¿Cuánto cuesta el cambio climático?
5 de diciembre de 2009Nicholas Stern actúa casi como un profeta cuando habla ante 1.500 espectadores en el enorme auditorio de la Universidad Técnica de Berlín. Todos, estudiantes y profesores, están ahí para oír como el conocido economista y experto en clima describe un planeta devastado por la fuerza de la naturaleza: gran parte del sur de Europa luce tan desértica como el Sahara, la república de Bangladesh aparece inundada, los ríos que se alimentan del Himalaya desbordados y millones de personas han muerto ahogadas. Éstas son sólo algunas de las posibles consecuencias del cambio climático. Pobreza, calamidad, migración y conflictos- todos males que agudizarán si no cambian pronto las cosas.
Un mensaje para el mundo
No obstante, Stern no ha venido a anunciar el fin del mundo. “Martin Luther King no dijo: ‘tengo una pesadilla’, lo que dijo fue: ‘tengo un sueño’”, dice sonriendo el experto, que en noviembre será galardonado con el título de doctor Honoris Causa de la Universidad TU-Berlín.
“Tenemos que llamar la atención sobre los riesgos porque éstos son muy serios. Pero no nos podemos quedar ahí. Tenemos que llamar la atención sobre lo que podemos hacer, y hay opciones bastante atractivas”, asegura. Ése es el mensaje con el que viaja Stern de evento en evento, y el que se lleva en la maleta a la conferencia climática de Copenhagen. Washington, Berlín y Tokio son solamente algunas de las paradas de su infatigable recorrido.
“El cambio climático se puede frenar. Se puede hacer de éste un planeta más limpio, más seguro, más justo y más digno”, repite Stern en cada ocasión. Para ello, la revolución va a tener que ser en toda regla, como si se tratara de una nueva revolución industrial.
Una revolución como la industrial
Los desafíos a superar son enormes. Cada año se emiten a la atmósfera más de 50.000 millones de toneladas de gases contaminantes- un monto que en el año 2030 debería haber quedado reducido a 30.000 millones de toneladas, y a mitades de siglo a menos de 20.000 millones. De lo contrario, las temperaturas aumentarán 5 grados centígrados o más, con desoladoras consecuencias para la Tierra y sus habitantes.
Teniendo en cuenta que la población mundial alcanza los 9.000 millones de personas, el cumplimiento de dicho objetivo significaría que cada persona generase anualmente no más de dos toneladas de CO2. Misión imposible, parece al menos por el momento. Un solo estadounidense es responsable de 24 toneladas de CO2 al año. Por media, un europeo produce 12, un chino 6. Regiones, como algunas del sur de África, en las que la contaminación por persona se mantenga por debajo de la tonelada de CO2 quedan pocas.
"Estas cifras nos demuestran la gran tarea a la que nos enfrentamos", analiza Stern, "hemos de lograr que en la producción de energía no se liberen gases nocivos, que el transporte no contamine, que la agricultura no contribuya a aumentar las emisiones de CO2 y que las selvas no se sigan deforestando.”
El coste de actuar y no actuar
En el año 2006 presentó Nicholas Stern al Gobierno británico un informe en el que cifró los costes del cambio climático. Según el estudio, el calentamiento global y sus efectos saldrán anualmente por no menos del cinco por ciento del producto interior bruto. Y si no se invierte la marcha actual, a largo plazo el cambio climático podría llegar a costar hasta el 20 por ciento del PIB.
En su último libro Der Global Deal, Stern exige esfuerzos adicionales. Los países industrializados deberían ayudar con mayor determinación y rapidez a los Estados en vías de desarrollo a implantar planes de acción con los que menguar sus emisiones de CO2. Y eso debería suceder lo antes posible: 2015 considera Stern una fecha que deberían de llevar fijada desde ya los compromisos financieros que a este respecto se adquieran.
Inversión para un futuro mejor
“En todo el mundo se están desarrollando planes de acción contra el cambio climático: en México, Brasil, India, China. La mayoría de estos países esperan recibir apoyo desde el exterior. Es importante que dejemos claro que en 2015 les vamos a proporcionar esa ayuda, si queremos que los objetivo que nos hemos fijado para los años 2020 y 2030 sean verosímiles", comenta Stern. Aquí, los países ricos tienen una responsabilidad innegable.
Y, como buen economista, Stern ha calculado a cuánto ascenderá la factura de la colaboración en materia climática- unos 50.000 millones de dólares a los 12 meses se tendrían que gastar los Estados industrializados para contribuir a consolidar los pasos que dados por los en vías de desarrollo. Hacer esta aportación no es sólo un deber moral para con el planeta, sino también una inversión para en el futuro. De ello está convencido Stern.
Autora: Bettina Marx / Ana Sánchez
Editora: Luna Bolívar