Wolfsburgo, la ciudad del campeón de la Bundesliga
24 de mayo de 2009Múnich, Bremen, Stuttgart, Berlín… Pero… ¿Wolfsburgo? Pocos sabrían situarla en el mapa, la mayoría nunca había escuchado hablar de ella hasta que el equipo que porta su nombre empezó a correr camino al título de campeón de la Bundesliga.
Wolfsburgo es una ciudad de 120.000 habitantes y se la encuentra en el Estado alemán de Baja Sajonia. Aquí se asentaron en el siglo XIV los von Bartensleben, una familia de nobles que dejaron, para que pudieran ser mencionadas en la posteridad triunfal del balompié, las primeras referencias escritas a la existencia de Wolfsburg, fechadas en 1302.
Hijos predilectos tenía Wolfsburgo hasta el sábado uno: Hoffmann von Fallersleben, autor de la letra del himno alemán. A partir de ahora, como orgullo de los nativos al poeta se le suma un equipo de fútbol al completo.
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Ante todo, a Wolfsburgo se la relaciona con la marca Volkswagen. Y no es por nada.
La ciudad moderna, base de la actual, la inauguraron Adolf Hitler y Ferdinand Porsche el 1 de julio de 1938. Entonces fue bautizada como “Stadt des KdF-Wagens”, “Ciudad del Vehículo KdF”, ya que en ella vivirían los empleados en la fábrica de la “Gesellschaft zur Vorbereitung des Deutschen Volkswagens”, la “Sociedad para la Preparación del Coche del Pueblo Alemán”. Ésta Sociedad tenía como única función la producción de los coches KdF, “Kraft durch Freude”, esto es, “fuerza a través de la alegría”: uno de esos eslóganes que tanto le gustaban al nacionalsocialismo.
El estallido de la II Guerra Mundial impidió que la mayoría de los planes arquitectónicos que los nazis tenían para ciudad pudieran realizarse. Tampoco los KdF vivieron mejor suerte. Su producción en serie fue suspendida y la automotriz se dedicó principalmente a la fabricación de material de guerra, con la ayuda de presos del cercano campo de concentración de Arbeitsdorf.
Finalizado el conflicto, la ciudad recibió el definitivo nombre de Wolfsburgo y pudo por fin empezar a dedicarse a la tarea que le había sido encomendada: la de darle movilidad al pueblo alemán. Así fue como de esta planta salió en 1955 el VW-Käfer, el VW modelo Escarabajo, número un millón.
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Y como en Wolfsburgo la vida gira en torno al coche, su principal museo y parque de atracciones se llama Autostadt, Ciudad Automovilística, y se encuentra directamente al lado de la fábrica de Volkswagen.
El recinto fue inaugurado en el año 2000 como uno de los proyectos estrella de la Exposición Universal que se celebró en Hannover. Desde entonces, 17 millones de personas de todo el mundo se han acercado hasta Wolfsburgo para pasearse por estas instalaciones, dedicadas todas ellas al mundo del motor.
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Sin embargo, pesa a que de coches vive Wolfsburgo, la ciudad cuenta también con un impresionante parque científico llamado Phæneo: 6.000 metros cuadrados de exposiciones, obras de arte, salas temáticas y experimentales en las que los visitantes pueden tocar, ver, pensar y relacionarse con el mundo de la ciencia. La vida, la luz, la vista, el movimiento, los elementos, el viento, la materia, la energía, lo micro y lo macro son temas en Phæneo.
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En 1972, Wolfsburgo superó la cifra de los 100.000 habitantes y se convirtió con ello oficialmente en “gran ciudad”. Vista desde arriba, con su canal central y sus cuadriculados bloques de edificios, no parece especialmente bella. Como gran parte de las mecas del fútbol alemán, Wolfsburgo es una urbe industrial, de trabajadores, en la que el equipo es una pasión, el partido de la semana es sagrado y las pequeñas victorias vierten algo de luz en el gris que lo rodea todo. Con una diferencia: el equipo, el partido y sobre todo las victorias son aquí algo reciente.
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Lo que muchos le achacan al VfL Wolfsburgo es su falta de historia. También se dice que esa es la razón por la cual su entrenador, Felix Magath, decidió marcharse al Schalke 04 teniendo el título de campeón de la Bundesliga ya en el bolsillo. Magath quería trabajar en un equipo con tradición, y la tradición en Wolfsburgo es escasa.
El VfL Wolfsburgo se fundó en 1945, pero pasó desapercibido en el fútbol alemán hasta que logró en 1997 el ascenso a primera división. Por aquel entonces, seguía siendo un club de clase media, que a veces lograba clasificarse para la UEFA y otras luchaba contra el descenso. En 2001, el Wolfsburgo se convirtió en sociedad anónima. En 2007, los miembros de la Agrupación VfL Wolfsburgo le vendieron a Volkswagen el 10% de las acciones que se habían reservado: la automotriz se hizo con 100% de esta empresa futbolística.
El dinero de VW sirvió para traer a Magath y concederle todos los fichajes. Se creó un equipo contundente, capaz de ganar la Bundesliga. Eso no es fútbol, son negocios, critican muchos. Mientras tanto, los lobos levantan triunfales el título de campeones.
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“A mí no me gusta el fútbol, pero como esto aquí no pasa todos los días, si gana el Wolfsburgo iré a celebrarlo”, decía una chica horas antes del decisivo partido contra el Bremen en la emisora de radio alemana WDR 5.
Entusiasmado con la victoria de su equipo, Wolfsburgo entero se echó a la calle el sábado por la noche para celebrar la entrada de los lobos en la historia de la Bundesliga. Hinchas o no, nadie quiso perderse los festejos. Quién sabe cuando el dios del balompié volverá a sonreír a esta ciudad bajo sajona.
Autora: Luna Bolívar Manaut
Editora: Claudia Herrera Pahl