La caída de la URSS
18 de agosto de 2011Publicidad
Era todo o nada. En 1991, la Unión Soviética se encuentra en caída libre. La producción industrial se desacelera, el desempleo aumenta, y la inflación galopante se come los ahorros de los ciudadanos. Estallan conflictos étnicos, en Georgia y Azerbaiyán hay fuegos cruzados. Lituania es la primera república soviética en proclamar su independencia en 1990. En enero de 1991, Moscú envía un comando especial de la agencia de inteligencia KGB a Vilna, la capital lituana, en la que mueren 14 personas. A pesar de ello, el imperio soviético no recobra a Lituania. El presidente Mijail Gorbachov pierde cada vez más el control sobre su país.
"La Unión Soviética debió ser rescatada", dice Gorbachov en la actualidad. En ese entonces buscaba una especie de "Unión Soviética 2.0", en la que cada una de las repúblicas tuviera más autonomía. En marzo de 1991, Gorbachov celebra un plebiscito. Según cifras oficiales, más del 70 por ciento vota a favor del "mantenimiento de la Unión Soviética como una federación renovada de repúblicas soberanas con igualdad de derechos". Pero ¿cómo debe estructurarse esta nueva Unión Soviética? Las negociaciones en Moscú son difíciles. Sólo participan nueve de las 15 repúblicas soviéticas. Aún así, el presidente logra negociar un nuevo tratado de Estado que debe mantener al país unido. La firma está planeada para el 20 de agosto de 1991, pero no se lleva a cabo.
El intento de golpe de Estado
Un día antes de la firma sucede lo que muchos ya temían en Occidente: un golpe de Estado contra Gorbachov. Un grupo soviético extremista, conformado entre otros por los ministros de Defensa e Interior, así como el jefe de la KGB, crea un “comité de estado de emergencia”. Los comunistas de vieja guardia desconfían de las reformas de Gorbachov. "Se dieron cuenta de que no lograban nada con los métodos políticos tradicionales. Por eso se decidieron por un golpe de Estado”, recuerda Gorbachov.
Con la escusa de que Gorbachov estaba enfermo, los conspiradores encierran al jefe de Estado con su familia en su residencia de vacaciones en Crimea y cortan todas las conexiones con el mundo exterior. En la Unión Soviética se proclama el estado de emergencia. En Moscú los tanques de guerra se preparan. Los golpistas explican que buscan proteger a la URSS de una "catástrofe".
Un día antes de la firma sucede lo que muchos ya temían en Occidente: un golpe de Estado contra Gorbachov. Un grupo soviético extremista, conformado entre otros por los ministros de Defensa e Interior, así como el jefe de la KGB, crea un “comité de estado de emergencia”. Los comunistas de vieja guardia desconfían de las reformas de Gorbachov. "Se dieron cuenta de que no lograban nada con los métodos políticos tradicionales. Por eso se decidieron por un golpe de Estado”, recuerda Gorbachov.
Con la escusa de que Gorbachov estaba enfermo, los conspiradores encierran al jefe de Estado con su familia en su residencia de vacaciones en Crimea y cortan todas las conexiones con el mundo exterior. En la Unión Soviética se proclama el estado de emergencia. En Moscú los tanques de guerra se preparan. Los golpistas explican que buscan proteger a la URSS de una "catástrofe".
Con acelerador al fondo del abismo
El golpe fracasa, y agosto de 1991 se convierte en el momento estelar del recién elegido presidente ruso, Boris Yeltsin, quien se perfiló como adversario de los comunistas. Decenas de miles de personas protestan frente a su oficina contra el golpe de Estado. Aunque transcurre pacíficamente, la situación se vislumbra confusa. Tres personas mueren cuando una columna de tanques recorre de noche la ciudad. Después de tres días se levanta el estado de emergencia. Gorbachov vuelve el 22 de agosto a Moscú visiblemente afectado. Los golpistas son detenidos; algunos de ellos se suicidan. El Partido Comunista se prohibe.
El golpe fracasa, y agosto de 1991 se convierte en el momento estelar del recién elegido presidente ruso, Boris Yeltsin, quien se perfiló como adversario de los comunistas. Decenas de miles de personas protestan frente a su oficina contra el golpe de Estado. Aunque transcurre pacíficamente, la situación se vislumbra confusa. Tres personas mueren cuando una columna de tanques recorre de noche la ciudad. Después de tres días se levanta el estado de emergencia. Gorbachov vuelve el 22 de agosto a Moscú visiblemente afectado. Los golpistas son detenidos; algunos de ellos se suicidan. El Partido Comunista se prohibe.
Los extremistas buscaban salvar a la Unión Soviética con el golpe de Estado. Pero en realidad fueron un catalizador. Durante el intento de golpe, Estonia declara su independencia de la Unión Soviética, seguida de Ucrania y otras repúblicas. Gorbachov intenta -en vano- recobrar el tratado de Estado. Tres meses después del golpe, los presidentes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia, forman la Comunidad de Estados Independientes (CEI). El 26 de diciembre de 1991, se disuelve oficialmente la Unión. Gorbachov pierde su poder y dimite como presidente.
"Se colgaron la soga al cuello"
20 años después, para Gerhard Simon, experto en Europa del Este, de la Universidad de Colonia, sigue siendo "incomprensible" que el colapso de la URSS fuera "tan rápido y con relativamente poca violencia. ¿Puede una potencia mundial simplemente retirarse del escenario, como cuando cae el telón en el teatro?” En opinión de Simon, el poder de la Unión Soviética estaba sobrevalorado. “Sin duda, era fuerte en armamento nuclear, pero en economía nunca habría podido competir con Estados Unidos”.
La competencia entre el comunismo y el capitalismo jugó un rol importante en la caída de la Unión Soviética. “El sistema soviético también se derrumbó porque existía Occidente, una mejor economía, más libertad y la fascinación por ese ‘Occidente dorado’”, dice Simon. “El ‘gran error" de la propaganda e ideología soviéticas fue que siempre se compararon con Occidente. Ellos mismos se colgaron la soga al cuello", dice Simon.
20 años después, para Gerhard Simon, experto en Europa del Este, de la Universidad de Colonia, sigue siendo "incomprensible" que el colapso de la URSS fuera "tan rápido y con relativamente poca violencia. ¿Puede una potencia mundial simplemente retirarse del escenario, como cuando cae el telón en el teatro?” En opinión de Simon, el poder de la Unión Soviética estaba sobrevalorado. “Sin duda, era fuerte en armamento nuclear, pero en economía nunca habría podido competir con Estados Unidos”.
La competencia entre el comunismo y el capitalismo jugó un rol importante en la caída de la Unión Soviética. “El sistema soviético también se derrumbó porque existía Occidente, una mejor economía, más libertad y la fascinación por ese ‘Occidente dorado’”, dice Simon. “El ‘gran error" de la propaganda e ideología soviéticas fue que siempre se compararon con Occidente. Ellos mismos se colgaron la soga al cuello", dice Simon.
Yeltsin quería el fin de la Unión Soviética
Para el experto en Europa del Este es asombroso el desarrollo del corazón de la Unión Soviética. "Es muy raro que la clase política rusa no quisiera más la Unión Soviética", dice Simon. Se refiere a Boris Yeltsin, quien le había tomado "gusto al poder". Yeltsin impulsó la soberanía de Rusia, y después decretó que no se pagara a las autoridades soviéticas en Moscú. "Yeltsin, quería acabar con la Unión Soviética. No hay duda de ello", dice Simon.
Para el experto en Europa del Este es asombroso el desarrollo del corazón de la Unión Soviética. "Es muy raro que la clase política rusa no quisiera más la Unión Soviética", dice Simon. Se refiere a Boris Yeltsin, quien le había tomado "gusto al poder". Yeltsin impulsó la soberanía de Rusia, y después decretó que no se pagara a las autoridades soviéticas en Moscú. "Yeltsin, quería acabar con la Unión Soviética. No hay duda de ello", dice Simon.
Yeltsin tampoco obró de forma altruista en 1991 con respecto a las otras repúblicas soviéticas. El presidente ruso pensó que Moscú mantendría la influencia sobre el CEI, opina Simon. Sin embargo, “al igual que Gorbachov, no midió las consecuencias de sus acciones”.
Autor: Roman Goncharenko / Cristina Mendoza Weber
Editora: Emilia Rojas Sasse
Editora: Emilia Rojas Sasse
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