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Redes sociales: la suspensión indefinida no es la solución

Manuela Kasper-Claridge
11 de enero de 2021

Facebook y Twitter suspendieron las cuentas de Donald Trump. Dichas compañías pretenden evadir así su responsabilidad. No podemos dejar que eso quede así, advierte la editora jefe de DW, Manuela Kasper-Claridge.

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Símbolo de Twitter, con la cuenta de Donald Trump bloqueada.
Imagen: Christoph Hardt/Geisler-Fotopress/picture alliance

Donald Trump ya no tiene su altavoz en las redes sociales. El gigante Twitter lo privó de su juego mediático. Twitter, Facebook y otros han dejado en claro que ellos son los verdaderamente poderosos, ya que deciden quién y cómo se debe expresar en sus plataformas simplemente bloqueando al que quizás sea su usuario más famoso.

Los 88 millones de seguidores de @realDonaldTrump y los 35 millones de suscriptores en Facebook ya no pueden encontrar sus comentarios, a veces peligrosos y también racistas, en esas plataformas. El presidente ha sido silenciado. Donald Trump ha usado sus cuentas como un arma contra sus críticos. El discurso de odio y las falsedades han sido su marca registrada. Las posibles consecuencias de esto se pudieron observar en el asalto al Capitolio en Washington.

Soportar la libertad de expresión de los demás

Al fin lo callaron, diran muchos. Y yo también di un suspiro de alivio. Pero muy brevemente. Porque si uno quiere libertad de expresión, tiene que soportar la libertad de expresión de los demás. Me pone nerviosa que un pequeño grupo de gerentes de empresas pueda decidir cerrar de un portazo las plataformas de comunicación más influyentes del mundo.

No me refiero aquí a los discursos de odio o a las noticias falsas, que deben ser denunciados o borrados. Ese es el trabajo de los operadores de la plataforma. Una tarea que sólo han hecho a regañadientes en los últimos meses. Fue apenas en mayo pasado cuando los primeros tuits del presidente de EE.UU. empezaron a ser provistos de advertencias. Después de la elección, algunos fueron incluso eliminados. Todo el mundo pudo ver entonces lo falsas y peligrosas que eran algunas de las afirmaciones de Donald Trump. Eso fue algo bueno.

Manuela Kasper-Claridge, editora en jefe de DW.
Manuela Kasper-Claridge, editora en jefe de DW.Imagen: DW/R. Oberhammer

Pero su suspensión definitiva no basta. Los operadores de la plataforma están eludiendo con ello su responsabilidad. Porque aparte de la propaganda de Trump, en sus plataformas se pueden encontrar millones y millones de informes falaces, discursos de odio y repugnante propaganda. Twitter, Facebook y otros deben cumplir con su obligación social. Deben eliminar y, cuando sea necesario, identificar y denunciar los informes falsos.

Responsabilidad de los operadores

No olvidemos que estas redes sociales son una herramienta importante para la expresión de opiniones, especialmente en países con una libertad de prensa limitada. Sin embargo, que unos pocos jefes de grupos empresarios, que solo son responsables ante sus accionistas y dominan los mercados, utilicen su poder para decidir acerca del discurso social y de la libertad de expresión, no tiene nada que ver con la pluralidad. Es hora de tomar en serio este poder de facto que tienen Facebook, Twitter y también de los motores de búsqueda como Google.

Necesitamos más regulación, menos dominio del mercado y más responsabilidad de los operadores de dichas plataformas digitales.

Alemania ha dado los primeros pasos en eta dirección. El 1º de enero de 2018 entró en vigor la llamada "Ley de Aplicación de la Red" (NetzDG). De acuerdo con esta ley, las redes sociales deben tomar medidas más enérgicas contra las noticias falsas y los mensajes de odio. La ley fue adoptada con beneplácito por la Comisión de la UE. Desde entonces, Facebook y Cía. han empleado en Alemania a cientos de "moderadores de contenido" que revisas mensajes y los borran, si es necesario.

En vista de la inmensa cantidad de tuiteos y posteos, esto es sólo un comienzo. Pero algo es algo. Desconectar totalmente a un usuario, como se hizo con Donald Trump, no es una estrategia que prometa éxito. En lugar de eso, los potentados de los medios sociales deben asumir su propia responsabilidad.

(jov/cp)