Turquía: "una democracia en peligro"
12 de octubre de 2015El preludio del doble atentado con bombas perpetrado en Ankara este sábado (10.10.2015) es tan largo, tan añejo y tan complicado que sólo un verdadero conocedor del acontecer turco puede sopesar a cabalidad los factores que propiciaron ese sangriento suceso –97 muertos, según las autoridades locales– y las implicaciones que el incidente puede tener para el Estado euroasiático. En entrevista con DW, Christoph Neumann comienza su análisis aludiendo a las profundas divisiones que afligen a ese país.
Por un lado está la maquinaria del poder en torno al exprimer ministro y actual presidente turco, Tayyip Erdogan y, por otro, los “perdedores” del viejo establishment: los militares y los kemalistas. En otro nivel están los artífices del nacionalismo turco enfrentados con los del nacionalismo kurdo, cuyo conflicto terminó de tomar forma en los años ochenta del siglo pasado y que hasta ahora la ha costado la vida a 40.000 personas. La situación se distendió en los últimos años, pero los ánimos volvieron a caldearse en el verano de 2015.
Desde julio, 1.700 rebeldes kurdos han sido asesinados por bombardeos aéreos ordenados por el Gobierno de Ankara, y 140 miembros de las fuerzas de seguridad turcas han muerto en ataques orquestados por el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK). El punto álgido de esta pugna: el doble atentado de este 10 de octubre, el acto terrorista más grave en la historia de la república turca, puesto en marcha contra quienes se preparaban a marchar para demandar más derechos democráticos y el final de la violencia en el país.
Las aspiraciones frustradas de Erdogan
El trasfondo de la intensificación de este conflicto no es otra cosa que el resultado de las elecciones legislativas de junio de 2015. En esos comicios, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), la formación de Erdogan y del actual primer ministro de Turquía, Ahmet Davutoglu, tuvo su primer revés desde 2002, cuando ascendió al poder. Al AKP le faltaron votos para obtener la mayoría absoluta en el Parlamento y para poder aprobar una reforma constitucional con miras a convertir la turca en una democracia presidencialista.
Ese es el sueño húmedo de Erdogan, quien aspira a erigirse un monumento a sí mismo de aquí al año 2023, cuando la república turca cumple un siglo de fundada. Y, según Neumann, todo apunta a que Erdogan es capaz de tolerar las explosiones de violencia como un mal necesario para alcanzar sus metas. “Cuando se quieren imponer cambios concretos rápidamente, la desestabilización puede ser de gran ayuda. De ahí que los tumultos vistos últimamente fueran predecibles”, comenta el experto.
¿Quién está realmente detrás de los atentados de Ankara? Eso todavía está por determinarse. Lo que sí está claro es que la táctica de Erdogan no ha funcionado como él quería. Las encuestas siguen arrojando los mismos resultados desfavorables para su causa que en junio.