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UNICEF: 50 millones de niños desarraigados

Barbara Wesel (JAG/ERS)7 de septiembre de 2016

“Desarraigados” es el título del primer informe global de Unicef sobre refugiados y migración de menores. El director del programa, Ted Chaiban, habla con DW sobre lo que se esconde tras los números.

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Imagen: Getty Images/AFP/B. Kilic

DW: Según UNICEF, 28 millones de niños han huido debido a conflictos armados y guerras, y otros 20 millones tuvieron que abandonar sus hogares, amenazados por bandas armadas o la pobreza extrema. ¿Cuáles son las causas de esta dramática cifra de 50 millones de menores “desarraigados”?

Ted Chaiban: La cifra es enorme y continúa en aumento debido a la gran cantidad de conflictos y porque estos, entretanto, afectan a generaciones enteras. Por ejemplo, en Siria y Afganistán. Otros huyen por el cambio climático y las sequías, que obligan a las familias a escpar del hambre y la pobreza. También está el fenómeno de las bandas criminales de las que huyen, sobre todo, los niños de Sudamérica en busca de una vida mejor.

¿Cuáles son los principales peligros para los niños en su huida?

Solamente en Europa hay cerca de 100.000 niños que están huyendo en solitario y se enfrentan a grandes riesgos. Se enfrentan a traficantes de personas, explotación sexual y peligros que van desde contraer enfermedades hasta ahogarse. Los que van sin familia se enfrentan a peligros extremos y deberíamos concentrarnos en ellos. Necesitan protección especial y acceso a las ayudas. Es necesario reunificarlos con sus familias en cuanto sea posible.

En total, Europa acogió en el último año y medio unos 600.000 niños. Ahora tenemos que garantizar su protección para impedir que queden bloqueados en campamentos debido a su difusa situación legal y se les limite el acceso a la educación.

Estadísticas sobre los niños que huyen.
Estadísticas sobre los niños que huyen.

Hay otros muchos niños refugiados que no tienen acceso a la educación. Por ejemplo, los niños sirios en Turquía. ¿Existe el peligro de una enorme generación perdida?

Turquía, Líbano y Jordania fueron generosos en la acogida de refugiados y sus niños. Junto a socios como Unicef, hicieron grandes esfuerzos y, entretanto, el 50% de estos niños va a la escuela. Pero hay que trabajar más para llegar a la otra mitad. Para eso se necesita construir un sistema escolar, pero también conseguir que los padres tengan acceso al trabajo para que los niños no tengan que ir a trabajar. También en Europa, donde ahora empieza el año escolar, es importante que todos los niños refugiados vayan a clases. En Grecia, donde 20.000 niños viven en tránsito, hay que implantar cursos puente y en eso estamos trabajando ahora.

En Europa hay miles de niños calificados como “perdidos”. O han salido de la estadística o han caído en manos de criminales. ¿Cuán grave es este problema?

No lo sabemos. Por eso exigimos a los países que inviertan más en la recopilación y el análisis de datos para determinar quiénes son estos niños y dónde están. Los Estados deberían cooperar mejor para hacer un seguimiento a estos niños a través de las rutas de huida. Sus solicitudes de asilo deberían ser más rápidas para que no se queden en este limbo legal y se necesita también acceso a información y representantes legales. También hay que mejorar la oferta en los campamentos de tránsito. Si logramos que los niños participen en las decisiones y actuamos en su beneficio, cooperarán y se terminará el problema de los “niños desaparecidos”.

En muchos países europeos hay una corriente de rechazo hacia la acogida de más refugiados, que incluso bloquea cualquier compasión por los niños. ¿Qué podría hacer la política en contra de eso?

Hay que reconocer que Europa acogió a muchos refugiados y es comprensible que mucha gente se preocupe. Pero también hay que entender que estas personas huyen de la guerra, la violencia y la pobreza extrema. Los niños tienen que ser considerados como tales, hay que protegerlos y reconocer sus derechos. Es necesario garantizarles un proceso de asilo transparente y justo. Así se les ofrece una oportunidad de contribuir luego a su país de origen o a su país de acogida. Vivimos en una época en la que los ciudadanos están preocupados, pero si hacemos lo correcto y respetamos los valores europeos, el resultado será positivo para los niños y para las sociedades en las que viven.