150 años de “Max y Moritz”
19 de marzo de 2014El libro infantil Max y Moritz no sólo pertenece al patrimonio cultural de los alemanes desde la segunda mitad del siglo XIX; esa obra literaria también ha dejado su huella en otras latitudes: el volumen ha sido traducido del alemán a más de doscientos idiomas y dialectos, y sus ilustraciones contribuyeron a desarrollar el lenguaje del cómic en Estados Unidos. Su autor, el caricaturista, pintor y poeta Wilhelm Busch (1832-1908), no podía imaginar que su trabajo terminaría siendo tan popular e influyente.
De hecho, el primer editor con el que Busch quiso imprimir su historia Max y Moritz rechazó el encargo en 1864, convencido de que no sería un proyecto rentable. Fue un año más tarde cuando Busch recibió una respuesta entusiasta del editor Kaspar Braun. El libro no tardó en venderse bien. La primera traducción para un mercado extranjero –Dinamarca—apareció en 1866. Algunos años después vino la versión en inglés y, en 1887, se publicó una edición en japonés. “El éxito sorprendió al propio Busch”, asegura su biógrafa, Eva Weissweiler.
La crítica social de Wilhelm Busch
A juicio de Weissweiler, Max y Moritz es más un libro político que un libro infantil. “En la década de los sesenta del siglo XIX tuvieron lugar migraciones masivas de campesinos pobres que dejaban las tierras germanas para buscar una mejor vida en Estados Unidos. Y muchos de estos emigrantes dejaban atrás a su numerosa prole. Por eso se veía a tantos niños vagando sin dolientes por todos lados; jovencitos famélicos que se alimentaban robando lo que podían, tal como lo hacen Max y Moritz en la historia de Busch”, explica Weissweiler.
“La moraleja de Busch es una denuncia llena de humor contra las espantosas condiciones sociales que los adultos de su época habían creado”, acota la biógrafa del autor. Contar el desenlace de la historia no le arruinará la sorpresa a nadie a estas alturas: Max y Moritz mueren triturados por un molino. Este final no tiene nada de fantasioso: los jóvenes delincuentes eran encerrados durante décadas o condenados a muerte si reincidían. “¿Qué diferencia hay entre morir en la cárcel o machacado por un molino?”, se pregunta Weissweiler.
Max y Moritz, al museo
Max y Moritz como espejo de la sociedad germana del siglo antepasado es uno de los aspectos abordados en la exhibición Travesuras y más travesuras (Streich auf Streich) del Museo Wilhelm Busch de Hannover, concebida para celebrar los 150 años de la obra. Otro de los segmentos interesantes de la exposición está dedicado al papel que Max y Moritz juega en la historia del cómic como género narrativo. El libro es percibido como un precursor del cómic moderno, que nació en los periódicos estadounidenses poco antes del siglo XX.
En diciembre de 1897, The Katzenjammer Kids apareció por primera vez en la edición dominical del New York Journal. Su creador: el dibujante alemán Rudolph Dirk. El magnate de los medios William Randolph Hearst le había encomendado el diseño de unas tiras cómicas al estilo de Max y Moritz para aumentar las ventas de su diario. Dirk le tomó la palabra e, inspirándose en el trabajo de Busch, creó a los traviesos mellizos Hans y Fritz.
Precursor del cómic estadounidense
Hoy en día, Dirk podría ser denunciado por plagio. Pero entonces, el dibujante no tuvo problemas. Ni siquiera cuando la prensa estadounidense de habla alemana comenzó a publicar las historietas de Hans y Fritz, llamándolos Max y Moritz. Weissweiler cuenta que esta situación resultaba entre halagadora e incómoda para Busch, quien todavía vivía. Pero no había sido él, sino el editor Kaspar Braun quien se había quedado con los derechos de autor sobre los personajes Max y Moritz. Busch no podía hacer nada al respecto.
Martin Jurgeit, curador de la muestra del Museo Wilhelm Busch, admite que no todos los países le atribuyen a Busch un lugar predominante en la cronología del cómic. Los orígenes del cómic francés, por ejemplo, son trazados hasta la obra del suizo Rodolpe Töpffer (1799-1846). “Pero sin el cómic estadounidense no tendríamos los cómics que vemos hoy alrededor del mundo. Y la tradición estadounidense del cómic está en deuda con libros ilustrados alemanes como Max y Moritz. El hecho de que el principal premio para los cómics de habla alemana lleve el nombre Max y Moritz no se debe a una casualidad”, señala Jurgeit.