. El estadio contiene la respiración pensando que es penalti. Pero no. El colegiado argelino Djamel Haimoudi saca tarjeta amarilla a Oscar por simular la falta. Dos minutos después Blind sale en camilla del campo. Se ha hecho daño en la rodilla, demostrándose que hubo contacto con Oscar.
Un equipo sin fe
A veinte minutos del final los dos equipos parecen conformarse con el resultado. Holanda se conforma con quedar clasificada como la tercera selección del mundo. Y Brasil quiere que acabe ya el trámite. El árbitro, sin embargo, lo alargará cinco minutos. En el primero del descuento, una incursión por la derecha de Robben con pase en profundidad a Janmaat, que había entrado en sustitución de Blind, acaba con un remate desde el punto de penalti de Wijnaldum. Todavía le quedaba a Brasil un gol que encajar. Y un último susto, en que pudieron meterle el cuarto.
Si en Brasil el fútbol era considerado una religión, hoy muchos brasileños habrán perdido la fe. La hinchada, estalló en protestas. Hasta ese tercer gol, no habían dejado de animar a los suyos. Salvo a Felipao, al que silvaron y abuchearon de principio a fin. Quedar cuartos de un mundial, para cualquier otro equipo, es un buen resultado. Para Brasil, en su Copa del Mundo, no. Pero no porque haya perdido, sino por haberlo hecho así. Hasta la presidenta Roussef ha hablado de reformar el fútbol. Ni ella misma sabe a qué se refiere… solo sabe que algo tiene que cambiar, para que todo vuelva a ser igual.