Arte alemán del Estado
22 de enero de 2013No toda obra de arte es tan fácil de descifrar como el cuadro de gran formato de Thomas Klipper titulado “Brandt/Guillaume”. La impresión de dos colores se basa en una famosa fotografía en la que se ve al entonces canciller Willy Brand y a su colaborador Günter Guillaume. El asistente personal del canciller susurra algo al oído de Brandt. Guillaume fue posteriormente denunciado como espía de la entonces República Democrática Alemana (RDA), lo que provocó la dimisión de Brandt en mayo de 1974. La obra, cargada de simbolismo, fue realizada sobre el piso de linóleo del extinto Ministerio para la Seguridad del Estado, la STASI, e impresa sobre él. Hoy en día la obra de Kilpper está colgada en el Ministerio para la Cooperación Económica, la antigua cancillería de Bonn.
Willy Brand fue quien a principios de la década del 70 tuvo la iniciativa de coleccionar arte para el Estado. Unas 1500 obras fueron reunidas por una comisión que decide qué comprar. Está integrada por curadores, jefes de museos y expertos de arte que rotan en sus puestos cada dos años, y que han influido con su propio gusto en la colección del Estado alemán.
¿Por qué es importante que un Estado coleccione arte? “La cultura conforma nuestro fundamento de valores y es el arte lo que nos lleva a pensar y reflexionar”, escribe el ministro de Cultura alemán, Bernd Neumann, en el catálogo de la exposición. El arte es entonces el espejo de una nación, como una manifestación de valores. Por cierto que no sólo se compra obra de artistas alemanes, sino también de extranjeros que producen en Alemania.
Distribuidas en todo el mundo
Normalmente las obras se encuentran en bodegas o colgadas en ministerios y en embajadas alemanas del mundo entero. Una parte de la muestra se encuentra en calidad de préstamo de largo plazo en museos. El presupuesto de compras es modesto: se cuenta con menos de dos millones de euros para la compra de obras en un período de cinco años, lo que de cara a los precios exorbitantes del mercado es notablemente poco. Se compra en ferias que tienen lugar en Alemania y en el extranjero, para establecer una señal de transparencia y apertura.
Susane Kleine, curadora de la muestra de la Sala de Exposiciones de Bonn, considera que pese al limitado presupuesto se tienen oportunidades. “No es ninguna limitante para las compras sino lo contrario, una suerte, porque obliga a los miembros de la comisión a observar lo que sucede en el mercado del arte, y no comprar los grandes nombres en el arte de la postguerra. Esos grandes nombres, como el de Gerhard Richter, Georg Baselitz o Anselm Kiefer se encuentran representados por obras pequeñas, la mayoría en papel.
El artista Ecke Bonk proyecta sobre una caja de luz la fotografía de automóvil Trabbi pintado de laca negra. La obra representa los sueños y aspiraciones de muchos ciudadanos de la extinta RDA. Sus vidrios oscuros aluden al poder del Estado de la RDA y sus órganos de seguridad. También impresiona un trabajo de Meter Rösel, que colocó sobre dos antiguas mesas de teléfono unos directorios telefónicos de Berlín de los años 1941 y 1945. El segundo no es ni la mitad de grueso que el primero. Con ello Rösel alude de una manera muy sencilla la enorme pérdida de vidas humanas durante la Segunda Guerra Mundial.
“Los embajadores tienen acceso a las obras. Si algo en particular les gusta pueden llevárselo y colgarlo en la representación alemana que dirigen”, dice Rosa Schmitt-Neubauer, directora de la comisión de compras. Por supuesto que ciertos criterios tienen que ser observados. En un país islámico se tiene que tener cuidado con el color verde, lo mismo que con obras que muestran a mujeres desnudas.
Autor: Jochen Kürten/ EU
Editora: Emilia Rojas