”El caso Pinochet no concluye con su muerte”
11 de diciembre de 2006Más allá del simbolismo de la dictadura que representaba Pinochet, ha desaparecido ahora él mismo como sórdida figura protagonista de la época más sangrienta que haya vivido Chile en su historia reciente. “Ahora las cosas cambiarán”, dice la politóloga Claudia Zilla, del Instituto para Ciencia y la Política, con sede en Berlín, para quien desde hoy “se inicia una nueva fase en el debate político sobre la interpretación histórica de la dictadura en Chile”.
Pero no es que todo se quede en palabras. Según Zilla, “los procesos judiciales relacionados con los 17 años de dictadura continuarán”.
Aunque en la sociedad chilena de hoy predomina el consenso democrático, es inocultable que Pinochet deja a un Chile con divisiones ideológicas y profundas heridas. El hecho de que ni la Justicia chilena ni la de ningún otro país hayan logrado castigar los crímenes cometidos u ordenados por el Pinochet dictador deja más que un amargo sabor en la mayoría. Una minoría, aunque ruidosa, peca de triunfalista ante la hazaña de Pinochet y sus abogados de haber evadido la Justicia.
No más impunidad
Una de las lecciones que dejó el caso Pinochet debe ponerse en práctica sin más dilaciones: “La Justicia chilena tiene que ser más efectiva para perseguir los crímenes de lesa humanidad”, dice el parlamentario socialdemócrata alemán Lothar Mark. “Los culpables no pueden volver a tener la posibilidad de burlarse de la justicia”, es la convicción de Mark, para quien “la justicia es la base de un proceso nacional de reconciliación que tenga en cuenta a las victimas”.
Pero es que el mismo Pinochet no le hizo las cosas fáciles a nadie. El hecho de que “sólo” hubiera asumido la responsabilidad política - más no la jurídica - y, sobre todo, el que nunca hubiera expresado ninguna palabra ni de arrepentimiento ni de perdón, queda como un aguijón en las heridas abiertas de la sociedad chilena.
Madurez política
Pero Chile y los chilenos tienen, justamente ahora, una muy buena oportunidad para dirigir el proceso de reconciliación por un buen camino, toda vez que una de las víctimas de la dictadura es hoy la presidenta de la república. El equilibrio que ha demostrado Michelle Bachelet frente al caso Pinochet, “libre de todo revanchismo”, es para Zilla una buena demostración de la madurez política de la presidencia, que acepta las ceremonias militares póstumas a Pinochet, sin poner al Estado a rendirle honores.
Independientemente de cualquier simpatía que aún despertara Pinochet, lo cierto es que, al fin de cuentas, sufrió, por lo menos, algo del destino de los déspotas que aunque lograron sembrar terror y respeto con las armas, nunca lograron conquistar el corazón de sus pueblos. El evidente sueño de Pinochet de pasar a la historia como el “benévolo Padre y Salvador de la Patria”, queda enterrado con su cuerpo. Algo de esa amargura de “fallido abuelo de la nación” perdurará en su familia y sus seguidores.
Chile se libera
“Pinochet fue y seguirá siendo un símbolo de la década perdida de América Latina”, concluye Lothar Mark. Aunque la región aún no logra desterrar del todo los espíritus dictatoriales, ni de derecha ni de izquierda. Es una verdadera ironía de la historia que precisamente en el Día de los Derechos Humanos fallezca uno de sus más descarados violadores. A lo mejor sea ésta una señal más positiva que negativa.
Por último, para el socialdemócrata Lothar Mark, “la muerte del ex dictador Pinochet es un hecho liberador para el pueblo chileno que puede fomentar el proceso de reconciliación”.