Dani Levy: el humor es subversivo
26 de enero de 2007Numerosos países han dado muestras de que cuando de humor se trata, no hay santo que quede con cabeza. ¿Se puede hacer lo mismo con un genocida desalmado que llevó a la muerte a millones en el Holocausto? Los franceses se han reído de él de buena gana durante la escenificación de la obra de George Tabori "Mi lucha", en la que Hitler asume el papel de pobre diablo, enfermo y al borde de la histeria. También en el mundo anglosajón existen ejemplos de humor negro a costa de Hitler, como lo muestran películas como "El gran dictador", de Charles Chaplin, o "Ser o no ser", de Ernst Lubitsch. Incluso un año después de la película de Chaplin, en 1941, el dramaturgo Bertolt Brecht, exiliado en Finlandia, escribió una parábola satírica sobre Hitler titulada "la resistible ascensión de Arturo Ui". El dibujante Walter Moers, que transportó al Führer a la modernidad a finales de los 90, volvió a la carga con un video animado que muestra a Hitler cantando en la bañera mientras unos patos de juguete le dicen ¡Viejo cerdo capitula de una vez!
Según la empresa que maneja la mercadotecnia de la cinta, el Hitler cómico ha despertado gran curiosidad en el extranjero. En Alemania en cambio, los medios se preguntan si los alemanes se pueden divertir a costa del hombre que causó tal devastación a Alemania y a Europa. "Mein Führer: la verdad más verdadera sobre Adolf Hitler" fue estrenada en los cines alemanes el pasado 18 de enero. Su director, Dani Levy, de 48 años, cineasta de origen judío cuya familia emigró a Suiza durante la Segunda Guerra Mundial, conversó con DW-WORLD.
¿Cómo llegó a la idea de hacer una sátira sobre Hitler?
Tenía ganas de presentar algo que contrastara con las revisiones serias que se han hecho en Alemania sobre la figura de Adolf Hitler. Se juntaron muchas cosas. Las ganas las tenía desde hace muchos años, pero no tenía una idea clara sobre el contexto de la historia, al final fue como un rompecabezas, en el que las piezas se fueron juntando. Una de esas piezas fue el descubrimiento de un libro que se llama “Mi alumno Adolf Hitler” (Mein Schüler Adolf Hitler), escrito por Paul Devrient quien fue maestro de teatro de Hitler. La idea de que Hitler tuvo un maestro de teatro me pareció divertida, subversiva y emocionante y fue lo que inspiró mi fantasía.
¿Qué imagen tenía usted sobre el dictador y cómo cambió al hacer esta película?
Sinceramente sabía poco sobre Hitler como persona. Sabía mucho sobre el nacionalsocialismo, sobre los aspectos políticos y económicos y sus antecedentes, pero sobre la psique de Hitler en el contexto de su tiempo sabía poco. Un libro escrito por Alice Miller titulado “Al principio fue la educación” (Am Anfang war Erziehung) trata sobre la niñez de Hitler, un típico producto de la pedagogía negra de este tiempo, muy común en millones de personas cuya niñez transcurrió a principios del siglo pasado, finales del siglo XIX. Crecieron en una sociedad donde los abusos, la agresión y la arbitrariedad hacia la niñez eran algo cotidiano. Me pareció muy interesante esta perspectiva sobre los antecedentes del nacionalsocialismo. Alice Miller tiene la tesis de que los métodos educativos de una era y de ésta en particular, influyen en el desarollo del posterior sistema político. Estos métodos educativos autoritarios que sufrieron muchos alemanes en carne propia, son responsables en cierta forma del desenlace en el nacionalsocialismo. Esto fue algo que me iluminó.
¿Cree usted que un director alemán –no judío- se atrevería o podría hacer una comedia sobre Hitler?
Es una pregunta hipotética pero sin duda se trata de una herida alemana. Como se ve en la discusión que ha desatado la película, hay tantos prejuicios y miedos que la gente la critica en masa sin haberla visto siquiera. Todo esto refleja miedo, falta de imaginación y cerrazón. No hay un verdadero debate sino más bien parece un posicionamiento político en el que algunos se atribuyen la autoridad para decidir qué se puede hacer y qué no. Es un terreno donde hay poca libertad. En vez de eso podrían ver la película, que les dará mucho para reflexionar y debatir, de paso aprenden algo sobre aquella época, se puede uno reír o revisar la postura propia frente a esas figuras malignas con rango casi de sagradas. Pero la crítica es muy falta de fantasía.
Me critican que no puedo decidirme entre tragedia y comedia y eso es una tontería porque ambas van de la mano. El reír y llorar conforman una unidad y reflejan compenetración.
¿Sirve el humor para liberarse de la maldad del nacionalsocialismo?
No, realmente no, como tampoco se puede uno liberar del Holocausto, pero con humor puede intentarse comprender las cosas y encontrar una postura anti-autoritaria. El humor es en sí mismo subversivo y al mismo tiempo emocional. Con el humor se pueden encontrar nuevas perspectivas e imágenes nuevas. Porque hasta ahora al nacionalsocialismo se le ha agrandado, casi declarándolo sagrado. Y eso es lo que me da miedo, que la juventud de hoy día enmudezca, se canse y sea más tonta, porque se les ha educado con una fuerte carga de culpa. Los jóvenes buscan formarse su propia opinión, tener alternativas y nuevas perspectivas. Con humor pueden aprender que el nacionalsocialismo fue un fracaso, un desastre provocado por la psique humana.
¿Qué hay de especial en el humor judío?
El humor judío es muy poderoso, es dialéctico porque siempre aborda contradicciones, se burla de lo que no rima, de la controversia. Es triste y a la vez divertido. Es melancólico y analítico y también es autoirónico, es decir, se burla de sí mismo. No es un humor excluyente sino es incluyente, que ve a la humanidad como una familia.
¿Por qué la elección del cómico Helge Schneider para el papel de Hitler?
Él no actúa psicológicamente. Representa el papel de una figura pero no actúa afectado por ella. No trabaja como un actor tradicional y el resultado es que no aparece tenso sino más bien relajado. Se toma las cosas con una seriedad hilarante. Es tan realista que es surrealista. En sí mismo es contradictorio. Helge Schneider es una pieza de arte en sí mismo. Recrea la figura de Hitler de una manera muy personal, lo desenmascara de una manera muy sutil sin hacer de él una caricatura. Lo hace de una manera diferenciada y precisa. Tiene un sentido muy particular sobre la verdad.
El hilo conductor de la película es el relato del maestro de teatro del dictador, Adolf Grünbaum, ¿tiene este personaje algo autobiográfico?
No hice de Grünbaum un héroe, de hecho en la película no hay héroes. Yo no soy un guerrero como Grünbaum, aunque algo tenga de ese Alter Ego. Con chispa e ingenio intenta sacar provecho de las circunstancias que no están a su favor.
Grünbaum es un condenado a muerte que está solo en este aparato de poder y se las ingenia para salir adelante. Es inteligente e íntegro lo que le provoca interrogantes morales que no puede responder, por ejemplo, si se vale apoyar a ese genocida que es Hitler para salvar su propia vida y la de su familia. Son cuestiones trágicas, realistas y a la vez conmovedoras. Sin duda es mi personaje principal y con el que yo me identifico.
¿No trivializa la película la figura de Hitler como critican muchos, sobre todo la comunidad judía de Berlín?
La comunidad judía la criticó sin haberla visto siquiera. Es verdad que Hitler no aparece como el demonio al que uno está acostumbrado. Porque es lo que siempre se ve, que el genocida asuma el papel de malo, que provoque miedo, horror y repulsión. Hitler en mi película es una figura humana con la que uno tiene un sentimiento empático.
Tuve una relación cercana con Paul Spiegel, el último director de la Comunidad Central de los Judíos. Él era un personaje valiente, imaginativo y liberal pese a observar con mucho apego las tradiciones judías. El sabía que puedo retratar a los judíos con humor. Su muerte el año pasado fue para mí una gran pena y tengo la impresión de que la actual dirección ha vuelto a manos de un pequeño grupo conservador lleno de prejuicios. He escuchado todo tipo de críticas incluso antes de que hubieran visto la cinta. Todo lo prohíben, todo les da miedo. Me parece algo muy triste. Los judíos sin sentido del humor son odiosos. Me gustaría que la relación germano judía sea más relajada y a ello se llega con humor, con respeto y con valor.