Ébola: Que no cunda el pánico en Europa
22 de agosto de 2014Una mujer negra se queja de fiebre en una oficina de empleo de Berlín. Se desmaya, pierde el conocimiento. ¿Y entonces? Saltan todas las alarmas: decenas de agentes de policía, bomberos y médicos se presentan allí. Se llevan a la mujer en una ambulancia, se acordona el edificio durante horas y cientos de personas quedan allí.
La “información de fiebre en combinación con África” es, en este momento, suficiente para desencadenar semejante acción, aclaró el pasado martes el médico jefe de Urgencias, después de que se pusiera a la mujer en cuarentena y un equipo de seguridad se quedara patrullando delante del hospital.
África no es una enfermedad
Me alegro de vivir en un país en el que las autoridades van sobre seguro. En caso de duda, envían un par de ambulancias. Pero lo que no puede ser es este miedo exagerado a una epidemia de ébola en Europa, unido a la desconfianza hacia cualquier persona que venga de África y que pueda tener un poco de fiebre.
Primero, porque sólo en cuatro de los 54 países de África se ha manifestado la enfermedad, con unos 2.000 casos. Cada uno de ellos supone una tragedia, pero, en comparación, hay que decir que cada año mueren a causa de la gripe medio millón de personas. Y, en segundo lugar, porque el ébola no es tan contagioso como la gripe, el sarampión o un resfriado. Se necesita entrar en contacto con la sangre u otros fluidos corporales de un infectado para contagiarse.
Terrible, pero controlable
Sí, la epidemia es terrible, espantosa, cruel. Las descripciones del curso de la enfermedad con los calambres y hemorragias hasta un final mortal provocan escalofríos. Por eso, hay una razón para el miedo, pero no en Europa, sino ahí donde el virus causa estragos y donde las autoridades están desvalidas.
Por ejemplo, en el humilde barrio de West Point de Monrovia, capital de Liberia, los habitantes se mantienen en cuarentena por la fuerza, sin atención médica adecuada e, incluso, sin agua limpia.
El verdadero problema es la pobreza, la falta de higiene y unas autoridades desbordadas en Liberia, Sierra Leona y Guinea. Sin esos factores, el virus no hubiera tenido ninguna posibilidad de propagarse por otros países.
Más apoyo para los médicos y campañas de educación son, por tanto, la mejor manera de frenar la enfermedad. La histeria o el miedo a África son de poca ayuda. Por cierto, la mujer de la oficina de empleo de Berlín tenía malaria. Esta enfermedad, que es transmitida por mosquitos, provoca anualmente 600.000 fallecidos.