¿Vive aún la Revolución de Octubre en América?
7 de noviembre de 2017Mientras en Rusia son los nostálgicos del socialismo o las viejas generaciones quienes confieren importancia a esta fecha, y mientras la izquierda europea se queja de que a muy pocos parece importarles el legado histórico de la también llamada Revolución Rusa de 1917, los sucesos ocurridos en los últimos 10 años en países como Venezuela, Nicaragua, El Salvador, Honduras, Colombia, Bolivia y, por supuesto, Cuba, muestran que la influencia de ese suceso histórico no es un asunto del pasado.
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Basta un ejemplo: el más reciente discurso de Rodrigo Londoño "Timochenko", al postularse como candidato presidencial de su partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC), estuvo lleno de las mismas consignas antiimperialistas que, en las décadas del 70 y el 80 del siglo XX, estaban presentes en los discursos de los líderes del Frente Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua, del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional en El Salvador, de los Tupamaros en Uruguay, los Macheteros del Ejército Popular Boricua en Puerto Rico, los Montoneros en Argentina e incluso en las terribles arengas cargadas de odio de los líderes de Sendero Luminoso en Perú.
El triunfo de la Revolución Cubana y la estrategia de Fidel Castro de convertir a Cuba en la principal protagonista de la extensión del proceso revolucionario "de los humildes y para los humildes" hacia el resto de los países de América Latina y el Caribe disminuyó el fortísimo influjo de los ideales de la Revolución rusa en la región. Pero aunque, en los primeros años, el liderazgo cubano fue criticado por algunos políticos y movimientos progresistas latinoamericanos, cuando La Habana reforzó sus lazos con el Kremlin todas esas divisiones desaparecieron casi en su totalidad.
Ausencia de Stalin
Las organizaciones políticas internacionales dependientes de Moscú, con la Internacional Comunista a la cabeza, mantuvieron durante décadas un obsesivo trabajo de penetración en las instituciones y movimientos populares latinoamericanos. Una vez elegida la Revolución Cubana como portavoz en Latinoamérica ese trabajo de penetración contó con una plataforma mejor estructurada desde La Habana. Lo curioso de todas estas estrategias era que se evitaba que la mítica de la Revolución de Octubre se vinculara a la figura de Stalin, a causa de sus conocidos errores, y se rescataba el pensamiento revolucionario de Lenin y la vigencia de su legado, junto al de otros marxistas europeos como Marx, Engels, Karl Liebknecht, Rosa Luxemburgo, etc.
Esa estrategia sigue existiendo en la actualidad. Ahora, en la mayoría de los discursos y escritos de los herederos actuales de la estrategia internacional de la Revolución Rusa (que van en un amplio espectro de tendencias desde la Federación Mundial de la Juventud Democrática y sus Festivales Mundiales de la Juventud y los Estudiantes, hasta la Conferencia Internacional de Partidos y Organizaciones Marxistas-Leninistas, fundada en Ecuador en 1994) se incluyen también las aportaciones de aquellos filósofos de izquierda que han desmontado los errores del socialismo en la URSS y los países de Europa del Este, y defienden la tesis de que no se trata de un modelo fracasado sino mal aplicado.
Destruyendo el legado humanista de la revolución
Sin embargo, el modelo defendido por estos "estrategas", la Revolución Cubana primero y, más recientemente, el Socialismo del Siglo XXI, ya han mostrado que también se trata de proyectos que, lejos de resolver los problemas sociales, los agudizan, dividen las sociedades, eternizan a políticos corruptos en el poder y crean un enorme caos social y una incesante diáspora. Resulta aún más curioso que, en momentos en que la presidencia de Donald Trump permite revivir con razones sólidas el viejo discurso antiamericano y antiimperialista, las figuras que hablan de esa reformulación del socialismo, aplaudan los encarcelamientos de opositores en Cuba y Venezuela, justifiquen los atentados contra la libertad de prensa en Nicaragua y Ecuador; pidan mano dura al presidente Maduro contra la oposición; y acepten como normales las pretensiones de Daniel Ortega de perpetuarse en el poder, justamente comportamientos represivos que llevaron a Stalin a ser considerado el gran destructor del legado humanista de la Revolución de Octubre.
Autor: Amir Valle (VT)