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Chile sin Pinochet

Carmen Cecilia Díaz, desde Santiago de Chile11 de diciembre de 2006

Sin funeral de Estado, pero con honores militares, el gobierno de Michelle Bachelet zanjó salomónicamente el aprieto que, para cualquier gobierno en Chile, supondría enfrentar unas exequias como las de Augusto Pinochet.

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Miles de personas han desfilado junto al féretro para dar su adiós a Pinochet.Imagen: AP

La figura del ex dictador sigue dividiendo a los chilenos. Nadie como él suscita amores y odios tan viscerales. Basta decir su nombre para que de inmediato aparezcan sus detractores y también, aunque a estas altura cueste creerlo, algunos fanáticos partidarios del general.

A más de 30 años del golpe militar y 16 años después de que la Concertación de Partidos por la Democracia llegara a La Moneda, las heridas causadas por la dictadura que gobernó el país por 17 años siguen abiertas. Sobre todo, porque la muerte de Pinochet se produce sin que la justicia haya podido condenarlo en ninguna de las causas que se le imputan.

Los dilemas que vienen

Pero más allá de los juicios por derechos humanos, que son sin duda la más siniestra herencia de su régimen, a nivel político la figura de Pinochet hace tiempo que pendía como una suerte de muerto en vida, incomodando incluso a un no despreciable sector de la derecha. Lo cierto es que desde su detención en Londres y el posterior destape de las cuentas del Riggs, el general no contaba sino con un reducido grupo de amigos.

Es curioso que su muerte le devolviera algunas adhesiones de antiguos colaboradores, hoy militantes de la Unión Demócrata Independiente (UDI) o de Renovación Nacional (RN). Pero está por verse cuán cerca de su figura quieren verse en adelante muchos de sus de momento llorosos partidarios.

En la tienda oficialista, en tanto, el fin de Pinochet retira de escena la figura emblemática del archienemigo contra el cual se limaba cualquier aspereza interna. Y, frente al cual, sobre todo en momentos en que se investigan pequeñas corruptelas partidistas al interior de los partidos de la Concertación, la impronta de la superioridad ética cobraba singular importancia. Muerto el símbolo contra el cual se aglutinó a fines de los ochenta, hoy el conglomerado gobernante tiene como nunca antes, el desafío de mostrar transparencia y efectividad para seguir en el poder. Y eso es parte de los nuevos aires que se respiran en Chile.

Nuevo escenario político

La señal de La Moneda de no dar un funeral de Estado a Pinochet, resulta otro signo evidente de los avances democráticos vividos en el país. La decisión de Bachelet viene a suplir omisiones de anteriores gobiernos y, más allá de las críticas pinochetistas que le enrostran “falta de grandeza”, fija las condiciones de un escenario político donde es posible negar un funeral de Estado al más duro militar del siglo XX, sin por eso, como ocurrió con episodios como “el boinazo”, hacer tambalear un ápice la estabilidad institucional del país.

Cuando en la mañana del primer día hábil sin Pinochet la Presidenta Bachelet, sin alterar ni una coma de su prefijada agenda, señaló haber visto “gestos de división que no nos gustan” ,agregando que “sé que tenemos como país y como sociedad la fortaleza ética para lograr un reencuentro", lo que se estaba reafirmando es que, sin vuelta atrás, en Chile se viven otros tiempos. La era Pinochet está por ser enterrada.