Orgullo y trauma: 80 años del Levantamiento de Varsovia
30 de julio de 2024El 1º de agosto, Varsovia, la capital de Polonia, volverá a detenerse un año más durante un minuto. Cuando suenen las sirenas de alarma, a las cinco en punto de la tarde, la mayoría de la gente, independientemente de su orientación política, permanecerá inmóvil para recordar el inicio del levantamiento contra los ocupantes alemanes.
El Levantamiento de Varsovia, que comenzó el 1 de agosto de 1944 y terminó con una rendición tras 63 días de encarnizados combates, se considera el mito fundacional del Estado-nación polaco independiente. Simboliza el deseo de libertad y el espíritu de lucha de los polacos contra el dominio extranjero y el totalitarismo.
Durante mucho tiempo después de la Segunda Guerra Mundial, los políticos alemanes no fueron bienvenidos a las conmemoraciones. Esta situación solo cambió en 1989, tras la caída del Telón de Acero.
En una valiente decisión, el presidente de Polonia, Lech Walesa, invitó en 1994 a Roman Herzog, entonces presidente de Alemania, a pronunciar un discurso en la capital polaca.
La confusión de Herzog
"A los alemanes nos llena de vergüenza que el nombre de nuestro país y de nuestro pueblo se asocie para siempre con el dolor y el sufrimiento infligidos a millones de polacos", dijo Herzog durante el acto conmemorativo. El entonces presidente de Alemania pidió perdón a todas las víctimas polacas de la guerra "por lo que les hicieron los alemanes".
La visita de Herzog fue controvertida. Para muchos polacos, su participación en aquella conmemoración llegó demasiado pronto. Los veteranos, que esperaban junto a él el inicio de la conmemoración, estaban en contra. Además, pesó el hecho de que, en una entrevista, Herzog confundiera el Levantamiento de Varsovia con la sublevación del Gueto de Varsovia, que tuvo lugar en 1943.
Éxitos iniciales, pero sin logros estratégicos
Las reservas de los polacos eran fundadas: las masacres perpetradas por los alemanes dejaron un profundo trauma en la memoria colectiva. Los dirigentes nazis estaban dispuestos a utilizar cualquier medio necesario para recuperar el control de la ciudad. Las columnas blindadas del Ejército Rojo alcanzaron los suburbios orientales de Varsovia a finales de julio de 1944.
El ejército clandestino polaco Armia Krajowa (AK) movilizó a varias decenas de miles de combatientes, de los cuales solo uno de cada ocho tenía pistola. El objetivo de la dirección del AK, que estaba bajo el control del Gobierno anticomunista en el exilio en Londres, era liberar Varsovia de los alemanes antes de que la invadieran los soviéticos, quienes eran vistos como una amenaza para la independencia polaca. Tras cinco años de terror alemán, los polacos querían expulsar a los ocupantes por sus propios medios.
Prácticas sádicas
En los primeros días, los insurgentes consiguieron liberar amplias zonas de la capital. Sin embargo, no pudieron tomar objetivos estratégicos, como los puentes del Vístula, la línea central de ferrocarril y el aeropuerto, así como el "barrio alemán".
Las unidades alemanas contraatacaron rápidamente. Heinrich Himmler asignó a Heinz Reinefarth, jefe superior de las SS y de la Policía, la tarea de sofocar el levantamiento. Sus tropas incluían la Brigada SS Dirlewanger, conocida por sus crímenes de guerra.
"La llegada de Reinefarth convirtió la batalla en una masacre", escribe el historiador alemán Stephan Lehnstaedt. Se calcula que, entre el 5 y el 7 de agosto, fueron asesinadas entre 30.000 y 40.000 personas, en su mayoría civiles, en el distrito de Wola, en el oeste de Varsovia. Los historiadores polacos hablan incluso de más de 50.000 víctimas. En varios hospitales, hubo pacientes baleados, así como enfermeras violadas y asesinadas "con todo tipo de prácticas sádicas", según Lehnstaedt.
"Los excesos fueron planeados y deliberados", subraya el historiador. Al cabo de unos días, Erich von dem Bach, superior de Reinefarth, limitó la violencia contra los civiles, porque temía que los excesos provocaran una resistencia más fuerte.
La espera del Ejército Rojo
En las semanas siguientes, las tropas alemanas, apoyadas por aviación, tanques y artillería pesada, conquistaron un barrio tras otro. La ayuda soviética no se materializó: el Ejército Rojo no llegó a la orilla oriental del Vístula hasta el 15 de septiembre.
Es una suposición no demostrada, pero hay muchos indicios de que Stalin, deliberadamente, no quiso acudir a socorrer a los insurgentes polacos. En cualquier caso, cuando llegaron los soviéticos ya era demasiado tarde para una ayuda eficaz.
Por su parte, los aliados occidentales se limitaron a proporcionar apoyo armamentístico desde el aire, lo que no pudo evitar la derrota. Al final, a la dirección del AK sólo le quedó la rendición, que fue firmada el 2 de octubre por el comandante en jefe del AK, Tadeusz Komorowski, quien tenía el nombre encubierto de "Bor".
El balance del Levantamiento de Varsovia es trágico. Murieron unos 18.000 insurgentes y hasta 180.000 civiles. Las pérdidas alemanas ascendieron a menos de 2.000 soldados y oficiales. Al menos medio millón de polacos fueron expulsados de la ciudad. Muchos fueron deportados a campos de concentración alemanes o a realizar trabajos forzados.
200.000 muertos y un desierto de piedras
Himmler estaba "muy satisfecho" con la carnicería. En un discurso pronunciado a finales de septiembre de 1944, admitió que el Levantamiento le parecía una "bendición", porque había hecho posible acabar con Varsovia "la capital, la cabeza, la inteligencia de este antiguo pueblo de 16-17 millones de personas", "este pueblo que nos ha estado bloqueando desde el Este durante 700 años".
A partir de octubre de 1944, las SS comenzaron a saquear y destruir sistemáticamente la ciudad. "Hay que quemar y volar todos los bloques de casas" fue la orden de Himmler. Los soldados soviéticos que entraron en la ciudad indefensa el 17 de enero de 1945 encontraron un páramo desierto de piedra.
Los responsables de los crímenes de guerra en Varsovia no fueron castigados. Reinefarth incluso llegó a ser miembro del Parlamento del estado alemán de Schleswig-Holstein y alcalde de Westerland, en Sylt.
Las víctimas polacas esperan propuestas concretas
A pesar de algunos contratiempos, desde la visita de Herzog, hace 30 años, las relaciones germano-polacas han mejorado. La presencia de altos cargos políticos alemanes en Varsovia el 1º de agosto ya no es una excepción. Pero el actual presidente de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, que pronunciará unas palabras en la plaza Krasinski, el mismo lugar donde lo hicera Herzog, no lo tendrá fácil.
A pesar del nuevo comienzo entre Berlín y Varsovia tras el cambio de poder en Polonia, en otoño de 2023, la cuestión de las reparaciones a las víctimas del Tercer Reich sigue pendiendo sobre los dos países como una espada de Damocles. Los últimos supervivientes polacos quieren compromisos financieros concretos en lugar de una nueva admisión de culpabilidad.
(ms/cp)