Controversia por exterminación masiva de perros
6 de octubre de 2013
El autor de estas líneas no se atreve a sostener que la proliferación de perros callejeros sea un fenómeno generalizado en América Latina, pero recuerda que en Venezuela –tanto en ciudades del interior del país como en su capital– estos animales sin amo no eran percibidos con extrañeza, sino ignorados como las palmeras o registrados, cuando mucho, como un elemento más del paisaje urbano. No obstante, quizás por olvidadizo, a quien escribe no le viene a la memoria que los perros realengos hayan sido un peligro para la colectividad.
De ahí que sea motivo de asombro para él –y cabe intuir que para otros latinoamericanos también– la crisis de salud pública en que se han convertido las hordas de perros callejeros en Rumania, donde ataques caninos han extinguido vidas humanas y la clase política responde, no ojo por ojo, sino decretando la ejecución masiva de esta “minoría zoológica”. Se estima que cientos de miles de perros no domesticados viven en las urbes rumanas; las autoridades calculan que la capital, Bucarest, está habitada por 65.000 de ellos.
Cinofobia institucionalizada
Nadie les niega su condición de citadinos –varias generaciones de perros salvajes han nacido en el corazón de la metrópolis rumana–, pero su comportamiento ha atizado una cinofobia implacable. A principios de septiembre, cuando un niño de cuatro años murió tras ser atacado por una jauría de perros callejeros, el Parlamento aprobó a toda prisa una nueva ley que autorizaba a las instancias competentes a perseguir y matar a estos indómitos colmilludos. El Tribunal Constitucional rumano ratificó la legitimidad de la medida.
Las municipalidades pueden retener durante catorce días a los perros callejeros que hayan caído en sus redes, pero si nadie se acerca para hacerse responsable por el can o para adoptarlo, los funcionarios tienen licencia para ejercer la eutanasia animal. Antes sólo se les quitaba la vida si padecían enfermedades terminales o si exhibían una conducta agresiva, pero ahora despiertan más terror que misericordia. El escritor Iulian Leca comentaba en el portal de noticias ziare.com: “Los perros conquistaron las ciudades rumanas hace mucho”.
Macabros episodios
En Bucarest se denunciaron 16.000 casos de mordidas de perro en 2012. Este año, el Centro contra la Rabia del Instituto de Enfermedades Infecciosas Matei Bals ha aplicado 10.000 inyecciones preventivas. Las víctimas mortales de las dentelladas caninas siguen siendo excepcionales, pero los casos acaparan la atención pública: además del niño de cuatro años que jugaba en el lugar correcto, pero en el momento equivocado (2013), están una anciana del norte rumano y un infante de seis años en el oriente del país (2012).
A esos tres dramáticos episodios se suman el de la empleada de un centro de reciclaje (2011) y el del hombre de negocios japonés (2006) que se desangró en plena capital después que un perro le deshilachara una arteria vital. Macabras escenas como esa se repiten en otros países de Europa Oriental, como Ucrania, Bulgaria y Serbia. Cuando se preparaba para ser el anfitrión de la Eurocopa 2012, el Gobierno ucraniano optó por la exterminación masiva de perros callejeros hasta que la presión internacional lo obligó a suspender esa estrategia.
Esterilización, la solución menos brutal
En ciudades ucranianas como Kiev, Lemberg y Odesa, varias organizaciones que defienden los derechos de los animales promovieron la práctica de la esterilización. Gabriel Praun, vocero del grupo Cuatro Patas, asegura que esterilizar a un perro es doblemente efectivo porque, además de evitar su reproducción, los vuelve menos agresivos. De momento se aplican programas de esterilización en algunas ciudades puntuales de Rumania, pero su éxito se ve saboteado por otras deficiencias del sistema sanitario nacional.
Los albergues para animales escasean y el personal no es suficiente para responder a las dimensiones de esta crisis. Antes de que el niño de cuatro años fuera atacado sólo había doce perreros en Bucarest. Después del incidente, la número de perreros contratados aumentó a 44. Por si fuera poco, la prensa local informa que buena parte del dinero destinado a las campañas de esterilización termina en los bolsillos de funcionarios corruptos. Es poco probable que manifestaciones de indignación, dentro y fuera de Rumania, cambien esta situación a corto plazo.
Autor: Keno Verseck / Evan Romero-Castillo
Editor: Diego Zúñiga