Un aula propia para construir la igualdad trans
24 de enero de 2020En Una habitación propia, Virginia Woolf grabó en los anales de la Historia una de las imágenes más poderosas sobre la importancia del acceso a la educación y las condiciones materiales y sociales que la rodean en la emancipación de los individuos. La escritora británica hablaba de las mujeres y el patriarcado, pero podría haber hablado de cualquier grupo humano condenado a la desigualdad y la discriminación. Una habitación propia en la que leer y escribir puede ser más peligrosa para un sistema opresor que cualquier barricada.
En Buenos Aires, un centro educativo lleva tiempo dando este espacio de aprendizaje y emancipación a uno de los colectivos más vulnerables de la sociedad argentina: la comunidad trans y travesti.
Francisco Quiñones, su director y cofundador, cuenta a DW que, desde 2014, aproximadamente 35 personas han completado sus estudios de secundaria el Bachillerato Popular Trans Mocha Celis. Situado en el barrio porteño de Chacarita, el centro acoge en la actualidad a un alumnado adulto de unas 120 personas.
Mocha Celis nació para dar la comunidad trans la oportunidad de estudiar que la sociedad le había negado. De ahí su horario de tarde, de 14:00 a 18:00, compatible con el trabajo sexual que ejercen muchas de sus alumnas. Pero, sobre todo, se trataba de crear un espacio libre de prejuicios y violencia.
Ocho años después de la fundación de este centro educativo, el concepto ha evolucionado. También hay personas cis (es decir, que no son transgénero) entre sus estudiantes. Para Quiñones, se trata de "un espacio donde invitamos a todas las personas a terminar sus estudios, pero poniendo de manifiesto la realidad trans y travesti latinoamericana”. Reconoce que el acceso a la educación de este colectivo en Argentina ha mejorado, sobre todo a raíz de la Ley de Identidad de Género de 2012, pero lamenta que los progresos sigan siendo lentos. "Es un tiempo que las personas trans no tienen”, recuerda, citando los preocupantes estudios que han situado la esperanza de vida de este grupo social en los 35 años.
Vida Morant, experta en educación de la FALGBT, la principal ONG argentina en materia de diversidad sexual y de género, coincide en la importancia de esa misma ley a la hora de garantizar "el derecho básico fundamental a la educación, primer escalón para poder acceder a otros derechos”. Una de las principales dimensiones de este cambio ha sido la visibilidad, explica a DW: "Algunas personas trans comenzaron a retomar los estudios y la mayoría de ellos se animaron a iniciarlos”.
Es difícil, sin embargo, determinar cuantitativamente estos avances, tanto en Argentina como en otros países de la región, porque las estadísticas aún no reflejan la inclusión de la comunidad trans en el sistema educativo. Lo que no se nombra no existe, dice el movimiento feminista. En el mismo sentido se pronuncia Clifton Cortez, experto en orientación sexual e identidad de género del Banco Mundial, quien lamenta la disponibilidad únicamente de estudios realizados por ONG y asociaciones civiles: "Necesitamos datos sobre qué significa ser gay, lesbiana o trans en las escuelas de cada uno de esos países”.
Dentro de la comunidad LGBTI, las personas trans son el sector que sufre mayores niveles de discriminación. Los datos disponibles apuntan a enormes porcentajes de abandono escolar, lo cual tiene consecuencias claras en el desarrollo profesional y personal de esos individuos. "Tenemos niveles extraordinariamente altos de pobreza y desempleo entre la comunidad transgénero, especialmente en el caso de las mujeres trans”, subraya Cortez a DW.
En cualquier caso, el investigador indica que Argentina puede considerarse un modelo a escala regional. "Es el único país en América Latina en el que la identidad de género legal está determinada por el propio individuo”, explica Cortez, "sin necesidad de pasar por cirugía, transición médica o tratamiento hormonal, mientras que el resto de países que de alguna forma reconocen legalmente la identidad de género siguen exigiendo alguna de estas condiciones”. Y agrega que el papel del Estado, en este caso de los colegios, es apoyar dicha autodeterminación del género.
La pregunta es, pues, cómo abrir las puertas de las escuelas latinoamericanas a este colectivo. ¿Son necesarios lo que algunos podrían considerar "guetos” educativos para los grupos que, por diferentes razones, sufren discriminación estructural en el sistema en su conjunto?
La experta Morant considera que "la creación de unidades académicas que pongan especial atención en la población trans o LGBTI sigue siendo necesaria”. Añade, sin embargo, que "una solución tiene que atravesar de base todo el sistema educativo”. Eso pasa, a su juicio, por hacer de las escuelas lugares libres de discriminación y violencia, pero también incluir la diversidad sexual y de género en el currículo académico.
En sentido parecido se pronuncia Cortez, quien cuestiona que ambas posibilidades sean mutuamente excluyentes. Él prefiere poner el foco en el objetivo de garantizar el acceso a la educación para una comunidad históricamente condenada al ostracismo: "Al fin y al cabo, cada niño y niña necesita sentirse querido, seguro y valorado”.
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