Una alianza que vivió tiempos mejores
14 de mayo de 2013Hace unos diez años, el exprimer ministro británico Tony Blair y el expresidente estadounidense George W. Bush se presentaban ante los medios de comunicación frente a la Casa Blanca. Su mensaje hablaba de cambiar el rumbo de los sucesos globales, y anunciaban una inminente invasión que sería, según sus cálculos, corta y fructífera. En contraste, tal invasión duró nueve años, y sus secuelas todavía se sienten a día de hoy: era la guerra de Irak.
La reunión de Cameron y Obama el lunes 13 de mayo de 2013 fue visiblemente más moderada. En la conferencia de prensa se dejó en claro que el principal objetivo de ambos era discutir sobre Siria. El rumbo a seguir se anunciará en una nueva cumbre con los rusos.
Para Heather Conley, del afamado grupo de expertos de Washington CSIS, la reserva mostrada por EE.UU. y Gran Bretaña es consecuencia de una década de guerras. “Claramente, se trata de Irak”, dice, “pero para ser sincera, creo que Afganistán también juega un papel en ello. Ambos países (EE.UU. y Gran Bretaña) están cansados tras doce años de luchas”. Los conflictos étnico-religiosos, las armas químicas, el brutal régimen dictatorial y las 80.000 víctimas mortales que se calculan en Siria no cambian esa situación. No hay señales de acción por parte de los principales representantes de los aliados anglosajones, no se delimitaron zonas de exclusión aérea, no se facilitan armas a la oposición, por no mencionar los ataques a la defensa aérea siria que exigen exigiendo algunos políticos en Washington.
Putin por todas partes
Obama y Cameron siguen confiando en el apoyo del presidente ruso Vladimir Putin. Su nombre aparece por todas partes. Tanto así, que pronto queda claro cuánta falta hace en Washington el interlocutor de mayor influencia en la situación que se vive en Siria.
Cameron anunció que su reunión con Putin el pasado viernes en Moscú fue de lo más constructiva. Obama admite al mismo tiempo que todavía hay mucha desconfianza entre Rusia y algunos representantes de los estados del G8, y que no puede garantizar que las negociaciones vayan a tener éxito.
Para Cameron, el tema tiene un valor político añadido: gracias a él puede desviar la atención de los problemas internos que experimenta su partido político, el de los conservadores británicos. En él, cada vez son más las voces que demandan una salida rápida de Reino Unido de la Unión Europea. “Siempre resulta práctico poner en primer plano temas de política exterior para cubrir los temas de política interior”, opina Horst Teltschik, exdirector de la Conferencia de Seguridad de Múnich, hablando sobre Cameron, “y ahora puede hacerlo gracias a sus visitas, tanto en Moscú como en Washington”.
Posiciones claras, pero con poca influencia
La cumbre del G8 en Irlanda del Norte, el próximo mes de junio, también supone una oportunidad para el primer ministro británico. El Presidente estadounidese Obama opina que en ella se deben concentrar en medidas para fomentar el crecimiento económico, y Cameron está de acuerdo con ello.
¿Podría tratarse quizá de una pequeña indirecta hacia Alemania, donde la canciller federal, Angela Merkel, sigue insistiendo en presupuestos regulados y medidas de ahorro para combatir la crisis del euro? Lo que está claro es que ambos líderes gubernamentales están unidos en su estrategia económica. Pero, al igual de lo que pasa con Siria, también en este tema falta el interlocutor de mayor peso, explica Heather Conley. “Gran Bretaña no tiene aquí el papel de actor principal; en este caso, lo es la relación germano-estadounidense”.
Contención militar y reducida influencia económica: la alianza entre británicos y norteamericanos ha vivido mejores tiempos. En esta reunión en Washington, Cameron y Obama no le han dado cambio de dirección alguno al rumbo de los sucesos globales.
Autor: Max Hofmann / lab
Editora: Cristina Papaleo